Prólogo

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            Pasos apresurados resuenan contra el pavimento, el silencio perturbador en la sala lo estremece. Deja la pluma en su lugar y los papeles regados en la mesa de caoba negra son abultados a un lado.

            Observa al hombre de armadura reverenciar frente a su persona y sabe que hay problemas.

            —Escúpelo. —Estóico ordenó.

           El soldado quien temblaba aún más con cada segundo que pasaba, no dejó de reverciarlo. —Rebeldes.

          Sin decir una palabra más, con espada en mano se apresuró a los alrededores del palacio para evaluar la situación.

             Los ruidos de las armas cruzarse lo despiertan de su sueño, observa a todos lados en la habitación solitaria.

            Sin embargo, el malestar que le embarga no es disipado. Y no demora en salir de aquella extensa habitación, corre por los enormes pasillos del palacio que ya conocía de memoria, pasa a varios empleados que se inclinan conforme pasa a su lado hasta llegar a la puerta que tanto le inquieta.

            Una habitación un poco más pequeña que la suya, con su toque infantil lo recibe. Sonríe con ternura ver a su hijo sano y salvo. Todo estaba relativamente bien.

         Pero ese malestar no se iba.

          Su sonrisa se vió irrumpida por una expresión de terror extremo, su cuerpo se mueve antes de poder procesar correctamente lo acontecimientos. En su mente solo estaba la imagen de hijo, su pequeño.

         —¡Raiden!

         No hay vuelta atrás, no duda en empujar y ocupar su lugar, todo se vuelve borroso, las voces discrepan en sus oídos, solo escucha el retumbar de las puertas, junto a una nueva figura en la sala antes de caer.


          Tarde, había llegado tarde. El inherte cuerpo de la persona que más amaba en la vida yacía en el suelo, el líquido carmesí esparcido.

         Sus ojos pican. Se adentra al lugar, sus mirada llena de furia se centra en la figura anónima, no duda en cortarle la cabeza para la cereza del pastel.

         El metal resuena contra la madera, su espada resbala de sus manos ante la fuerza que pierde mientras se acercaba al cuerpo de su omega.

          Una pequeña cabecita se asoma a dos pasos, con lluvia escurriendo de sus ojitos sin parar.

         No lo cree, ni lo haría. Porque no puede aceptar lo que tenía con claridad. Se arrodilla ante él, toma con delicadeza su rostro en sus manos, apoyándolo en sus piernas.

         —¿Agi? —Pero no hay respuesta. —Vamos. Despierta. —El silencio es lo que obtiene.

          Aquellos luceros que resplandecían en el más profundo océano lleno de vida, ahora, estaban vacíos. Su piel, se volvía cada vez más fría. Su pulso había parado, su corazón no latía. Su amor había caído.

            Él no se mueve, parece completamente fuera de sí. Su aura ya no era la misma.

            Aquel niño que abrazaba a su peluche se acerca, quiere saber, quiere entender. Busca a su madre que yacía en el suelo junto a su padre, pero presiente en nada está bien.

           —¿Mamá? —Quiere acercarse, su manita quiere alcanzar a su madre, quiere abrazar a su madre, pero no alcanza, su mano no lo toca, y su cuerpo es aventado con furia.

           Suelta una quejido lastimero, sus ojitos llorosos muestran el miedo en su expresión.

           —Aléjate. —Ese ya no era su padre. Ese, era un monstruo fuera de control.

           Aquellos ojos que alguna vez transmitieron un intenso resplandor turquesa son cegados por la oscuridad en su alma.

            —Todo es tú culpa.

            El pequeño negaba abrazado aún de aquel osito de peluche manchado de sangre. Se levanta con torpeza con miedo. Escapa de la habitación sin mirar atrás. Él quería a sus padres de vuelta.

          —¡Joven príncipe!

         Logró escapar, corría queriendo encontrar una manera de que sus padres regresen a como eran antes. Solo quería a sus padres de vuelta.

            Los ladridos de los lobos alteran, cae y rueda varias veces contra las ramas, su ropa se rasguña y su piel se hiere y llena de moretones, se ve rodeado por lo sabuesos, tropieza y cae al lago que había debajo del precipicio en aquella pequeña catarata.

          No puede respirar, se siente frío y llora a pesar de que esas lágrimas se las lleva el agua.

           "Mamá, Papá" fue su último pensamiento antes de caer en la inconsciencia

           "Ayuda".












*"Agi": es la abreviatura para Isagi*

✓Hola, a los nuevos y ya conocidos lectores. A los que saben de lo que hablo aquí el prólogo de una de las historias que tengo en proceso.

Espero que les guste tanto como él tráiler que deje en mi otra historia "The Ocean", y que les sea interesante.

👍Gracias por leer☺️

Todo está entrelazado /RinSagi/Donde viven las historias. Descúbrelo ahora