--¡LOCOCHON! -- Arremetió con fuerza, progresivamente acercándose a su punto más alto en su escala de rabio.-- ¡QUE MIERDA HICISTE CON ESE LIBRO!-- Espaciando cada palabra, marcándola con una voz quebrantada, potente y cortante.
--Duxo, relájate y podremos hablar.. Solo escúchame, este no eres tú...-- Retrocedía su amigo o considerado hasta hace poco como uno.
Las crueles frases dichas por el pelinegro de alas hacían retumbar la infraestructura. Se sabía por el sonido emitido en medio de la infinita oscuridad de piedras y trozos de madera que caían del techo y las paredes. Entre estas, un sonido como de huesos golpeándose en un frenesí constante se aproximaban.
--¡Ese libro era de AQUINO! ¡Su más preciada pertenencia! ¡¿DÓNDE LO TIRASTE?!.-- Desconocía en ese momento las consecuencias de los tonos tan altos de su voz.
--¡Jamás lo tiré! ¡Está en la base! ¡Ahora cálmate, ¿si?!.-- No hubo respuesta ante eso, solo un escalofriante sonido de agonía tras ellos dos.
En medio de la sala de ladrillos rojos, Duxo, giró bruscamente y observó como antaño una marcha de esqueletos empuñando sus espadas y acechando ya muy de cerca. Este se colocó frente a Locochon, protegiéndolo, empuñó una vieja espada de fuego, desgastada y sin poder en sus llamas al igual que en su agarre, se había vuelto notablemente pesada para él. El lobezno quién observó ese detalle le tomó del hombro y lo obligó a colocarse a su lado nuevamente. Este sacó un escudo y una empuñadura de diamante.
--No lucharás solo nuevamente, lo haremos juntos.-- Tal y como si hubiese olvidado estar, hasta hace minutos, acorralado contra una esquina, siendo arrematado por quien le cubría las espaldas ahora, su voz tomaba un aire victorioso y determinado.
El ave se sintió aliviado, le asintió con la misma autoridad y determinación. Finalmente ambos afrontaron de lleno a la primera fila de estos seres abominables. Luego la segunda y finalmente destruyendo la fuente de estos tras una pared.
Investigando un poco más el lugar, notaron un espacio que se diferenciaba enormemente por su gran capacidad en comparación al de las demás salas. El primero en ir a explorar esto fue Duxo.
Abrió un cofre en medio, de entre los 3 más que yacían viendo en cada dirección, lo que vio lo dejó gritando boquiabierto.
--¡LOCOCHON! ¡Mira!.-- Una vez el lobezno llegó dejó que viese los demás cofres, su reacción fue similar o más exagerada que la suya.-- ¡Yo conozco estas perlas! ¡Quizá nos lleven a Aquino!--
"Nuevamente tocas ese tema..." Pensó Locochon, miró con atención las facciones de un Duxo que no perdía las esperanzas, muy diferente a como venía horas atrás: sabiendo del cruel destino si no encontraban nada.
--Duxo...--
Duxo lo sabía, sabía a qué se estaba por enfrentar ahora, un enemigo tan fuerte como lo es la voluntad: el sermón de su amigo quién intentaba hacerlo entrar en razón. Tal vez estaba siendo egoísta, arrastró a un grupo de personas a su tormento, se privó de tantas cosas, pensó en acabar con su vida preso de la culpa y la soledad. ¡Pero simplemente no podía abandonar su sueño! Cada pequeña gota de sudor derramada, cada lágrima y todo el sacrificio que significó llegar hasta donde estaba ahora, ¿y dejarlo repentinamente?
--¡Ni hablar Loco! Puedes irte a casa si gustas, ¡No me convencerás de rendirme, estando tan lejos!.-- Tomó todas las perlas posibles y mucho de un polvo especial que solo lo daban criaturas del inframundo cubiertas en llamas y tan duras como el metal. El lobo estaba atónito.-- No escucharé una más de tus palabras.. Gracias por ser mi amigo y confiar en mí, dile a todos que estaré bien y que no pueden quedarse con mis propiedades porque no moriré.--
--... Estás completamente loco...-- Observó a su amigo trepando la pared con sus débiles brazos, solo porque era impulsado por su valor no se caía.
--¡No moriré! ¡¿Escuchaste?! ¡NO MORIRÉ!.-- Eufórico, se marchó del lugar.
Sabía que estaba en la punta del iceberg y un largo camino lo aguardaba aún hasta el final. Su primer paso fue armar una mesa de trabajo y convertir las perlas en hermosos ojos de Ender, en total fueron 15, pero conseguiría más en el camino. Se armó con buenas armas lo más rápido que pudo, aunque no fuesen de diamante, servirían.
Lanzó el primer ojo, este voló como siendo jalado por un hilo invisible, una fuerza invisible e incomprensible para él hizo que dejara de moverse y simplemente cayera.
