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Algunas veces es demasiado difícil olvidar a alguien, ¿no es así? El dolor de saber que aquella persona que alguna vez amaste no regresará ──o encontró alguien más en su vida── es difícil de pensarlo. Juan nunca podría pensar en aquello cuando conoció a rubí, un oso con el cual se casó teniendo el pensamiento que es el indicado para él.
Creyendo por fin tener alguien en su vida. Dónde por fin se permitiría amar y ser amado por toda su vida, sin saber que después le perdería sin saber si realmente murió. Sin saber si se fue por su cuenta y ya no le amaba, lo único que deseaba era saber cómo volver a traerla consigo y sentirse mejor.
Juan solo quería a su preciosa rubí a su lado.
Volver a sentirle cerca, abrazarle, besarle y sentir sus manos conectarse con las suyas. Deseaba demasiado tener de vuelta a su amada Rubí, quería volver a sonreír y saber que tenía a la mejor esposa a su lado.
───quizá.. quizá cuando vuelva a la normalidad pueda traer devuelta a mi Rubí ───sonríe con suavidad. Su mirada pasa al espejo frente suyo y mirarse de pies a cabeza, deseaba por fin volver a la normalidad───, si.. yo sé que pronto podré reunirme con ella ¿no lo crees puerco?
Aquellos bonitos ojos color miel posan al cerdito sentado a su lado, quién solo puede mover su cabeza un poco en un movimiento extraño sin darle certeza a un si o un no, aquel cerdito no estaba seguro del todo sobre esa idea. No deseaba ver a su amado dueño adolorido, le gustaba verle feliz y en paz.
Juan solo puede sonreír, un suspiro algo desanimado escapa de sus labios.
La sensación de estar solo era horrible. Sentirte tan abandonado e incluso reemplazable era jodido, sentir que no encajas en ningún lado era difícil. Ver a los enamorados tan juntos, acaramelados y demasiado cursis era algo que Juan no podía evitar sentir doloroso, ¿cuando llegará el momento de verse de aquella forma? Detestaba con toda su alma la soledad, detestaba a todos verles felices y él no.
No le agradaba la soledad.
Sus dedos juguetean con la orilla de su gran capa de color rojo, siente la suave tela al primer tacto que hace que sus largos y pálidos falanges enrollen la fina tela. Sus labios se fruncen en un leve puchero, sus ojos miel seguían posados en aquel espejo y verse afectado por el dolor; sintiendo sus orbes picar en amenaza de llorar, sentir y notar los cortos temblores presentes en su cuerpo al sentir que iba a tener un ataque por pensar demasiado. Lo que odiaba de si mismo era pensar tanto, no quería sentirse culpable o verse como un monstruo después de tantas cosas que pasaron con él y al respecto con cierta persona.
El profeta, saber que su padre era el profeta y que muchos lo vieran como un monstruo.
Respira profundo, una sonrisa suave se dibuja en sus finos labios rojizos y maltratados, limpia las pequeñas lágrimas asomarse e intentar mantenerse cuerdo y no estallar en llanto apenas comenzando su día.
