Abro el móvil: "mejores sitios para desayunar en Ventura". Puntuaciones, dar un vistazo rápido a las fotos, lectura por encima de algún que otro comentario y selección de un par de opciones. Segundo, ir al sitio más cercano. Terraza, manteles de cuadros azules, buena música y justo la avenida principal, en la que todavía no hay nadie paseando a estas horas de la mañana. Adjudicado. La carta es sencilla, de las que me gustan, con pocas opciones y algunas destacadas. Café moca y chai latte. Con espuma, mucha espuma, de la que se te queda encima de los labios al beber. Una taza a azul a conjunto con el mantel y una taza amarilla como mi diario de viaje. Sol. El sol mañanero ilumina de repente nuestra mesa. Y ahí estamos, en ese momento de espera entre las bebidas y el desayuno. El mejor momento. Sentir el ambiente, observar disimuladamente a los comensales, parejas calladas y gente sola que no tiene con quien hablar. Oler lo que llevan los camareros en las manos cada vez que vienen y van. También huele a vacaciones, a mar cercano y a serenidad. Los huevos benedicta que me ponen delante me sacan de mis pensamientos. "Immigrant Son" es el nombre de este lugar. ¿Quién debió ser el hijo del inmigrante?
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