Extra

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Un fondo rojo, un suelo del mismo color, al igual que las paredes. Al frente se visualizaba una oscuridad que hasta parecía salpicada en sangre, todo aquel escenario daba la sensación de haber sido construido desde una mente perversa.

       Los seres que transitaban por este entorno ya habían roto la ilusión, solo para darse cuenta de que las cosas eran peores. Constantemente un ente con túnica y lo que se asimilaba a un pasamontañas sin ojos ni boca, pero en su lugar existían números y manecillas marcadas como si fuera a fuego, se reflejaba y los habitantes debían parar todo lo que hacían para arrodillarse, eran los llamados desfiles escarlata en los que en absolutamente toda la superficie de las paredes, el techo, el piso, se tintaban y se repetía únicamente una hora específica y esta era las cinco en punto.

       Cuando todo ello sucedía, en adición a los efectos visuales; tanto en el ambiente como en las mentes de aquellos individuos retumbaban cinco profundas, largas y estridentes campanadas; además, en sus cuerpos aparecían cinco marcas negras, como si fueran latigazos y al unísono cual coro que desgarraría a cualquier mortal se escuchaban gritos, chillidos, quejidos y demás.

     Seguro cualquiera se preguntaría si las almas sienten sufrimiento realmente y les respondería que efectivamente y para el tinte de nuestra historia, nuestro reloj se encarga del eterno sufrimiento de sus habitantes por haberlo desafiado de cualquier manera, en cuanto a esto se podría decir que no existían distinciones.

       El ente de la capucha apoyaba lo que representaba un par de manos ataviadas en unos guantes cuya complexión se podría clasificar como algún tipo de cuero pesado. Se hincaban en la baranda flotante que se formaba en cada desfile escarlata, aunque con total certeza se diría que incluso sin adosarse, la entidad se mantenía en pie.

       Parecía no importarle en qué punto de su vida se hallaba, el tiempo en aquellos cuartos estrechos aparentaba correr distinto que en el mundo vivo y él controlaba todo el panorama de manera más que satisfactoria. Cuando pasaban de las cinco dentro de esos sistemas complejos y siniestros, él hacía una seña elevando su mano, indicación de que se levantaran y retornaran a sus labores comunes dentro de esa realidad.

       Sin esperar más, las sombras que habitaban aquel territorio se aproximaron al que prácticamente estaban obligados a adorar lo que restara de eternidad, lo cual, irónica y graciosamente era un cuento de nunca acabar y eso provocaba que el ente se sintiera poderoso de la forma más psicótica y retorcida.

       Ahora, se encontraba sentado en su trono de roja y densa oscuridad igual a la oscuridad en la que todo esto se daba. Con un profundo cántico en forma de silbido, llamó la atención de los que se clasificarían como sus secuaces de sombra y estos aparecieron flotando con cierta gracia brusca, traían consigo un alma de las ingresadas recientemente en teoría.

       Todavía contaba con su forma original, es decir, la de una mujer entrada a sus cincuentas y que en su vida había llevado el trabajo de espiritista, de médium, de bruja, dirían algunos y con su ingenuo modo de pensar había intentado destruir el reloj haciendo uso de toda planta considerada santa, sales, agua bendita e inclusive rituales. La mujer en cuestión, había logrado hacer enfurecer al señor del reloj y por ende, este disfrutó en grande el vengarse al arrancarla de este mundo de raíz para que al menos le fuera útil en sus filas.

       Teniendo a esa alma al frente, don reloj entrelazó sus dedos en el regazo y simuló observarla con cierto aire de burla por largo rato, hasta que en todo el espacio resonó una voz muy penetrante y ronca.

       ―¿Lista para tu castigo de hoy?

       A continuación, se oyó un fuerte impacto y con él, un desgarrador alarido de parte de aquel espíritu al que le apareció una marca negra de tamaño importante que la logró doblegar y hacer que se arrodillara a los pies del de la túnica.

Chronos VicissimDonde viven las historias. Descúbrelo ahora