--Ahí voy Aquino.. aguarda..-- Siguió el camino, a pie.
Se armaría mejor en diferentes construcciones de enemigos, sin perder mucho tiempo entraba corriendo a toda velocidad y saqueaba los cofres que consideraba más valiosos. Algunas hazañas lo dejaban al borde de la muerte, pero, con suficientes recursos para alimentarse y curarse en unos pocos días, no le importaba. Poco a poco consiguió hacerse de armas mejores, encantamientos increíbles y consiguió hacerse de fama entre los pueblos más jóvenes, aunque no lo sabía.
Una noche que fue acaparada por la espesa neblina que no dejaba ver más allá que destellos a lo lejos y tus propios pies, se enfrentó a un dragón de fuego. Su mayor enemigo, quien a su vez era el determinante para que su vida llegase a ser lo que es, volvía para buscar venganza por sus caídos en batalla. Un Duxo para nada flaco, que lo ha vivido todo, luchado contra todo y sobrevivido a todo, lo enfrentó con proeza. El resultado fue una victoriosa pena de muerte del caballero hacia la criatura. Dicho animal terminó por aceptar quién era el nuevo emperador de los cielos y se dejó ser domesticado por el mismo.
Dotado de una imponente armadura de hierro, a lomos su dueño, señoreaban los cielos en línea recta.
Entre los niños corrían varias versiones de un hidalgo maldito, condenado a vagar por el mundo hasta encontrar un portal que le devolvería la vida y le quitaría la maldición. Otras versiones distorsionaban más la historia.
Lo cierto es, que él luchaba por venganza, por amor y para salvar a su pobre alma de la condena.
The end - ???
--¡MUÉRETE!.-- Gritó mientras saltaba de una enorme torre, en un acto suicida logró encajar su espada en las duras escamas negras de su cuerpo.
El dragón cayó en picada de inmediato, soltando un rugido de dolor. Por la turbulencia se abría una herida en su torso de la cual no derramaba sangre, ni ningún líquido. Con tal corte mortal lo único que hubo fue un destello cegador del color lila de sus ojos. Lamentablemente, fue un rayo directo a la visión del chico de cabellos castaños ondeantes, quién, de dolor, sacó su arma y se tapó la cara dejándose caer a más de 27 metros de altura. Acabando con un limpio aterrizaje sobre el pozo de agua que había preparado para esos casos.
--¡¡JODER!!-- Entre la impotencia y la ceguera que, rogaba, sea temporal. Se echó a llorar amargamente en un refugio.
Odiaba cerrar los ojos, odiaba dormir o perderse en sus pensamientos porque ahí aparecía la misma figura, el mismo semblante, mismo personaje que lo condenó a esta vida y que aún no lograba dejar de amar completamente.
--¡¡MALDITO SEAS DUXOO!!--
Stronghold -- Boca del portal
Una voz, que el llamaba maldita o satánica, repitió su nombre como eco. Lo hizo de una forma tal que no supo descifrar si provenía de su consciencia, estaba delirando o si era el viento.
Tardó minutos, casi una hora, en armarse de valor a descubrir un nuevo mundo. "Solo es un salto" pensó, "¡Ya estás aquí, salta!" se exigía, "¡Hazlo de una vez maldito cobarde!" Y saltó.
Mareo, ganas de vomitar y un infinito paisaje del universo fue todo con lo que pudo describir la experiencia apenas su cuerpo fue succionado por la fuerza entre dimensiones. Una vez apareció sobre una plataforma de obsidiana construida flotando muy desnivelada a lo que parecía ser un suelo, agradeció con todas sus fuerzas no haber sido desmembrado.
No perdió tiempo y construyó hacia tierra firme. Lo que vio fue indescriptible, además de hermoso.
Habían más tierras que esa, al rededor, muchas más islas flotaban con árboles, grandes construcciones, ¡incluso criaturas horriblemente adorables! ¿Cómo encontraría a Aquino entre todo esto?
Y entonces, una señal vino a su ser en forma de una caída al agua casi congelada.
Tras un grito, surgió el desespero, las salpicadas enormes debido a las aleteadas que daba con sus brazos y las patadas que hacían temblar el dichoso pozo de agua alertaron al dueño de esa construcción, quién, conociendo de enemigos y que todos estos eran incapaces de tocar el agua, salvó a aquel muchacho.
--¡¿Duxo?! E-Eres... eres tú.. -- La sorpresa dio paso al dolor y la tristeza. No podía creer, ni quería hacerlo, que la persona más indeseable en sus últimos años de sufrimiento ahora se haya convertido en su única esperanza. No se movió durante un tiempo, preso del impacto.
