Capítulo Tres

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—Aquí vive Donghae—Sungmin señaló una casa baja, de color amarillo y con ventanas azules, aislada entre dos edificios mucho más grandes—. La acaba de pintar y le ha quedado bien — añadió.


Kyuhyun aparcó ante la casa, apagó el motor y la contempló con interés. No es que estuviera bien, era fantástica. La nueva pintura hacía que la casa pareciera un sueño. De niño había soñado con vivir en una casa parecida a la de Hae. Una casa con contraventanas azules, un gran tejado y un porche con balancines en la parte delantera.


Los demás niños del orfanato soñaban siempre que se descubría que eran los hijos de condes, o millonarios que se los llevaban a vivir a mansiones, Pero él no. Sus sueños habían sido más prosaicos. Él sólo quería un padre, una mamá o un papá y una pequeña casa donde jugar en el porche durante las tormentas de verano.



La mirada de Kyuhyun pasó al rostro de Sungmin.

La persona perfecta para una casa así.

Le correspondía el dormitorio principal. La anticipación se apoderó de sus sentidos. Un gran dormitorio con una enorme cama en la que jugar con Sungmin durante las tormentas de verano. Lo tomaría en sus brazos y besaría su hermoso rostro antes de dibujar un camino por su cuello hasta su elegante y seductor torso. El placer imaginario de desnudar su cuerpo exquisito le hizo estremecerse.



Tuvo que contener su imaginación, para dominarla.

«Piensa que es una campaña de publicidad», se dijo.

«Tienes que vender un producto, tú mismo. Tienes que convencer a Sungmin de que puedes ser el mas perfecto amante que pueda imaginar».


Pero tuvo que tragarse un suspiro.

No tenía ni idea de lo que Sungmin buscaba en un amante y no lo descubriría sin preguntar, y eso era demasiado peligroso. Si llegaba a expresar su deseo, nunca podría volverse atrás. Su declaración pesaría entre ellos y podría envenenar su amistad,que era ya una gran conquista. Y no quería que se marchara de la oficina, pues sabía que Sungmin encontraría trabajo al día siguiente de dejarlo.



Sungmin estudió la expresión seria de Kyuhyun preguntándose en qué estaría pensando. El color de la casa de su hermano no podía despertar una concentración tan profunda. Quizás intentaba descubrir cómo escapar de aquella situación demente. La respuesta ansiosa de su madre sin duda lo había asustado. Pero no era posible. Hacía falta mucho más que una madre entusiasta para asustar a Cho Kyuhyun.



Por otra parte, aunque Kyuhyun se estuviera arrepintiendo, tenían un trato. Y él lo cumpliría. Y sería pagado por ello, pues el iba a hacer su campaña de las sopas... Sungmin se estremeció al quedar su mirada prendada de los labios del hombre, que ejercían sobre el un magnetismo irresistible. Tenía tantas ganas de sentirlos de nuevo sobre su boca...



Guiñó los ojos cuando Kyuhyun se inclinó hacia el, cubriendo su visión. Era como si su intenso deseo lo hubiera arrastrado hacia él. Se lamió el labio inferior nerviosamente, incapaz de moverse, fascinado por las acciones de Kyuhyun. Dejó de respirar cuando se acercó más. Entonces, lo rozó con sus labios en un gesto que lo llenó de sensaciones.


Kyuhyun olía tan bien, y sabía aún mejor, pensó Sungmin soñadoramente.

Quería más, mucho más. Quería tomarle la cara con las manos y besarlo con pasión, hundiendo los dedos en su cabello para descubrir si eran tan sedosos como parecían.



Pero el comentario susurrado de Kyuhyun lo devolvió a la realidad:


—Bueno, esto debe ser suficiente para convencer a cualquiera de que estamos juntos.


En absoluto, se dijo Sungmin. Hacía falta mucho más. Pero no hizo más que suspirar su anhelo.



—¿Cansado? —interpretó Kyuhyun.



—Un poco —si, se agarró a la excusa del cansancio. Luego salió del coche y fue hasta la casa, cuya puerta se abrió de inmediato dando paso a su hermano.



