Cassie.
El profesor Patrick hablaba efusivamente ante el pizarrón, pero no le estaba prestando atención. Mi vista estaba fija en el reloj, segura de que el timbre sonaría en cualquier momento, anunciando el fin de la jornada.
Las clases de filosofía siempre se me hicieron insufribles. En la secundaria solía imaginar que al estudiar psicología solo tendría que lidiar con asignaturas de mi agrado, pero claramente no fue así, y la clase del Sr. Patrick era el mejor ejemplo de ello.
Me volteé a observar los rostros de mis compañeros esperando que alguien compartiese mi estado de aburrimiento, pero no fue así; todos parecían prestar atención y tomar apuntes. Todos, excepto un chico.
Nunca lo había visto en clases. Estaba de pie, apoyado en el muro del final del salón. Vestía de negro, y sus brazos cruzados ante su pecho relucían con distintos tipos de tatuajes; algunos coloridos, otros más oscuros y siniestros. Traté de distinguir el motivo de estos cuando sentí el peso de su mirada sobre mí.
Fue entonces que nuestros ojos se cruzaron.
Sonó el timbre y todos comenzaron a guardar sus cosas al unísono. Después de unos segundos paralizada me volteé y comencé a guardar lo mío, algo confundida. ¿Por qué el señor Patrick no dijo nada sobre aquella visita? ¿por qué nadie hizo comentarios al respecto?
Absorta en mis pensamientos dejé caer un lápiz, y al inclinarme para recogerlo sentí una sombra proyectarse sobre mí. Levanté la vista y vi al mismo chico del fondo del salón, observándome con unos penetrantes ojos negros.
—Necesito hablar contigo —dijo.
—¿Te conozco? —Claramente no lo hacía, pero me pareció la mejor respuesta. Comencé a guardar mis cosas con mayor rapidez.
Miré alrededor, y vi cómo en ese momento iba saliendo el último chico del salón, quien me lanzó una mirada de extrañeza antes de desaparecer por la puerta.
—La verdad es que... —comenzó el chico ante mí, acariciándose nerviosamente el cabello mientras fijaba su vista en el suelo—, es que no sé lo que hago acá.
—Bueno, lo que se suele decir es que estamos acá para estudiar y ser unos buenos profesionales en el futuro, o al menos eso dicen mi madre y el decano.
El chico me miró extrañado, como si hubiese hablado en otro idioma.
—Mira —continué—, sé que está buena la plática, pero quedé con mi amiga para almorzar y se me está haciendo tarde —Aquello no era una mentira, ya que me había puesto de acuerdo con Sofi, mi mejor amiga, para comer juntas aquel día después de clases.
Me levanté con mi bolso y caminé hacia la salida con paso firme; quedarme sola en una sala de clases con un desconocido era lo último en mi lista de quehaceres.
—Necesito tu ayuda —dijo el chico desde mi puesto cuando yo ya iba por la mitad del salón—. Nadie más me presta atención.
¿Así que eso quería? ¿hablarme de sus problemas de chico marginal?
—Está bien... —dije a regañadientes volteandome hacia el chico. Después de todo, si estaba estudiando psicología debía ser capaz de ayudar a un adolescente con problemas existenciales—. ¿Cómo te llamas, en primer lugar?
—Devon —dijo el chico con una sonrisa de alivio, y comenzó a caminar hacia mí—. ¿Y tú?
—Cassandra —respondí a tiempo que Devon se paraba frente mío—, pero puedes llamarme Cassie.
—Mi gratitud es tuya, Cass —dijo con una caballerosa pero anticuada reverencia.
—He dicho Cassie —corregí. No sabía muy bien si estaba siendo sarcástico o si iba en serio.
—Creo que prefiero Cass —respondió con una sonrisa de suficiencia. Sus dientes eran de un blanco perfecto, al igual que su toda piel, lo que lo hacía parecer como si jamás se hubiese expuesto a la luz del sol. Aun así, lo que más llamó mi atención fueron sus ojos. Estos eran de un negro profundo, como si el iris y la pupila fuesen solo una, como si...
—¿Ocurre algo? —preguntó interrumpiendo mis pensamientos.
—Lo siento —dije sacudiendo la cabeza—. Mira, Devon, a veces está bien sentirse un poco solo, te sirve para... —me detuve. Estaba intentando aconsejar a este chico pero él solo parecía estar concentrado en sus manos.
—No me estás entendiendo —dijo sin dejar de mirar sus manos—. Tócame.
Abrí los ojos como platos. Esa era sin duda la última palabra que esperaba oír en aquel momento. Fue la gota que rebalsó el vaso.
—Suficiente, chico gótico —dije volteandome a la salida—. Me largo.
Comencé a caminar hacia la puerta cuando Devon me adelantó el paso, poniéndose en frente mío y obstaculizándome el camino.
—¡Cass, por favor!
Lo ignoré y continué mi camino, decidida a empujarlo a mi paso, pero al momento de hacerlo ocurrió lo inesperado: lo atravesé.
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DEVON
ParanormalMi dedo bajaba distraídamente el scroll del mouse mientras veía Tumblr, pero mi mente estaba muy lejos de allí. -¿Te das cuenta? Su voz me hizo aterrizar. Me volteé y vi a Devon sentado sobre en mi cama. -¡¿Qué demonios?! -Aún no me acostumbraba a s...