Una nueva mañana, una nueva oportunidad de salir de aquel infierno, para su buena suerte, Wonho no estaba a su lado, buscó en su armario su mochila del día anterior, asegurándose de que todo este en su sitio y que él no haya visto lo que tenía.
Se puso un buzo negro y salió de casa sin que su suegra lo viera, caminó por las calles, llegando a una de las tiendas del centro comercial, buscaría trabajo de cualquier cosa, así sea de barrendero.
—Vaya, un joven chico y muy hermoso para trabajar en mi tienda.—habló la señora.
—Muchas gracias por el halago, señora.
—Oh no, llámame Eunsang.
—Sí Eunsang, entonces ¿tengo el trabajo?
—Claro, si aceptas pasar esta noche por mi departamento.
—¿Disculpe?
—Mira, si aceptas, te pago hasta el triple de lo que ofrezco.
—¡¿Está loca?!
Furioso, salió de la tienda, aún tenía que ver otros sitios, pero su teléfono empezó a sonar repetidas veces, ya sabía lo que se venía encima, reclamos y más reclamos, pero también sabía que después de lo que había pasado el día anterior, no podía molestarlo.
Tomó un taxi y regresó a su casa, si es que podía decirle casa.
—¿Dónde mierda estabas, Kim Seungmin?—lo tomó de las mejillas con fuerza.
—Y-Yo... fui al sastre.
—No me mientas.
—No lo hago, Wonho, te lo juro.
—Entonces, mi amor.—ironizó.—¿Qué significa éste periódico? ¿Quieres dejarme?
—Wonho... escúchame, las cosas no son así.
—¿No? ¿Crees qué me harás quedar cómo imbécil?—lo tiró a la cama y se subió encima, demasiado enojado.—¡Tu no me dejarás como lo hizo Chaewon!
—Cálmate por favor, me lastimas y lastimas al b-
—¡Tú no me ordenas! ¡Yo trabajo todo el puto día para que tengas todo y no salgas de la casa!
Dicho esto solo se escucharon gritos desgarradores saliendo de la habitación de aquella pareja, aunque Seungmin gritó, lloró, suplicó, nadie entró a salvarlo. Wonho salió furioso de su casa dejándolo encerrado.
Seungmin estaba débil, llorando en el suelo, sin poder moverse, se arrastró por el suelo hasta que finalmente sintió la puerta, pero no pudo abrirla, la sangre se hizo presente y eso lo hizo desesperarse aún más.
—Mi hijo hizo bien en darte tu merecido.
—Señora... ayúdeme por favor, se lo suplico.—gritó a través de la puerta.
—¡No! ¡Debes ser un buen esposo y quedarte en casa esperando a tu marido!
—¡Por favor, me estoy muriendo!—lloró.
La anciana iba a responder, pero la mano de Seungmin chocó con el vidrio de la puerta, mostrando sangre, eso hizo que la longeva se asustara y diera un paso atrás. Rápidamente buscó las llaves para abrir la puerta, si el niño moría, no quería ser cómplice y menos que su hijo fuera encarcelado.
El pelinegro estaba desvanecido en el suelo, con sangre seca cerca de su pequeño cuerpo, su suegra al verlo tan mal llamó a una ambulancia, temía lo peor, temía que estuviera muerto, aunque llamó a su hijo interminables veces, él nunca le contestó.
ESTÁS LEYENDO
ᴛᴇᴀᴄʜ ᴍᴇ ʜᴏᴡ ᴛᴏ ʟᴏᴠᴇ
Fiksi PenggemarSeungmin se casa a sus 19 años pensando que será para siempre, creyendo ciegamente en que tendrá un matrimonio feliz, condenándose a vivir en el infierno. Un día conoce a Chan, un joven abogado y a su lado aprenderá que la felicidad aún es posible...