CAP 5: De Invernos e Infernos

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DEVON

—Dime la verdad, Devon... —exhaló Cass, deteniéndose en el medio de la calle. Llevábamos cerca de media hora buscando a su hermanito por los angostos pasajes de su barrio. Sus amigos optaron por tomar caminos diferentes, pero yo me rehusé a separarme de Cass—. ¿En serio no hay nada que puedas hacer? ¿No puedes utilizar tus poderes fantasmales o...?

Su garganta pareció cerrarse mientras sus ojos brillaban suplicantes. Estaba al borde de las lágrimas.

—Por décima vez —respondí después de una pausa—, no soy un fantasma. Si estuviera muerto, créeme que lo sabría. Además, tampoco tengo poderes sobrenaturales, ni nada por el estilo... Lo único que tengo es esta espada. —Desenfundé mi arma con naturalidad, aún sin descifrar del todo su utilidad. Aunque me había sido de ayuda la noche anterior, evidentemente este era otro tipo de conflicto—. Pero no creo que nos sea de mucha ayuda ahora.

La decepción cubrió el rostro de Cass. Apartó su mirada  para perderla en el centro de la calle, donde una alcantarilla de hierro yacía levemente abierta. Observé cómo el peor de los escenarios parecía pasar por su mente.

—Tienes que estar tranquila —Solté una sonrisa, tratando de animarla—, de seguro ya aparecerá.

—No sé de dónde sacas ese optimismo, Devon. Si mi madre llega y ve que Dylan no está... seremos dos los desaparecidos. —Aunque su frase contenía algo de humor, su tono fue de completa tristeza.

Sentí ganas de abrazarla y asegurarle que todo estaría bien.

—¡Es que en serio no entiendo qué está pasando con mi vida! —soltó exasperada, extendiendo sus brazos a los costados—. Primero apareces tú, luego esa bestia con tentáculos, y ahora...

Un escalofrío recorrió mi cuerpo.

—No puede ser... —dije a media voz.

Cass pestañó rápidamente y me miró con preocupación.

—¿Qué ocurre?

—Sigue buscando Cass, yo ya vengo —Desaparecí por un instante, y luego volví—. Si ves algo extraño, por favor, solo corre.

Desaparecí nuevamente. El frío y la oscuridad del lugar me reconfortaron. Ya no estaba en una dimensión a la cual no pertenecía. Aquí sí podía tocar, y más importante, recordar; estaba en mi mundo, el inframundo.

Según las leyendas humanas, el inframundo era un lugar ardiente, de extensas tierras volcánicas atestadas de fuego y demonios. Sin embargo, dicha descripción corresponde solo a la parte más profunda del inframundo: el Inferno.

Por el contrario, el castillo en donde me encontraba se alzaba en lo más alto y frío del inframundo, el Inverno. Gélidas colinas blancas habitadas por la última descendencia de humanos desterrados. Aquí gobernaba el Reino Blanco, y justamente en sus aposentos fue donde aparecí.

Me arrodillé sobre la baldosa blanca, dejando mi espada enfundada ante mí en señal de sumisión. Más adelante, unos escalones de cristal llevaban al Trono de Hielo, el cual era utilizado por  mi servidor.

-Tiene un hermano, señor. -dije con la cabeza agacha.

Mi voz resonó en la oscuridad. Los anchos muros y las puertas cerradas no dejaban que se filtrase luz de el exterior en el lugar. La única iluminación provenía del propio resplandor del Trono de Hielo.

—Explícate, Devon —respondió el magnate con voz solemne.

Levante la vista para mirarlo a los ojos. Vestía su túnica blanca y una corona de espinos alargaba su larga cabellera platinada.

DEVONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora