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Ese momento había sido como uno de esos donde no sabes lo que haces o dices; Pero estas lo suficientemente consciente mientras lo haces; Sabías que te arrepentirías de lo que pasó. Pero la éxtasis y el poco alcohol que consumiste habían podido contigo.
Cuando llegaste a tu casa; Tu padre no estaba por ninguna parte; Pero sabías que en el primer momento que ponga un pie dentro; Será para buscarte por toda la casa y castigarte por haberte escapado la noche anterior.
Al despertar; No viste señal de Manjiro por ningún lado. Estabas sola sobre su cama; Con su camiseta cubriendo tu cuerpo desnudo.
Cuando llegaste a tu casa; Lo primero que recibiste fueron regaños sin sentido por parte de tu madre. Sabías perfectamente que solo estaba fingiendo. No le importaba si dormías o no en casa. Y si le importaba; Probablemente era solamente por los problemas que eso podía causarle con tu padre.
Mientras caminabas a tu habitación; Ella te seguía gritando y regañando. Ni siquiera habías tomado la molestia de voltear o responder; Solamente entraste a tu habitación. Cerrando la puerta tras de ti.
- ¡Tu eres la que se gana cada golpe! - Le escuchaste decir al otro lado de la puerta - ¡Cuando tu padre vuelva; No pienses que me impondré entre ustedes! ¡Dejaré que haga lo que quiera! -
Puede ser que en verdad esté molesta. Cuando lo está; Suele decir cosas como esas. Te gusta pensar que no siente o piensa las cosas que dice. Pero nadie más que ella tiene la respuesta.
Caminaste hacia el tocador; Viendo tu reflejo en el espejo. Tu cabello estaba recogido en un broche; Dejando uno que otro cabello por fuera. Un suspiro salió de tus labios. Al igual que unas pocas lágrimas de tus ojos. Realmente estabas jodida.
Lo odiabas. Detestabas la manera en la que vivías. Te odiabas por no poder odiar a tus padres. Odiabas el maldito amor incondicional que sentías - Oh bueno; Más bien, creías sentir - hacia ellos.
Pasaste la palma de tu mano por tu rostro; Limpiando las lágrimas que se habían deslizado por tus mejillas. Veías tu rostro sin expresión alguna; Recordando como solías esconderte o fingías estar dormida cada vez que hacías una travesura y tu padre llegaba del trabajo para castigarte.
Recordaste cada golpe; Y cada lagrima que derramaste. El miedo que sentías; Al igual que el dolor. Tu padre tiene una manera bastante peculiar de castigar. No era como los demás. Normalmente te golpeaba en el rostro. Casi no usaba el cinto. Solamente sus manos.
Pensaste que te librarías de eso algún día. Pero nada parecía cambiar. Sientes el mismo miedo que solías sentir de niña. Y tal como solías hacer; Te guiaste casi corriendo hacia tu cama; Envolviendo y cubriendo tu cuerpo bajo las sábanas.