—¡Sungmin! Llevo toda la tarde esperando. ¿Es éste tu Kyuhyun? ¡Qué guapo! —Hae continuó hablando sin esperar una respuesta—. Si es la mitad de simpático que de guapo, habrá valido la pena esperar.



—Gracias, pero fui yo el que tuvo que esperar a que Sungmin se decidiera a casarse conmigo. Pero ahora que ha aceptado, no pienso soltarlo —al decirlo, la voz de Kyuhyun se hizo profunda y aunque Sungmin sabía que se trataba de una farsa, no pudo evitar la oleada de placer y orgullo que la recorrió al oírlo.





Donghae alzó sus pobladas cejas y asintió con aprobación. —Además es romántico. Cada vez mejor. Bienvenido a la familia, Kyuhyun —y abrió los brazos para abrazarlo.



Sungmin miró con placer a su hermano en brazos de Kyuhyun y pensó que si fuera inmaduro sentiría celos, pero sólo sentía el nerviosismo de la absurda situación en la que se había metido.



—Vamos, entren a la casa. Me alegra tenerlos conmigo. Mamá intentó colocarme a los niños del tío Dongmin, pero le dije que antes renunciaba a la familia que tenerlos de nuevo en mi casa. Te digo que la tía Sora está haciendo monstruos con sus absurdas ideas contra la disciplina y en favor de la libertad infantil. Después de catorce años dando clases, sé de sobra que los niños necesitan límites para madurar.



—Me encanta la pintura de la casa —dijo Sungmin intentando cambiar de tema, pues su objetivo del fin de semana consistía en convencer a Kyuhyun de que el matrimonio y los hijos eran una cosa excelente y saludable. Si seguían hablando de los pequeños monstruos, saldría huyendo.



Pero no había forma de engañar a su hermano, aunque en esta ocasión malinterpretó su reserva. Miró a Kyuhyun de reojo y comentó:



—Será mejor que sepa cuánto antes lo loca que está esta familia.



Sungmin hizo una mueca.



—¿Es eso un consejo de un miembro ilustre del club de «deja para mañana lo que puedas hacer hoy»? —bromeó.



—Qué hermanito tan tonto has resultado ser —dijo Hae alzándose de hombros—. Y pensar que prometías mucho de pequeño.



Kyuhyun escuchó sus bromas y piques con una punzada de nostalgia.

Toda su infancia había sido un inmenso anhelo de pertenecer a una familia. Una familia que compartiera sus recuerdos y supiera qué amaba y qué le disgustaba. Una familia cuya aceptación y amor fuera incondicional. Pero ese anhelo era propio de un crío, se dijo, y él era un adulto y podía controlar su propio destino. Y para vivir ya no necesitaba una familia. Ni para construir recuerdos comunes.


Quizás pudiera crear ciertos recuerdos con Sungmin durante el fin de semana. Para eso sólo necesitaba convencerlo de que se acostara con él.


Y ya había progresado. Había logrado besarlo. En varias ocasiones. Y el fin de semana no había hecho más que empezar. Todo era posible. Kyuhyun siguió a los hermanos por la casa, observando con curiosidad el cómodo salón. Todo era acogedor y lleno de encanto. Como el propio Hae .




—Es una suerte que sean novios —dijo Hae—. Porque si no, Kyuhyun tendría que dormir en el sofá y tiene muelles sueltos por todas partes. De manera que he instalado a Jeno en una cama con nosotros y ustedes tienen su cuarto. No me he decidido a cambiar la cama doble en la que duerme, así que estarán muy bien.



Sungmin tragó saliva al escuchar las palabras de Donghae, sintiendo una mezcla de emociones confusas. Se sintió caliente y preocupado, y sin habla.

Y asustado.

No había previsto que se vieran forzados a tan inmediata intimidad, aunque la idea de compartir cama fuera excelente.


En realidad, siempre había imaginado que dormirían en casa de su madre cuyas ideas sobre el sexo harían de los puritanos unos liberales avanzados.


Entonces miró de reojo a Kyuhyun, pero no hubiera podido decir en qué pensaba. Su rostro era impasible, aunque notaba cierta tensión en su mandíbula. ¿Por qué? ¿Estaba enfadado o se sentía manipulado? A lo mejor creía que el lo había preparado todo.

