Quedan 9 minutos para salir de casa. Cuchara. Necesito una cuchara para acabar de poner la mermelada en el pan que acaba de saltar de la tostadora. Será para llevar. Los pantalones, en la lavandería, el jersey, en el armario de la habitación. Los calcetines largos, en la lavandería. Desorden en la casa, desorden en mi cabeza. 6 minutos. La lista de cosas que hacer... está en el despacho. Tengo otras cosas apuntadas en el móvil. Y en el calendario de Google algunas más... Repaso mental de lo que no me tengo que olvidar, ordenador sí, libreta sí, documentos sí. 4 minutos. Como un autómata, cojo la tostada y la pongo en una servilleta. Chaqueta, bufanda, zapatos. "Adiós, ¡me voy!" y el desastre se queda en casa. 2 minutos. Entro en el coche, vuelvo a salir. La cartera. Ayer la saqué para pagar la compra online y no la volví a poner en su sitio. Busco, miro, rastreo. ¡Ahí está! Corro, la cojo, y pillo el gorro al vuelo, que hace un frío que pela. -1 minuto, vuelvo a entrar en el coche y abro el garaje. Venga, ¡que llego! Piso el embrague, giro la llave. No reacciona. No tengo batería, ayer me dejé las luces encendidas. Tiempo muerto.
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