Apenas recobrando el aliento.-- ¡Aquino! Oh Dios no puedo creer que sigas con vida.. ¡Cuanto te extrañé!.-- Y se echó a reír de forma ingenua, palmeando la cara de su ahora salvador. Indudablemente, entre risas, las lágrimas caían.
--Tú no deberías estar aquí.. Tú.. ¡Tú moriste! ¡Estás muerto para mí!.-- Lo apartó, pensando en si irse nuevamente o quedarse. Optó por este último por que, ¿A dónde iría? Tienen un dragón persiguiéndolos.
--¿¡Qué!? ¡¿Te atreves a decirme eso después de llegar hasta aquí POR TI?!.-- Negándose a dejar de sentir su piel, lo atrajo y lo abrazó con fuerza para continuar.-- Estuviste muerto para todo el mundo, menos para mí. Jamás me rendí de buscarte.. y mírame, te encontré..--
--Pero no quería ser encontrado..-- Aunque se notase inseguro de sus propios comentarios, él seguía en una posición defensiva.-- Para qué viniste.. moriremos aquí, ¡no hay salida!-- Con esa afirmación, dejó resonar su espada contra el suelo y lo abrazó con las manos desnudas, temblorosas pero con la suficiente fuerza como para estrujar ambos pechos entre sí.
--Tranquilo, mira encontraremos una forma de salir...--
Iba a continuar cuando el dragón, celoso, los agredió con su aliento mortal. Ambos saltaron y rodaron tras una torre de obsidiana. Aquino miró hacia arriba y luego a su acompañante.
--¿Tienes flechas?--
--¿Qué harás?-- Cómo negarse a los mandatos tan ansiados todos estos años. Se quitó un bolso de cuero que traía en la espalda y lo dejó en el suelo.
--Destruiré su fuente de energía, tú, por lo pronto, ayúdame con conseguir suficientes bloques.--
Duxo comprendió lo que quería, si necesitaba altura, él la tenía.
--Tengo algo mejor.-- De una bolsa negra amarrada con una correa al costado de su pierna, sacó un artefacto del cual emergió un enorme y majestuoso dragón. Su sola respiración era imponente, aquella mirada y comportamiento fiel a su dueño, hicieron que Aquino saltara de impresión.-- Jajaja, tranquilo, es mío.--
--¿Puedo montarlo?.-- Lo intentó, era tan grande que debió saltar para si quiera acercarse a tocar la silla de montar. El dragón pareció alzarse más sobre sus patas y finalizar con un latigazo con su cola sobre él.-- No me quiere.--
--Claro, es mío.-- El dragón al ver que su dueño quería subir, se pegó contra el suelo y colocó sus alas en el suelo como imitando una escalera. Este se acomodó sobre la montura y empezó a volar al rededor. Su tamaño era mucho mayor que el del dragón.-- Adivina quién más tiene un aliento de fuego.--
Aquino suspiró con una sonrisa, ahí estaba el Duxo impulsivo que lo sacaba, dulcemente, de sus casillas. Sin más remedio aprovechó su puntería excepcional para acabar con todas y cada una de las torres. Poco a poco pudo ver como el dragón pareciese brillar nuevamente por agujeros en su piel, causados por las flechas del híbrido, sus ataques de espada y el fuego arrasador de su mascota.
Este no se quiso quedar atrás, gastó todas y cada una de las flechas. Cuando vio la oportunidad se montó de nuevo en el enemigo, sin miedo a caer porque confiaba en su pozo de agua.
--¡AHORA SÍ, DRAGONCITO! ¡MUÉRETE!.-- Subido en su cuello, sus piernas presionando con fuerza para no caerse, empuñó su espada bien en alto y sin remordimientos -y con una satisfacción enorme- atravesó su cráneo desde arriba hasta abajo, en forma vertical.
Con esta herida la batalla contra el dragón acabó. Poco a poco su cuerpo se cuarteaba, dejó de volar pero contrario a lo que creía Aquino, este no estaba próximo a estrellarse contra el suelo. Inmediatamente su razonamiento le dijo "salta", pero antes vio abajo, se habían alejado de su zona segura.
Rayos de iluminación salían en direcciones distintas, en pocos segundos el dragón se había evaporizado casi en su totalidad.
--Vamos Aquino.. salta, salta-- Decía Duxo quién veía todo con un temor enorme de perder nuevamente a su amigo.--¡¡SALTA DE UNA MALDITA VEZ!!-- Nada más que eco presidió.
Aquino se dejó caer, cogió una velocidad incalculable, cerró sus ojos esperando su muerte.
--¡Te tengoooo! ¡Ajá!-- Pasó tan rápido como una ráfaga, el dragón de Duxo logró atraparlo en el preciso momento. Algo sin duda para aplaudir.--¡Aquino abre los ojos! ¡Estás a salvo!--
--¿Duxo? Cómo... tú.. me-me salvaste..--