La vergüenza lo atenazó y deseó explicarle que no había sido nada deliberado. Pero no podía hablar delante de Hae, o éste pensaría que estaban locos. Y acabaría por descubrir la verdad, y con el toda la familia, pues Hae no era capaz de guardar un secreto ni siquiera si fuese para salvar su alma.



—¿Hay algún problema? —Hae se volvió a mirarlos ante su silencio—. ¿He metido la pata
en algo? ¿No tendrán problemas sexuales o algo así?



—¡No! —exclamó Sungmin.



Para su sorpresa, Kyuhyun le pasó el brazo por los hombros y lo atrajo hacia sí. Su gran cuerpo acogedor parecía defenderlo de la curiosidad de Hae.




—Es que Sungmin no acaba de acostumbrarse al hecho de que estemos comprometidos —explicó rozándolo con su voz seductora y obligándolo a apretarse instintivamente contra él.



—¡Es verdad! Se me ha olvidado mirar tu anillo. Mamá me llamó hace un rato y me dijo que era una preciosidad.


Sungmin tendió la mano, dividido entre la vergüenza por mentir a su familia y el orgullo de llevar el anillo de Kyuhyun.


El orgullo ganó.



—¡Oh! —Hae miró a Kyuhyun con una sonrisa radiante—. Eres mucho, mucho mejor que el hijo del primo segundo del marido de la vecina de mamá.



Donghae saltó al escuchar una alarma en la cocina y exclamó:


—¿Ya es la hora? Por si mamá no te lo hubiera dicho, la tía Ying nos espera a todos para
cenar, y sabes lo maniática que es con la puntualidad. Me va a poner verde porque Hyukjae trabaja hasta tarde y no podrá llegar a la cena. Hyukjae es mi marido —explicó ante la mirada interrogativa de Kyuhyun.



—¿Cuánto tiempo tenemos? —preguntó Sungmin.



—Como mucho, un cuarto de hora. ¿Por qué no acomodan las maletas mientras saco mi
contribución culinaria del horno? Si ven a Jeno, díganle que es la hora.



—Voy por las maletas —se ofreció Kyuhyun y salió del salón.



—Su habitación es la de la derecha al final del pasillo —gritó Hae corriendo a la cocina.






Sungmin subió lentamente las escaleras. De pronto se sentía como si se hubiera subido a una atracción de feria, una montaña rusa emocional que estaba destruyendo su habitual serenidad.

La idea de compartir cama con Kyuhyun lo excitaba enormemente, pero también lo aterraba. Llevaba tanto tiempo fantaseando sobre la posibilidad de hacer el amor con él que ahora temía a la realidad.

¿Y si se ponía a tocarlo durante el sueño?

¿Qué pensaría Kyuhyun si se despertaba y se encontraba con él acariciándolo?

La idea lo sobresaltó. A lo mejor pensaba que era alguien sin control, o sexualmente frustrado. Y tendría razón. Al menos en lo referente a él.





—¿Por qué pones esa cara, tío Sungmin?


Sungmin sonrió a su sobrino Jeno que salía en aquel momento del baño.



—Hola, Jeno, estoy pensando —saludó—. ¿Qué tal el colegio?



—Odio el colegio. Cuando sea mayor, no pienso ir más al colegio.



—¿No me digas? —Sungmin estaba sorprendido, pues en general Jeno contaba maravillas de su clase—. ¿Por qué?



—Porque Hyunjo no deja de pegarme y me hace daño —estalló el niño y miró a su alrededor como temiendo recibir un golpe por quejarse.



—Díselo al profesor —recomendó Sungmin. Jeno le lanzó una mirada dolida.



—Ya lo he hecho y habló con él, pero no hizo ni caso. Ahora me pega cuando no mira la maestra.



—Los brutos rara vez responden a las razones —dijo Kyuhyun desde las escaleras.



Sungmin giró y lo miró. El último sol entrando por las ventanas hacia brillar su cabello y llenaba de colores la entrada y la escalera. Era como un regalo de Navidad.

Su regalo envuelto en un lazo rojo. Sintió los párpados pesados al imaginarlo desnudo, con un lazo rojo... ¿Dónde se lo pondría? En la cintura... ¿o más abajo?



