Luchando por un Sueño

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Tsunade se dejó caer hacia atrás en el sillón, tratando de mantener la compostura ante lo que acababa de escuchar. Si alguien le hubiera dicho que el Kazekage de la Arena entraría en su despacho justo antes de la comida para decirle que iba a tomar una esposa de su Aldea, Tsunade probablemente hubiera sonreído y dicho que ojalá.

Pero si después hubieran añadido que aquella futura esposa sería una de sus mejores ninjas medicos sin duda se hubiera echado a reír por la broma.

Y sin embargo allí estaban, sentados frente a ella.

—No le estoy pidiendo permiso Hokage —refuto Gaara del Desierto sin perder un ápice de su compostura y rompiendo al fin el incómodo silencio—. Sólo quiero que no haya malentendidos en este asunto. Mi matrimonio es consentido y en nada afecta a la Hoja.

—¿Es eso cierto, Hinata?

—Si, Hokage —respondió la kunoichi con un hilo de voz, sin atreverse a mirarla a la cara—. Gaara dice que mi padre podría intentar provocar una guerra. Estoy traicionando a mi Clan no a mi Aldea.

—No estás traicionando a nadie Hinata, deja de decir tonterías —protestó Tsunade molesta ante la actitud de la chica—. Perdona que te lo diga, pero tu padre es un verdadero imbécil y dejarle plantado es lo mejor que puedes hacer, claro que nunca se me hubiera ocurrido algo como esto —sus palabras parecieron hacer el efecto deseado porque Hinata por fin levantó la cabeza. Tsunade aprovechó para volverse hacia Gaara—. Por mi parte está todo claro Kazekage, Hinata va contigo a la Arena por propia voluntad y con todas mis bendiciones. Hiashi podrá gritar y patalear cuanto quiera, pero la Hoja acepta ese matrimonio —sonrió complacida dejando zanjado el asunto —. Les deseo lo mejor, de todo corazón. Supongo que se iran ahora mismo.

—No —respondió Gaara levantándose y tomando a Hinata de la mano—. Voy a hablar con ese Hiashi Hyuga, no me llevaré a su hija como si fuera un ladrón.

—Se derramará sangre Kazekage —Hinata cerró los ojos tratando de no pensar, eso era lo que más temía, pero ya no había marcha atrás

—Sólo si intentan quitarme lo que ya es mío.

Hinata recorría el familiar camino hacia la Casa Principal como un condenado avanza hacia el patíbulo, únicamente la presencia de Gaara a su lado le permitía no perder el paso mientras recorrían el laberinto de jardines. Pronto llegaron a la gran explanada ante la Casa y quedaron sorprendidos ante la recepción que les aguardaba.

Casi todos los miembros del Clan estaban reunidos allí, con Hiashi a la cabeza mirando a su hija con una mueca de asco. Cerca, pero no demasiado, se encontraba Neji con una expresión fatídica en el rostro, pero al menos fue capaz de sonreír a su primo tristemente. Al otro lado de Hiashi había un hombre al que Gaara no había visto nunca, y al que sus ojos rebelaban como externo al Clan. No paraba de vociferar y gesticular con las manos, parecía aterrorizado. Tenía las ropas rasgadas y multitud de arañazos por todo el cuerpo. No tuvo que pensar mucho para deducir que era el famoso comerciante. Una vez identificado, se fijó en Hinata, que le miraba como pidiendo una explicación.

—Shukaku fue a verle esta mañana —Hinata arqueó una ceja y Gaara enseguida presintió su primera reprimenda de parte de su futura mujer, pero simplemente se encogió de hombros—. No lo hemos matado.

Estaban lo bastante cerca del grupo como para que las palabras de Gaara fueran perfectamente escuchadas. El comerciante se puso lívido y comenzó a señalarle con el dedo, el ceño de Hiashi se frunció aún más si cabe y Neji soltó una sonora carcajada, evaporando al instante el mal humor de su prima.

—Hinata, ¿Qué significa esto? —demandó por fin Hiashi con tono severo.

Pero no fue su hija quien contestó.

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