1-Deja de llorar, bebé

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—¡Ya llegó, está aquí!— Una chica morena corrió por el pasillo aventando su mano a sus compañeros en la parte de atrás.


Todos tomaron sus posiciones, mientras se arreglaban la ropa y se enderezaban. Parecían nerviosos. Una vez cada quince días, el director general Dean Winchester visitaba las fábricas de Winchester Automotive, el mayor fabricante de automóviles de Estados Unidos. El CEO era muy exigente y siempre esperaba la perfección. Cada vez que venía a inspeccionar, la cabeza de alguien rodaba.

El elegante automóvil del director general se detuvo frente a la entrada de la fábrica.


El primero en salir del auto fue, como siempre, el fiel asistente personal y guardaespaldas de Dean, Castiel Novak. El tipo era impresionante. Elegante, bien formado y hermoso. Pero su rostro siempre era inexpresivo, un vestigio de sus días en la Marina.


Castiel caminó hacia la puerta del CEO y la abrió con cuidado. Dean Winchester salió, abotonándose su lujosa chaqueta Armani verde. Dean era más alto que Castiel, pero solo por una pulgada. Llevaba gafas de sol para ocultar sus ojos verdes que eran conocidos por sus miradas mortales, o eso se rumoreaba entre los empleados.


Dean era un hombre apuesto, con un andar de gacela y una gran inteligencia para los negocios. Como uno de los empresarios más jóvenes y exitosos del mundo, sin mencionar uno de los solteros más cotizados, Dean era bien conocido en los medios.


Una vez que Castiel dio un paso detrás de él, Dean lo miró y caminó hacia la entrada.


La puerta de la fábrica se abrió y un grave silencio se apoderó del lugar, al que Dean estaba acostumbrado.

Dean se quitó las gafas de sol y caminó entre las filas de empleados. De repente hubo un ruido y una bola de metal salió rodando de entre los trabajadores, chocando con uno de los carísimos zapatos de Dean. 


El CEO arqueó una ceja y se detuvo. Luego bajó la mirada y encontró la bola de metal ensuciándole el zapato. Castiel se agachó y lo tomó cuando una chica salió de la línea con la mano hacia arriba y la cabeza hacia abajo.


—¡Lo siento! ¡Fue mi error!— La chica tenía unos veinte años, usaba anteojos, su cabello rizado estaba atado en un moño. 


Dean miró a Castiel y el asistente le devolvió la bola de metal a la chica. Ella bajó la mirada e hizo una mueca de sorpresa.

—Lo siento, su zapato está...


—Está bien— Dean sonrió y la chica se sonrojó. 


—Gracias— respondió ella, mientras regresaba a la fila. Dean y Castiel continuaron caminando. La niña miró de soslayo a la mujer que estaba a su lado y susurró: —Él no es tan malo.  


—Despídela— le ordenó Dean a Castiel, con una cara seria.


Ámame De Todos Modos (COMPLETA!)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora