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Ella regresó exactamente para el octavo día del Yule del siguiente año.

Fue directo hacia la Madriguera. Era de noche y había un verdadero banquete Weasley al que asistía casi toda la familia, como era de esperarse. Harry estaba ahí, por supuesto. Y sus hijos también.

Lo que no podía haber predicho era la parte en la que se encontraba a su Lily medio sentada medio arrodillada sobre el regazo de Draco Malfoy, muy concentrada en hacerle colas a su cabello rubio platinado con unas "cintas navideñas", mientras Albus y James se reían por una anécdota tonta que estaba contando de cuando Harry era un adolescente.

Harry fue el primero en notar que había entrado alguien más al comedor. Estaba por regañar a Draco por contarle eso a los chicos, sostenía una bandeja que Molly le pidió llevar y sus ojos se movieron hacia el borde del comedor por pura casualidad.

Nadie había escuchado a Ginny entrar a la Madriguera, pero ante la reacción de Harry, un montón de rostros se giraron hacia ella y un silencio repentino cayó sobre la habitación.

Molly entró al comedor después de Harry con ollas levitando frente a ella y estaba por preguntar qué había pasado cuando la vio también.

No creía haberle visto una expresión tan enojada desde que convirtió a Bellatrix Lestrange en piedra, pero como todos sus nietos estaban presentes, colocó las ollas en la mesa y se retiró con tanta dignidad como podía, indicándole a su hija que quería hablar con ella en el garaje.

Eso no bastó para disimular su reprimenda. En el comedor se podía oír la voz de Molly completamente furiosa gritándole que la familia no se abandona, y que entre todas las cosas que creyó que sus hijos podían hacer mal alguna vez, jamás se le habría pasado por la cabeza que crió a alguien capaz de hacer eso.

Draco había puesto un hechizo en torno a los tres pequeños Potter, igual que los Weasley con sus hijos, así que los niños podían continuar con su cena tranquila y hablar entre ellos, mientras eran los adultos los que intercambiaban miradas incómodas y luego se fijaban en Harry, como si no estuviesen seguros de qué hacer al respecto.

Harry le dio una mirada suplicante a Draco y él agitó una mano y le aseguró sólo moviendo los labios, sin hacer ruido, que se ocuparía de que los niños no escuchasen y siguiesen con su cena y jugando. Lily, que sólo había tenido un vistazo de la mujer en la orilla del comedor, había regresado a peinar a Draco y tanto James como Albus se olvidaron del silencio extraño que se formó por algo que uno de sus primos les decía.

Él musitó un agradecimiento y abandonó el comedor. Fue hacia el garaje y se coló dentro en silencio. Sentía algo de lástima por ella, a pesar de todo.

—Yo-

—¡No te atrevas! —Molly apuntó a su hija con un dedo tembloroso. Tenía la cara tan roja como su cabello—. ¡Ni siquiera se te ocurra contestarme, Ginevra! No me interesa la excusa que quieras poner. ¡Dañaste a mis nietos y te parece que es buena idea regresar en pleno Yule después de cuatro años! No hay forma de hacer que esto se vea como si no actuases por puro egoísmo…

Harry se aclaró la garganta para notificarla de su presencia. Molly se obligó a respirar profundo y se giró hacia él.

—¡Oh, Harry! No hace falta que vengas. Vuelve a la mesa. ¿No te van a extrañar los niños?

—Están bien con Draco…

—¡Pues te va a extrañar Draco! —repuso ella en tono suave, agitando las manos para instarlo a irse—. No tienes que preocuparte por esto ahora, vete, vete. Tengan una linda cena. Es una cena para la familia —Lo último lo dijo en un tono muchísimo más duro, viendo de reojo a Ginny.

YuleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora