sombras bajo el sol

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Cuando Alejandro salió por esa puerta, sentí el aire en el pecho. No por alivio, sino porque algo en él me perturbaba. No su actitud, aunque esa arrogancia era suficiente para despertar cualquier mal genio. No, era algo más profundo, algo que no alcanzaba a comprender.

El problema no era él, era yo. Algo dentro de mí no estaba bien. Esa batalla que siempre peleaba en silencio, donde nadie podía verme perder ni ganar. "¿Qué hay de esa chica que libra una batalla consigo misma?" pensé. Ahí estaba yo, aparentando ser fuerte, pero por dentro, era como si mis propias emociones me estuvieran estrangulando. Cada día era una lucha, entre el deseo de ser valiente y la realidad de sentirme frágil.

Salí del edificio, intentando calmar la marea interna que había desatado esa conversación. El sol comenzaba a caer, tiñendo las calles de Villa Sofía de un naranja profundo, un tono que, en este lugar, parecía más siniestro que bello. Me dirigí hacia el coche, pero mientras caminaba, algo llamó mi atención. Al otro lado de la calle, una figura.

No la reconocía, pero parecía estar observándome. No estaba segura si eran los nervios que me habían dejado la conversación con Alejandro, o si realmente alguien me estaba siguiendo. Pero una cosa era clara: esa sombra no se movía. Me quedé inmóvil por un segundo, clavando la vista en la figura, y entonces, como si hubiera sentido mi mirada, se desvaneció entre los árboles.

El corazón me latía con fuerza. "No es nada", me dije. "Solo estás imaginando cosas." Pero la sensación persistía. De alguna forma, sabía que las cosas en Villa Sofía no eran lo que parecían, y tal vez, esa sombra era solo el principio.

Subí al coche y me quedé sentada por unos segundos, observando las calles vacías. Apreté el volante, intentando ignorar la sensación de que algo en este pueblo estaba observándome de vuelta.

Mis manos temblaban ligeramente sobre el volante, y la presión en mi pecho no me dejaba respirar bien. Esos momentos de calma antes de que la tormenta dentro de mí comenzara de nuevo. No sabía cuánto más podría seguir ocultándolo.

La mañana siguiente llegó con un silencio inquietante. Desperté temprano, aunque no me sentía descansada. Villa Sofía tenía ese efecto: te robaba el sueño y llenaba tus pensamientos de preguntas. Y yo ya tenía suficientes preguntas sin respuesta en mi mente. A veces, me preguntaba si realmente era tan fuerte como decía ser, o si simplemente estaba huyendo de las cosas que no quería enfrentar.

Bajé a la cocina y vi una nota de mi padre sobre la mesa.

"Salí temprano, no me esperes para el desayuno. Nos vemos en la cena."

La letra de mi padre, siempre tan ordenada, era como un recordatorio de lo opuesto que yo era. Mientras él mantenía su vida bajo control, yo me sentía como si estuviera cayendo en un abismo emocional del que no sabía cómo salir.

Decidí salir a caminar para despejarme. Villa Sofía siempre parecía tranquila, pero si te fijabas bien, podías notar las pequeñas cosas que no encajaban: vecinos que evitaban el contacto visual, callejones demasiado oscuros a plena luz del día, y esa constante sensación de que alguien te observaba desde las sombras. Mientras caminaba por la plaza central, me encontré con una escena que me resultó familiar. Alejandro estaba allí, sentado en una de las bancas, pero no estaba solo.

Una mujer se le acercaba, y aunque parecía estar hablando con él, algo en su postura me pareció extraño. Ella mantenía una distancia que no era casual. Entonces, lo vi: Alejandro le entregaba algo discretamente. Fue rápido, casi imperceptible, pero yo lo noté. Un pequeño sobre.

¿Qué estaba pasando aquí?

Intenté pasar desapercibida, pero Alejandro levantó la vista justo en el momento en que yo giraba para alejarme. Lo vi entrecerrar los ojos, y su expresión cambió, como si acabara de descubrir un secreto que no quería que nadie viera.

—Emma —su voz me detuvo en seco. No me había dado cuenta de lo cerca que estaba hasta que lo tuve delante de mí, esa misma sonrisa burlona que había mostrado la noche anterior.

—¿Qué quieres? —pregunté, tratando de sonar indiferente.

—Es curioso verte por aquí tan temprano. ¿Acaso... estás espiando? —sus palabras eran veneno envuelto en seda.

—¿Espiando? Por favor, ¿a quién le importa lo que tú hagas? —respondí, pero mi voz sonaba más insegura de lo que pretendía.

—Cuidado, Emma. En este pueblo, la curiosidad puede ser... peligrosa. —Sus ojos marrones se oscurecieron un poco mientras lo decía.

—¿Es una amenaza? —lo reté, sin dejarme intimidar.

Él sonrió de nuevo, pero esta vez no había burla en su expresión. Parecía más... advertencia.

—No, sólo un consejo. A veces, es mejor no saber demasiado. No todos aquí son lo que aparentan.

Lo vi alejarse con esa tranquilidad suya, pero sus palabras se quedaron conmigo mucho más tiempo. ¿Qué significaba eso? ¿Qué estaba intentando ocultarme?

No pude evitar recordar la sombra que había visto la noche anterior. Y ahora, el intercambio que presencié. Algo estaba ocurriendo en Villa Sofía. Y aunque Alejandro Baker parecía estar en el centro de todo, yo no tenía ni idea de qué me estaba enfrentando.

El aire comenzó a pesar, y sentí ese nudo familiar en el estómago. Sabía que pronto esa tormenta interna regresaría, la que siempre trataba de mantener a raya. Pero ¿por cuánto tiempo más podría seguir aparentando que todo estaba bien?

Bailando entre sombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora