Ambos se abrazaron. Aquino estaba en posición nupcial sobre las piernas de Duxo, rodeando con fuerza su cuello y echándose a llorar ahí mismo.
--Duxo.. Duxo..-- Balbuceó entre llantos, aún adolorido y recobrando su respiración tras la sobrecarga de adrenalina que aún recorría sus venas sobresalientes en su rostro. Su amigo lo mandó a callar suavemente; no obstante, este se negó a obedecer. Quería sentarse, verlo frente a frente, su único obstáculo: el dolor infernal de su cuerpo.-- ¡Escúchame! Sé que mi confesión fue el causante de todo esto.. Lamento tanto haberlo hecho.. No quería dañarte de esa forma, tampoco quería que te alejaras de mi lado. ¡No tienes idea de cuánto tiempo te maldije solo porque no podía olvidar mi amor por ti! Hoy.. puedo decir que estoy dispuesto a sepultar mis sentimientos para que te quedes a mi lado.. porque.. lo que dije en la mazmorra yo..-- Fue interrumpido de inmediato.
Esta vez no fue un golpe quién hizo el trabajo de apagar el sonido entre estos dos, ahora eran unos labios dulces y cálidos quienes impactaron contra los suyos y se quedaron inmóviles el tiempo necesario para calmar toda su mente. Ambos se miraban directamente en el proceso. Es en ese entonces que las orbes miel del chico castaño vieron por primera vez los ojos húmedos de Duxo: era como si un río transparente hubiese invadido las galaxias del universo de sus ojos. Podía jurar ver cómo las estrellas del cielo se reflejaban en ellos.
Aquello le daba un toque inexplicable.
--Vuelve a casa conmigo.. por favor..-- Un susurro era todo lo que bastaba al momento de alejar sus bocas.
--No hay nada más que quiera hacer ahora mismo... Pero, ¿cómo?--
--Solo sígueme.-- Guardó su dragón en su bolsillo.
Ambos se sonrieron y limpiaron sus lágrimas. Duxo tomó de la mano a Aquino y lo guió hasta la guarida descubierta del dragón -ahora dragona-. Encima, en un pedestal, yacía su huevo y abajo, como si de una pileta se tratase, corría el agua que los devolvería al mundo normal. Duxo, aunque se negase, entró primero que Aquino."Y el universo dijo que no estás separado de todas las demás cosas. Y el universo dijo que tú eres el universo probándose a sí mismo, hablándose a sí mismo, leyendo su propio código. Y el universo dijo: Te amo, porque tú eres el amor. El amor que yo encontré"
Aquino, sin embargo, tenía un destino bien aceptado y una idea fija: no iba a arrastrar a Duxo con él. Se encargó muy bien de disimular su dolor, de ocultar con su chaqueta el enorme agujero en el que se había convertido su herida, su armadura fue cómplice hasta sus últimos días de tapar su brazo completamente consumido por la oscuridad. Su pecho, piernas y dedos fueron lo primero en desintegrarse dentro de aquel viaje de apenas tres segundos. Su sangre se drenó, tuvo un infarto ahí mismo. En conclusión, no resistió y falleció sin soltar un solo quejido ni sentir algún tipo de dolor.
Duxo despertó de un sueño con un fuerte dolor de cabeza, pero nada le impediría levantarse y abrazar a su amado. Se dio cuenta de que estaba en una jungla, en medio de la noche y sin ninguna pertenencia. Extrañamente se sentía más débil, vacío. ¿Qué estaba pasando? ¿Dónde está Aquino?
¿Quién era Aquino?
Duxo falleció de caída, así se lo hicieron creer sus amigos a los habitantes que lo acogieron. En su tumba yacía "Vuela alto, amigo Duxo" al lado de un "Siempre te recordaré" en la lápida de Aquino. Ambos tenían sobre el césped, para nada agujereado y que no protegía ningún tipo de cuerpo, una flor que destacaba de las demás, pues una era morada y la otra amarilla con toques naranjas. Dejadas por Mictia y Locochon respectivamente.
Sobre el libro y las demás pertenencias de ellos, fueron respetados y el acceso a estos se restringió completamente, ni siquiera Locochon o algún amigo cercano a Duxo podían acercárselos.
Él se sentía vacío, aunque sin recuerdos, creía que estaba incompleto en ese mundo. El castaño nació nuevamente en un poblado en el desierto, hijo de herreros y cerrajeros, siguió los caminos de su padre. Más nunca se casó ni tuvo herederos.
Duxo demostró una capacidad de liderazgo cautivadora, iba de pueblo en pueblo aumentando la cantidad de personas que lo seguían por sus ideales. Cautivó a niños, jóvenes y adultos con sus impresionantes aportaciones e ideas. Creían en él porque demostraba tener un corazón fuerte y, extrañamente, se parecía a aquel domador de dragones del que tanta inspiración de valor y desempeño inundó los corazones de la generación más deseosa de libertad.
Con la ayuda de sus seguidores hizo un golpe a la monarquía de un reino despiadado, se encargó de hacerse con la corona y nadie se opuso. Convirtiéndose así en el mejor rey que viviría para la historia. Se dice que le gustaba mucho hablar para una audiencia, de ahí el "portavoz de Dios" con el que fue apodado.
"Algo falta" pensaban al mismo tiempo cuando sentían sus vidas en la cúspide de su realización. Un sentimiento que los aquejaba por igual pero geográficamente en polos totalmente opuestos.
Duxo, a pesar de ser un rey, jamás se interesó por tener concubinas, sirvientas o bufones. Se mantenía siempre humilde, muchos quienes ansiaban el poder se pusieron en su contra con el tiempo. Un día solicitó a los reinos y pueblos vecinos que trajeran a sus mejores herreros y cartógrafos. Ansiaba nuevas conquistas, nuevas tierras, y necesitaba sus ayudas.
Fue un 29 de diciembre cuando los carruajes con los convocados invadieron las puertas del palacio. El rey los recibió en su salón con entusiasmo, cada uno saludó como corresponde al monarca.
Ahí lo encontró, despertaron el interés inmediato en sus mentes. Sus miradas eran inexplicablemente conocidas.
-¿Cómo te llamas?- Le brindó el permiso de besar su mano, extendiendo la misma hacia él.
-Aquino, su majestad.- Hizo la reverencia correspondiente bastante bien a decir verdad. Tomó la mano cubierta en seda del rey y la besó delicadamente.
-Hm, lindo nombre- Se miraron y sonrieron tímidamente.
Gracias a todos los que leyeron la historia y votaron. Este es el final.