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Capítulo II

—¿Qué eres?, ¿Qué eres?

El mismo susurro insufrible volvía para atormentarme, una pesadilla a cuyo objetivo atribuí como arrancarme la cordura. <<¿Esto seguiría repitiéndose?, ¿Esto sería mi nuevo día a día?>> Me decía cuando en realidad ya había acontecido una semana desde que había temido al sueño por esas voces, no porque me aterraran, sino por su insistencia y autoridad, tanto por verme obligado a responder para despertar, y por querer hallarle un sentido, para en vano haber estado satisfecho de esa meta.

Oscilando entre todas esas dudas y pensamientos, una brisa, una corriente de aire me empujaba al mismo tiempo que me refrescaba. <<Espera... ¿Tengo tacto?>> En efecto, estaba sintiendo una brisa, la temperatura, la presión del ambiente y todo el peso de mi cuerpo era reconfortante. Tal vez me quitaba la ligereza de estar privado de mis sentidos, pero me tranquilizaba tener esas sensaciones. Inmediatamente, sin perder más segundos, los puse a todos a prueba.

—A —proferí vagamente y en bajo tono— Aaaaaa —continué y considerándome torpe por solo pronunciar una letra alargada.

Casi de inmediato, hice un descubrimiento: no podía articular palabras consisas... Ruidos eran los que salían de mi boca, la cual al mismo tiempo, se sentía algo ajena a mí.
Con el sentido del tacto recuperado y el habla recientemente practicada, se me confirmaba que también podía oír, de lo contrario, ¿Cómo podría haberme dado cuenta que he hablado?. El gusto también estaba, me lo demostró mi saliva, acuosa y con un toque salado, algo extraño, a lo que no tomé mucha importancia.

¿Que hay del olfato? Lo estaba rememorando. Empecé despacio para captar cualquier esencia flotante en el aire, pero en contra de mi voluntad, inhalé profundamente como si saliera de una piscina tras casi haberme ahogado. Los pulmones me quemaban, y por un breve momento, mi interior agonizaba. <<¿Vainilla?>>, pensé tras toser un poco.
Pude acostumbrarme, raramente no lo hacía con algo a lo cuál podía volver a actuar con normalidad, un quejido corto de mi había salido tras haber exhalado y vuelto a respirar como lo hacía instintivamente cualquier ser humano.

Toda la experiencia me resultaba extraña a razón de mi propia razón y consciencia pero familiar para el cuerpo que uso como posada a mi alma (si es que tengo una). Tuve la necesidad y el deseo de responder a aquellas preguntas que la voz susurrante me había lanzado en mi último sueño, al menos así tendría con quién hablar, y de todo esto podría rápidamente despertar.

Dado que físicamente todo lo que escapaba de mi boca no eran más que quejidos y ruidos carentes de expresión, tenía la boba idea de que sólo aquella voz podía conversar conmigo a través de mis pensamientos, los cuales se sumaban más y más a medida que figuraba dónde me encontraba, para luego seguir con la siguiente duda: ¿Por qué sucedía esto?
Esa pregunta era parte de mi día a día. "¿Qué es lo que hace que esto se vuelva esto?, ¿Cuál es la razón de que aquello haga esto?, ¿Qué se lo permite?" Esas y muchas más dudas se cruzaban y chocaban con lo que tuviese al frente. Todo despertaba mi curiosidad, todo me llevaba a saber una verdad práctica, no inventar pero tal vez crear una hipótesis. De manera más simple: ¿Por qué el avión vuela?. A veces no eran aviones, ni carros, motos o cualquier vehículo, estas dudas iban a todo, se metían en todo y volviendo al avión, no era solo un único "¿por qué?", sino todos los que se me ocurriesen y en mi mente sobresaltasen. El porqué del vuelo del avión disponía de muchas respuestas:

1- Vuela porque sus motores generan propulsión eólica, una suposición con no más explicación... Así es como iba el "porqué" mecánico.

2- Vuela porque así es como lleva pasajeros más rápidamente a lugares lejanos... Eso era responder sobre su "porqué" práctico.

3- Vuela porque la gente paga para que el piloto lo ponga a volar... Otro "porqué", que con apariencia de respuesta vaga o tonta, algo de sentido se podría encontrar en ella.