Nueve

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"Alguien nos ha estado siguiendo" murmuró Higuchi, mirando discretamente una ventana. "Alguien calvo y alto"

Gin no podía creer que no se haya percatado de algo así antes. Sea como sea, no dejó que las divagaciones la distrajeran ahora, sin perder más tiempo se dirigió a la puerta del local, lista para hacerse cargo de ese tipo.

Antes de salir, Kyoka ya la estaba esperando ahí.

"Te acompaño". 

Gin solo asintió. Ambas salieron del lugar tratando de verse tan discretas como era posible. Miraban alrededor buscando una persona con la descripción que les dio Higuchi, pero la calle estaba tan concurrida que era difícil de identificar.

Decidieron separarse. Gin fue a buscar entre los callejones, pero mas allá de algunas ratas y gatos, no se veía ni una alma. Comenzó a desesperarse, pronto anochecería y encontrarlo sería más complicado. 

Estaba a punto de llamar a Hirotsu cuando oyó una cubeta caerse a unos cuantos metros. 

Se acercó cuidadosamente, sin hacer ruido. Cuando estaba cerca de el vió a un hombre asomarse, usaba una camiseta negra de tirantes que permitía ver un tatuaje en su brazo. Era una estrella de ocho puntas y rodeada por dos círculos amarillos y negros, no pudo verla más a detalle porque el hombre se volvió a esconder. 

Gin se apresuro para llegar al callejón en donde estaba ese hombre, sacando una daga lista para apuñalarlo, pero cuando llego no había nadie. 

No podía ser, no fue más de dos segundos en lo que se tardo en llegar, ¿cómo se había ido tan rápido?

Solo dio dos pasos más cuando sintió a alguien detrás de ella, a penas tuvo tiempo de reaccionar y lograr cortarle un poco el brazo cuando el hombre le atinó un golpe en la cara tan fuerte que la tiró al suelo.

Gin intentó levantarse tan rápido como pudo, pero solo pudo despegar un poco su cuerpo cuando él la pateo en la cabeza. Sintió un liquido recorrer desde su frente a su mejilla, vio unas cuantas gotas rojas caer al suelo. Se tomó un momento para tomar impulso y levantarse de una vez. 

Se sentía algo mareada, pero aún así levantó sus dagas lista para pelear.

El hombre sonrió y se puso en posición de guardia. Gin se mantuvo quieta unos segundos, disidiendo si defender o atacar. 

Tomo aire, apretó más el agarre de sus dagas. Dio un paso al frente y comenzó a soltar ataque tras ataque, pero él los esquivaba con agilidad, casi sin esfuerzo. No importaba cuantos cortes en el brazo le hiciera, no parecía afectarle en nada.

Gin seguía avanzando. Un mal paso hizo al sujeto tambalearse un poco, Gin aprovecho para hacerle un corte en la cara, su objetivo era su ojo pero cualquier daño serviría. 

El hombre se quejo, y volvió a golpearla en la cara, dándose tiempo para recuperarse.

La pelinegra se alejó un poco, tratando de no caer. Ese golpe había empeorado su mareo. Escuchaba un ligero pitido y en un volumen más bajo oía una risa ronca detrás de ella.

"Debo admitir que eres bastante buena. No me sorprende, la mafia siempre ha tenido un buen entrenamiento. Lo único que te falta es un poco mas de entrenamiento en combate a distancia." Se acercó a Gin, la tomo del cuello, elevándola unos cuantos centímetros del suelo y la estrelló contra la pared, la visión de Gin se volvió borrosa. "Dile a a tu jefe y al hippie ese de la agencia que nosotros siempre estamos abiertos a... negociar alguna solución".

Continuó hablando pero Gin ya no podía oír, la cabeza le daba vueltas, y lo unico que recuerda antes de quedar inconsciente fue pensar "¿qué hippie?"

Padres Temporales | SoukokuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora