Capítulo IV

0 0 0
                                    

—Al menos era un sueño —dije seriamente y en voz baja, mientras me sentaba al borde de la cama y pensaba que hubiera sido de mi en caso contrario.
Todo se encontraba igual para mi alivio (o desgracia), había logrado confirmar que era mi cuarto, la habitación en la que tantas horas me hallo diariamente. Hoy me pareció más cómodo que de costumbre, me quedé examinandolo, no solo observando la sandalia de la última vez, que de por sí de hallaba tirada a un metro de la cama. Ahí estaba mi escritorio con una portátil, libros que nunca leería por lo aburrido que los títulos sonaban, herramientas de estudio y un stand de varios pisos con centenas de documentos de cada integrante de la casa. Allí estaba todo: partidas de nacimiento, permisos, certificados, exámenes médicos, registros, papeles de propiedad, etc. Recordé que un día me dispuse a leerlo todo, solo por la curiosidad, pero no llegué ni a una cuarta parte antes de devolver todo a su sitio. Ahora, que quizás podría llegar a saber que significan todas esas palabras que a mi yo niño le parecían confusas, no me tomaría el tiempo y por ende, la  molestia para hacerlo.

Miré la hora en mi teléfono; era temprano. Ese dispositivo era como una mascota de la cual nunca me alejaba demasiado durante el día y tampoco en horas de la noche. Por más que despertara en la más oscura de las tinieblas solo tenía que estirar mi brazo y alcanzarlo. Unos pocos conocimientos de carpintería me permitieron improvisar una repisa muy rudimentaria colocada al lado izquierdo de mi cama, junto a la ventana, pero al fin y al cabo, cumplía su cometido: sostener mi teléfono, su cargador, un par de audífonos con un lado dañado, una navaja y estar cerca de un enchufe, con eso bastaba.

Alcé la mirada un poco más, un cuadro a la derecha colgaba, el cual llevaba ahí desde que nos habíamos asentado en esta casa. No quisimos quitarlo, le daba estilo y la pared de patrón mitad blanca mitad gris quedaba aún más aburrida de lo que ya es sin él, sin contar que de tantas veces negarme la decoración de mi propio cuarto, había perdido el deseo por hacerlo.

Lo detallé bien, me fijé en el marco, uno de madera vieja pero bien curado, no tenía indicios de podrirse pronto, y tales cuatro lados encerraban un cuadro de tela; Ese era el material que había sido utilizado como lienzo. La pintura mostraba un círculo, encerrado en un triángulo que a su vez se hallaba encerrado en un cuadrado, luego un pentágono y por último un hexágono, cuyo lado superior e inferior limitaban con el inicio del marco. El fondo era negro, las líneas de cada figura habían sido trazadas en blanco y en los espacios dejados entre figura y figura flotaban pecas de colores primarios y secundarios, bien distribuidos pero no tan resaltantes. Lo que más llamaba la atención no era el color o intentar descifrar la intención del autor, sino que el círculo (de un solo lado) estaba encerrado por una figura de tres lados (el triángulo), y que a partir de allí los lados se sumaban de a uno.

Me fijé en muchos otros objetos que coexistían conmigo. Un closet con la mayoría de mis cosas personales, el sillón usual, unas medallas colgando cerca de la puerta, unas cuantas cosa inútiles y de allí me aburrí de observar. Para finalizar, dí un vistazo general a todo, incluso revisando mi espalda, por dónde la luz del sol entraba filtrada por una cortina blanca. <<No sé que esperaba>>, pensé tras analizar lo fútil e inútil de lo que había hecho.

—Hora de levantarse —dije arrastrando las palabras así como cuerpo fuera de la cama.

Me encontraba parado, decidido rápidamente a ir al baño (como siempre), y dando el primer paso, mi pierna falló y todo mi cuerpo colapsó en un abrir y cerrar de ojos. Todo mi interior, aún más rápido que la caída sabía que mi encuentro con el generaría estruendo, y como un seguro anti-vergüenza, mi brazo amortiguó el impacto y me impulsó rápidamente a levantarme.

—Eso estuvo cerca —dije abriendo la puerta y marcando como destino el baño a tan solo unos metros de distancia—, eso estuvo realmente cerca —repetí en voz baja.

18 segundosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora