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Vida y muerte
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La chica se encontraba sentada sobre sus rodillas la cabeza baja y las manos con grilletes y pesadas cadenas que la obligaban a mantener sus manos en su regazo, llevaba el vestido azul que la obligaban usar, era horrible parecía una prostituta, además la adornaban, cómo animal de feria, le ponían coronas en la cabeza y rubor en sus mejillas. Se encontraba en medio de una multitud de hombres que se mantenían alejados de ella porque de su cuerpo salía una extraña energía que los quemaba y por lo tanto los obliga a mantenerse alejados, casi se sentía como un animal indefenso en medio de una maraña de depredadores, defendiéndose solo con su coraje y su valentía, pensar que si bajaba un poco la guardia esos hombres malos podían disponer de ella a su merced, la idea la hizo llorar y sus amargas lágrimas empezaron a caer por sus mejillas, apretó las palmas con coraje.
—Anda ya, que solo la estamos observando —. Grito con coraje uno de los hombres.
—Cierto preciosa, ¿Porque lloras si aún no te hacemos nada?—. Exclamó otro.
Miranda se despertó de golpe y con un sobresalto, no estaba en su habitación de Arrakis, estaba recostada en algo suave y duro a la vez, se froto los ojos tratando de adaptarse a la oscuridad del ambiente, estaba en una habitación, estaba en el suelo de una habitación, luego hizo memoria.
Había estado charlando con Paul, después el escudo se cerró y ya no pudo salir así que ella y su pelotón se tuvieron que quedar a dormir, Paul la invitó a quedarse con él así que se dirigieron a su habitación la cual le pareció bastante interesante a la chica, estuvieron platicando un buen rato, de todo y de nada, de las visiones proféticas de Paul y los poderes de Miranda, lo cual al chico le parecía muy interesante, así que la chica gustosa le mostró parte de sus poderes invocando un suave viento que le acariciaba la cara a Paul y le revolvía el cabello ondulado, el chico cerró los ojos disfrutando de la brisa mezclado con la esencia de la chica, la cual decía que su perfume duraba diez segundos, Miranda se permitió ver el paisaje que tenía frente y sonrió, por primera vez en tanto tiempo.
Después se empezó a hacer tarde y Paul le ofreció asilo en su habitación esa noche y una camisa de él con tal de que se deshiciera de su vestido negro aparentemente incómodo, después Paul acomodo varias mantas en el piso y le alcanzó una manta que ahora el chico la tenía completamente para él, Miranda lo observó dormir, estada de lado y recargado el las almohadas, con las manos hacia el frente, los labios entreabiertos y sus largas pestañas acariciándole las mejillas, Miranda se tranquilizó al saber que estaba con él y que nada malo le iba a pasar que Paul la iba a proteger, con ese pensamiento se volvió a recostar al lado de Paul y cerró los ojos, inconscientemente puso una de sus manos sobre las del chico y así volvió a dormir, tranquila, segura.
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A la mañana siguiente la despertó el sol y sonidos desde el exterior, la chica se desperezo tranquilamente, y abrió los ojos, estaba sola, Paul se había ido, se había despertado mas temprano que ella, era obvio que el chico tenia mejores hábitos que cualquier chico que hubiera conocido, una de las sirvientas entro con un vestido en las manos, perecía de alta sociedad, casi se echo a reír.
-La señora Jessica me ordeno que le trajera este vestido y le pidió de la manera mas atenta que la acompañara a tomar el desayuno, seria un gran honor contar con su presencia-. Miranda sonrió y accedió, debía de aprovechar esa amabilidad lo mas que pudiera, quizá dentro de un tiempo ya no seria tan frecuente.
El vestido le apretaba del pecho y le picaba del todo el cuerpo, pero no se podía rascar, era de mala educación rascarse las piernas frente a la señora del duque, aun así como le picaba el cuerpo.
-Espero te guste el desayuno-. Exclamo Jessica, Miranda fingió una sonrisa lo mas amble posible. -No sabia que te gustaba así que pedí que prepararan un poco de varias cosas-.
-Todo esta delicioso-. Exclamo la chica, en realidad no era de comer muchas cosas, casi siempre se conformaba con un pedazo de pan agrio y queso o solía mordisquear alguna fruta durante el día, y ahora tenia un festín frente a sus ojos, era demasiada comida.
-Así que sufriste mucho, antes de convertirte en la heredera de Arrakis-. Miranda volteo a ver a Jessica con cuidado, sabia que corrían rumores sobre su historia, pero jamás se había detenido a desmentir o verificar cada uno de ellos, simplemente los dejaba ser y ya.
-Es una larga historia-.
-Y también he escuchado muchos mitos-. Eso era obvio, algunos decía que Miranda era un ángel o un demonio, que había nacido por medio de los dioses, que sus poderes estaban malditos, claro, nunca a nadie se le ocurrió que alguna vez en realidad, si fue niña y era completamente humana con poderes que ni ella podía decir la razón -¿Que me puedes decir sobre ello?-
-Existen muchos mitos sobre mi, elija el que mas le agrade, señora-.
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Paul pensaba, habían llegado al desierto por ordenes del emperador, era un tierra completamente desconocida para él, sin embargo no se sentía tan fuera de si, Miranda se había alojado temporalmente en el palacio, se había comprometido a mostrarles el desierto en su mayor esplendor y tenerla a ella era una garantía de que los habitantes Fremen no les harían daño, y Paul podría pasar mas tiempo con ella. Los planes de su madre era que ambos se llevaran bien para que así Paul tuviera aceptación del desierto, y los planes del padre de Paul era casarlos, para así tener una convivencia directa y sana con los Fremen y así poder explotar el desierto de especia lo mas posible; y para Paul, simplemente sabia que en sus sueños la había buscado tanto que ahora que la tenia frente a él no lo podía creer.
Quizá necesitaba mas tiempo para adaptarse o tal vez...
La llegada de Duncan lo hizo salir de su ensimismamiento, quizá el guerrero le aclararía las dudas en su cabeza y quizá le daría algunos consejos de como liderar con sus sentimientos.
Después de un rato de que Paul expusiera sus dudas ante su amigo, y Duncan se la pasara escuchando con el ceño ligeramente fruncido, exclamo. -Así que, de todas las chicas que te podía enamorar, te fijaste en una que es la mas poderosa del desierto, ¿me equivoco?-. Paul soltó un gruñido de rechazo, pero asintió. -Bien, el tiempo que he pasado con los Fremen descubrí algunas cosas, veneran a la chica, es mas que un líder religioso, nadie sabe en realidad de donde vienen sus poderes o el porque, pero mira conseguí algo de unos sabios-. Duncan le ofreció un libro a Paul, de esos que se pueden poner en un reflector y observar lo que tienen para enseñar. -Es mejor que observes eso, chico, antes de que sigas con esto-.
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Hola gente, como estan?
Mil y un disculpas por publicar hasta hoy es que he tenido cosas que hacer, pero en fin, aqui esta el capitulo, espero que les guste, comenten y voten, los adoro, adios <3
