5- A través de la ventana

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Sam llegó al pasillo fuera de la habitación de Dean. Castiel y Bobby estaban allí. Sam se detuvo en seco y suspiró profundamente.

—¿Por qué no está en la sala de emergencias?— preguntó el joven Winchester mientras se acercaba a ellos.

—Él no quiso. Su médico personal vino, lo suturó un poco, le dio algunos antibióticos y llamó al Dr. Milton— explicó Castiel. Sus ojos se dirigieron a la ventana; ya era de mañana. 

—Es tan terco, al igual que su madre— Bobby resopló: —Tampoco quiere denunciar a los tipos que le hicieron esto.

—Y no lo hará. Solo necesita tiempo— El Dr. Milton apareció al final del pasillo, caminando hacia ellos con preocupación en sus ojos:

—¿Se desmayó en el parque?— le susurró a Sam y Sam asintió. Castiel escuchó eso y frunció el ceño. Gabriel suspiró: —Necesita tiempo. Pero de verdad. Como unas vacaciones, lejos de aquí— Gabriel hizo un gesto con la mano.

—Tenemos una cabaña en California…— dijo Sam y Gabriel lo señaló.

—Perfecto, y...— El Dr. Milton desvió sus ojos hacia Castiel: —Tienes que ir con él.

Castiel hizo una mueca:

—¿Yo? Pero... ¿por qué?

—Porque él confía en ti— dijo Sam.

El Dr. Milton negó con la cabeza en silencio y luego sostuvo la mirada de Castiel:

—No solo por eso, sino porque lo salvaste.

Castiel parpadeó y recordó el día en que conoció a Dean Winchester, cinco años atrás...


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Castiel había estado repartiendo folletos de casa en casa durante tres horas. La gente lo saludaba sonriendo al verlo con su uniforme de la marina y lo escuchaban atentamente pidiendo ayuda para los huérfanos de Afganistán.

La última casa de la calle estaba algo lúgubre. Castiel frunció el ceño cuando vio que las ventanas estaban tapiadas con alguna madera corroída mal colocada.

Llamó a la puerta de todos modos.

Un tipo abrió. Estaba vestido con un overol y se veía muy nervioso. Castiel notó que el hombre tenía manchas de sangre en uno de sus brazos. Sus ojos recorrieron el interior de la casa. Lo poco que podía distinguir estaba en gran desorden... y olía a sangre.

Sin embargo, Castiel sonrió:

—Buenos días, amable vecino. Soy un veterano y después de servir en Afganistán decidí ofrecer mi tiempo como voluntario solicitando donaciones para los huérfanos de guerra. Toda la información está en este folleto— Castiel le entregó el papel al tipo, quien siguió moviéndose con ansiedad y mirando alrededor, sin hacer contacto visual con Castiel: —Si está interesado, el número de teléfono para llamar está ahí mismo.

—Sí, sí, muchas gracias— dijo el hombre mientras se apresuraba a cerrar la puerta.

La sonrisa de Castiel se desvaneció cuando miró hacia un lado de la casa.

Ámame De Todos Modos (COMPLETA!)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora