Tenía apenas dos meses en el turno nocturno. La ciudad en la que me tocó trabajar esta vez no era muy grande. Como policía, vez muchas cosas raras por las calles, pero nada como lo que ví ese día.
Eran las dos de la madrugada y era viernes. Llevaba patrullando un par de horas en mi unidad. Esa noche mi compañero me había dejado solo porque su mujer se encontraba mal de salud o eso dijo, no solía preguntarle mucho ya que si se me ofrecía ese tipo de favores, no quería ser cuestionado. Este tipo de práctica estaba estrictamente prohibida. Un policía nunca debe de andar solo, pero la noche estaba tranquila y la verdad, dentro de la comisaría entre los policías se hace muy seguido este tipo de "favores". Más en el turno de siete de la noche a siete de la mañana.
Me había tocado parar un par de fiestas por reporte de ruido alto, asustar a un par de jóvenes que orinaban en vía pública, ya sabes, lo normal. Ya me encontraba cansado y con ganas de irme a mi casa. A esas horas, el trabajo se vuelve muy aburrido y a mí siempre me ha gustado manejar por la carretera. Ya tenía mi camino habitual para este tipo de emergencias. Una carretera al poniente de casi veinte kilómetros de curvas y paisajes boscosos que me ayudaban a aclarar mis pensamientos, pero sobre todo a matar un poco de tiempo.
Mientras manejaba por ese camino oscuro, noté a lo lejos un carro estacionado en la orilla de la carretera, justo en el kilómetro catorce. Era extraño. El carro era un modelo no tan moderno pero lujoso. A esas horas de la madrugada el tráfico era inexistente por lo que asumí de inmediato lo que estaba pasando. Cuando me acerqué, mis suposiciones se confirmaron, los vidrios del carro estaban empañados. Esto también era muy común. Para un policía, este tipo de ; digámoslo así; "percances" son muy incómodos. Pero al final, este es mi trabajo.
Paré mi unidad, me bajé y caminé. Eran dos jóvenes, de unos veinticinco años, bueno, ella se veía de unos veinte apenas. Lo peor que pudiera pasar es que el acto no fuera consensuado pero este no era el caso. Aún así, tenía que cerciorarme de que ella fuera mayor de edad.
Los chicos se bajaron del auto juntos. Estaban algo sudados y con la ropa desalineada. Recuerdo que sentí mucho coraje al verlos. Odiaba a estos chicos listos millonarios que se creen dueños del mundo. De inmediato interpreté el nivel de estos jóvenes. Él era muy soberbio y presumido. Nunca me faltó al respeto, pero su sola presencia me inspiraba rechazo. No tenía ni idea...
Ella era todo lo contrario. Se veía asustada por las luces de la patrulla. Era joven, bonita y se aferraba al brazo de el chico. Ambos no me veían a los ojos. Yo la verdad es que lo prefería. Estoy seguro que era igual de incómodo para ellos que para mí.
Les pedí sus identificaciones oficiales a los dos. Él sin decir una palabra, se sacó de su pantalón las dos tarjetas, pero lo que me llamó la atención, era que estaban cómo...dañadas. Le pregunté si eran robadas pero al ver las fotos comprobé que eran los dos chicos. Mis manos rozaron con las de él. Sus manos estaban muy frías. Ese debió ser mi primer foco rojo pero no le di importancia. Era de madrugada y estábamos completamente solos. No pasaba ni un solo carro.
Ellos aún sin decir ni una sola palabra, los confronté directamente. "¿Qué estaban haciendo aquí jóvenes?". No recibí respuesta. Le pedí a la chica se metiera al auto por precaución, pues me encontraba solo, y por supuesto por respeto a ella. En cuanto ella entró al carro el chico por fin habló.
"Gracias por eso" dijo. "...Así que, ¿si hablas?"
Su actitud me resultaba muy desafiante. Creo que estaba enojado por haberlo interrumpido en su acto. Le exigí que me respondiera. "¿Qué quieres que te diga oficial?, creo que era obvio ¿no?". Este chico me estaba sacando de mis casillas. "¿Si sabes que es ilegal lo que estaban haciendo, ¿verdad?, No creo que seas así de tonto. Voy a tener que llevarlos conmigo a la comisaría". Lo cierto es que el delito no era tan grave. Pero el consejo de nuestro comandante siempre era asustar a los que cometen ese tipo de faltas. La idea era enseñarles una lección para que no repitieran estos actos.
Él no me miraba a los ojos. Ya me había tocado una vez hace un par de semanas detener a dos chicos en un caso similar. La postura del culpable siempre es de víctima. Siempre querían salirse con la suya mintiendo, negando lo que estaban haciendo aunque las pruebas, los vidrios empañados del carro y el obvio olor de lo que estaban haciendo los delatara. Pero este chico se creía muy listo. Desafiante...testarudo.
"Voy a tener que llamar a los padres de la chica y tú vas a tener que seguirme a la comandancia para procesarlo por el delito de perturbación de la vía pública" dije mirándolo fijamente. Cómo deseaba que me diera una razón para esposarlo. Él sin verme a los ojos sólo dijo: "haga lo que tenga que hacer...a este punto, ya no importa nada".
Ni hablar, cuando le pedí amablemente a la chica desde la ventana del carro que me dijera el número de su madre o padre, me sorprendió mucho su respuesta. No lo recordaba. En ese momento, lo único que en lo que podía pensar era en lo inútiles que eran ahora las generaciones. Tampoco cargaban con celulares cómo todos los jóvenes. Eso sí me pareció más extraño, ¿Qué chico no tiene celular hoy en día?. Me estaba quedando sin opciones para reprender legalmente a estos jóvenes. Habían pasado ya quizá unos 25 minutos desde que había llegado con ellos. Estaba aburriéndome, aparte que el ambiente cada vez era más frío. De inmediato pensé que era por culpa de la madrugada, pero entre más lo recuerdo, más distinto siento ese frío. Era un frío gélido, húmedo. Cómo si acabase de llover, pero no tenía ningún sentido. Estábamos a mitad de otoño y en esta región las lluvias aún están a meses de distancia.
"Quiero que se larguen de aquí" dije. Hasta ese momento no le había visto los ojos a ninguno de los dos. Tenían la mirada agachada ambos. En el caso de ella, su cabello negro le tapaba casi por completo la cara pero en él era distinto. Parecía que sus ojos se escapaban de mi mirada. Tenía el cabello más o menos corto, rubio oscuro casi castaño y llevaba ropa muy normal. Antes de que el chico se subiera de nuevo al carro, volteo y pude verle la cara completa por primera vez. Sus ojos destacaban más que nada. Eran muy oscuros, profundos e inexpresivos. Estábamos iluminados solamente por las luces de la calle y la luna. Por lo que no me había dado cuenta hasta ese momento, lo pálido que era ese chico. Quizá sea solo la falta de luz, pensé. Solamente se despidió de mí con su mano y se subió a su auto. Arrancó el motor y se marchó dejando unas huellas de llantas muy pronunciadas en el camino.
Era lo más extraño que me había pasado hasta el momento en mi carrera como policía.
Decidí regresar a la ciudad, por alguna razón ese evento me había perturbado mucho. Sentí miedo, pero no un miedo normal. Era un miedo frío, espectral e inexplicable. Subí a mi unidad y manejé alrededor de cinco minutos cuando sonó mi teléfono. Era mi compañero. "¿Dónde andas?" me preguntó. "...Estoy en el kilómetro 10 a las afueras Sur de la ciudad pareja, ¿Qué pasó?..." Yo sabía que algo malo pasaba. Eran ya muy altas horas de la madrugada y solamente algo serio podía sacarlo de su sueño profundo.
Lo que me dijo me dejó aún más helado. No tenía nada de sentido. No podía ser.
"Necesito que vengas por mí, hubo un accidente hace como una hora y el comandante quiere que todos nos presentemos...en el kilómetro 14 dos chicos jóvenes se accidentaron por exceso de velocidad y necesito que vengas por mí para que el comandante no sé de cuenta de que no estoy contigo". ¿Hace una hora pensé?, pero si acababa de estar ahí hace unos minutos y no vi nada...hace unos minutos solamente, estaba con esos chicos...¿de qué demonios estaba hablando?. No supe qué responder y solo colgué el teléfono. Manejé de regreso a más de 150 kilómetros por hora para verlo por mi mismo. Cuando llegué, justo en el lugar donde había detenido a los chicos tan solo 15 minutos antes se encontraba el automóvil...completamente destrozado.
Las llantas estaban de cabeza, las puertas selladas por los golpes del accidente y había vidrios rotos por todo el lugar. El motor estaba humeante todavía. Bajé de un brinco de mi unidad y me asomé por debajo del carro. Lo que vi esa noche nunca lo olvidaré jamás. Vi los mismos ojos vacíos sin vida del chico con el que había hablado momentos antes. A su lado se encontraba la misma chica con el cabello negro tapándole por completo su cara. La sangre estaba ya pegajosa, en efecto el incidente había pasado hace tiempo. No era posible seguía repitiéndome a mí mismo una y otra vez. Ambos chicos sí parecían tener más de una hora muertos. Estaba petrificado. Las sirenas de una ambulancia y las de una patrulla me sacaron de mi trance. Después de eso, todo pasó como en cámara lenta.
Aún no puedo explicar lo que pasó esa noche pero sé lo que viví. Al día siguiente nadie me creyó por supuesto...pero no me importa. Desde entonces no he querido volver a deambular por el turno nocturno y hasta hay veces, que he considerado dejar mi carrera como policía. Nunca olvidaré esos ojos sin vida que me miraban de ese chico.
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Colección Emisaria de Terror
HorrorHistorias de terror, de horror, de reflexiones macabras y más. Esta es una colección de Creepypastas recopiladas, escritas y creadas por Sergio Castillón F. de Emisiones Podcast para todos aquellos amantes de la lectura del miedo.