—¿Quién es? —la pregunta de Jeno lo sacó de sus fantasías deliciosas.
Sonrió e intentó recuperar un semblante normal, y no la cara de embobamiento que se le ponía ante Kyuhyun.



—Es un amigo mío, Cho Kyuhyun.

Jeno miró a Kyuhyun.



—Es alto. No me importaría que me pegaran si fuera así.



—Intenta devolverle el golpe a Hyunjo —sugirió Kyuhyun.



—Papi dice que la violencia no sirve de nada —se quejó Jeno.



—Lo que me recuerda que tu papi dice que bajes ya —intervino Sungmin. Jeno suspiró, aburrido, pero fue a las escaleras, aunque se detuvo antes de bajar y declaró.

—Pero, tío Sungmin, tienen que marcharse el domingo, porque no quiero dormir con ellos. Mi señor padre ronca.



—Esta es mi familia, bienvenido a ella —dijo Sungmin cuando se quedaron a solas.



Por alguna razón, nunca se había dado cuenta de lo espontáneos y desinhibidos que eran todos hasta que los había mirado con los ojos de Kyuhyun.

¿Qué pensaría de ellos? ¿Serían muy diferentes a su propia familia?

Probablemente.

Por la forma de comportarse de Kyuhyun y su visión del mundo, seguro que provenía de un medio educado, profesional y frío.




Abrió la puerta del dormitorio y se quedó mirando la gran cama que dominaba el cuarto. Sintió que se le ponía la piel de gallina al notar que Kyuhyun entraba detrás de el. Deseaba más que nada compartir aquella cama con él y al mismo tiempo se sentía petrificado por el temor a dejar escapar su única oportunidad o echarla a perder.





—No pongas esa cara de angustia —dijo Kyuhyun—. No suelo atacar por la noches —añadió dejando las maletas en el suelo.



Sungmin reaccionó al oír cierta ofensa en sus palabras. E incluso dolor. La idea de Kyuhyun sufriendo por su culpa le resultaba insoportable.



—No estoy preocupado por lo que tú puedas hacer —dijo con honestidad—. Me preocupa lo que puedas pensar.



Kyuhyun frunció el ceño.
—¿A qué te refieres?



—Tengo miedo de que creas que yo he arreglado esto —dijo con timidez—. Y sé de sobra que eres demasiado atractivo para no saber comportarte con alguien más en la intimidad..





Kyuhyun sintió que su tensión se deshacía bajo sus palabras.

¿Lo encontraba atractivo de verdad o lo decía por cumplir?

Miró los brillantes ojos negros de Sungmin intentando leer las evidentes emociones que luchaban bajo la superficie. Pero le resultaba tan inútil como mirar el fondo del mar. Sólo deseaba tomarlo en brazos y apretarlo y sentir su cuerpo desnudo contra su torso. Quería cubrir cada milímetro de su piel exquisita con besos y mirarlo al mismo tiempo, mientras lo hacía.

Quería ver en qué se convertía entonces el negro de sus ojos.



—En serio —añadió Sungmin, incapaz de interpretar su mirada grave.



—¿Por qué? —preguntó al fin Kyuhyun, queriendo seguir hablando del tema anunciado.

Sungmin no lo entendió. —¿Por qué qué?



—¿Por qué crees que soy atractivo?





Sungmin abrió la boca y la volvió a cerrar.

¿Qué podía decir?

«Estoy obsesionado pensando en ti. Me fascina tu aspecto. Adoro tu inteligencia y tu sentido del humor. Me encanta tu personalidad y su fondo oscuro. Tanto que me paso las noches haciendo dibujos en los que apareces en mil posturas».



No iba a decirle aquello.

No podía admitir su enamoramiento, pues la confesión lo haría parecer tan vulnerable, tan joven... como un adolescente confesando una pasión juvenil.

Pero por el contrario, podía admitir que se sentía atraído, sin dejarle ver la profundidad de su pasión. Que deseaba besarlo, pero que no daba una especial importancia a ese hecho. El deseo le apretaba la garganta, amenazando con ahogarlo. No sabía qué podría pasar, pero tenía que intentarlo. Si no lo hacía, se lo reprocharía toda la vida.





