Llueve. Mucho. Entramos en la tienda de segunda mano para comprar ropa para nuestro trabajo, concretamente ropa de los años 40. ¿En qué trabajo te vistes como hace 80 años? Pues en el nuestro, somos "game masters" de un nuevo escape room ambientado en la Segunda Guerra Mundial. Nos falta el atuendo, y ahí vamos. Para acceder a la tienda, bajamos unas escaleras y la mujer de siempre nos acoge con una sonrisa: "¿Otra vez aquí?". A lo que vamos, nos sacamos las chaquetas, sabemos que no será cosa de cinco minutos. En este espacio diáfano, encontramos percheros con toda clase de ropa, habrá que seleccionar. Vamos directas a la zona de chaquetas, ¡esta de terciopelo marrón da mucho el pego! ¿Y esta? Azul marino de algodón. Adjudicadas. Ahora pantalones. ¡Mira esos! Los clásicos grises de vestir para una, y para la otra, unos de pana más claros. Hemos acaparado el probador. Entrar, salir, vistazo en el espejo y escoger, una y otra vez. Las dos personas que también están comprando alucinan con todo lo que se va acumulando en el mostrador. Ahora... ¡Zapatos! ¿Tal vez unos mocasines? A ver si me va esta talla. Y para ti estas botas de tipo militar, te van un poco grandes, pero ya nos apañaremos. Joyas. Joyas, también necesitamos joyas. Mientras tanto, la mujer que se encarga de la tienda nos saca dos maletas hechas polvo, ¡pero vaya maletas más chulas! Nos las llevamos. Seguimos buscando. Camisas, sombreros, tiradores para los pantalones...
"Oye, no encuentro mis zapatillas, que con la emoción no me las había vuelto a poner", le digo a mi compañera. Me contesta: "¡Mira qué pasada estos pañuelos!". Sigo buscando. Miro de nuevo en la estantería donde nos hemos probado los zapatos. Nada. Ahora debajo de cada perchero lleno de ropa que llega hasta el suelo, a ver si se habrán colado por allí. Nada. Insisto: "¡Que no los encuentro!". A lo que me responde: "¿Te imaginas que los han vendido?" Risas. Le pregunto a la dependienta en broma: "No habrás vendido unas zapatillas negras?" Me mira con los ojos como platos mientras me doy cuenta de lo sucedido. "Las acabo de vender". No puede ser... "¡Eran unas deportivas casi nuev...!" No le da tiempo a escuchar el final de la frase que ya está saliendo de la tienda, arrancando una carrera épica bajo la lluvia. Todavía descalza, me asomo por la puerta y la veo al final de la calle. Entre la ropa de segunda mano, risas y estupefacción, nadie se irá sin saber el desenlace. Pasan los minutos y el debate se abre hasta que vuelve como una súper heroína de la vida cotidiana: "¡las tengo!". Precio de venta de mis deportivas: 3 €.