—No sé que es lo que encuentro mas atractivo en ti —comenzó lentamente.



—¿Oh? ¿Qué te parecen mis músculos? —bromeó Kyuhyun.



Sungmin observó con cautela el brillo malicioso de sus ojos.
—En realidad, nunca me había fijado mucho en tu apariencia física —mintió.



—Pues deberías —dijo él con fingida seriedad—. La apariencia física es muy importante en una relación, aunque sea falsa. ¿Por qué no me tocas y así puedes apreciar mi forma?



Sungmin lo miró con asombro. Si apreciaba un poco más su forma, como decía, caería en el pecado de idolatría. Pero aprovechó la ocasión y se acercó a él con lentitud, observando que ciertamente, a pesar de ser delgado tenía un cuerpo tonificado, debía ser por las recientes horas invertidas en el gimnasio,, incluso tenía musculos incipientes en lugares que no hubiera imaginado.

Con precaución, alargó la mano y le tocó el pecho. El tacto era una delicia. Era sólido, seguro, cálido.

Como él mismo.





Kyuhyun era una persona honrada, cariñosa, en la que se podía confiar. No era alguien frívolo, ni tendente al entusiasmo y el abandono fácil. Era la clase de hombre con el que puede contarse para el futuro. La clase de hombre que no sale huyendo ante el primer conflicto.


Lo que no le serviría de mucho a menos que pudiera convencerlo de que olvidara su aversión a la familia y se comprometiera con él. Frunció el ceño al acordarse de cierto rubio con el que había estado dispuesto a comprometerse.



—¿Tienes alguna queja sobre mi forma? —preguntó Kyuhyun al ver su gesto.



Sungmin hizo un esfuerzo por olvidar el pasado y concentrarse en el momento presente.
—A lo mejor no eres la clase de chico que le da mucha importancia a la fuerza —propuso Kyuhyun.



Sungmin intentó pensar cómo responder. Le parecía absurdo alabar la fuerza física, pero lo cierto era que lo admiraba también por eso. Era una frivolidad, pero no podía engañarse.



—¿A lo mejor eres la clase de chico que aprecia a un hombre por su inteligencia? —sonrió Kyuhyun y su expresión perversa aumentó la excitación de Sungmin.



—¿Se te ha ocurrido que a lo mejor me gustan los tipos callados? —bromeó.





Kyuhyun ladeó la cabeza y lo estudió con detenimiento. De pronto, alargó el brazo y lo tomó por un hombro para acercarlo. Su gesto fue tan inesperado que Sungmin perdió el equilibrio y lo recuperó contra su pecho, embriagado por el repentino contacto.



Deliberadamente se relajó, dejando que su cuerpo se adaptara a la forma deliciosa de Kyuhyun, y sintiendo una vibración en su estómago que ascendía por su pecho.


Alzó la cara para mirar sus ojos brillantes y preguntó. —¿Por qué has hecho eso?



—Aclárate de una vez. ¿No querías a un tipo callado y decidido?





Sungmin tomó aire y se llenó de la fragancia de agua de colonia de Kyuhyun. Olía un poco a lima. Le encantaba el aroma de lima y todo lo relacionado con limas. Las bebidas, los aromas, los hombres...



¿Sabría a lima también?

Hundió la nariz en el cuello de Kyuhyun y sonrió para sí al sentir que el hombre se tensaba levemente. Sin poder evitarlo, sacó la lengua para probar el sabor de su piel. La reacción de Kyuhyun fue apretarlo más contra su cuerpo. Sungmin rió con placer al sentir su deseo contra el vientre. Le parecía justo que Kyuhyun fuera sensible a sus gestos.





—Sungmin...

Y la voz de Kyuhyun tenía una advertencia cuando besó de nuevo su cuello. No sabía a lima, decidió. Sabía a sal y a algo mucho más indefinible. Algo que sin embargo lo alcanzaba profundamente, emocionándolo. Lo hacía desear tirarlo en la cama, arrancarle la ropa y hacerle el amor de forma apasionada.


Colocó las manos sobre su pecho y lo acarició, sintiendo su solidez. Kyuhyun era sin duda su ideal masculino. El hombre en el que habían tomado cuerpo todas sus fantasías eróticas. Deslizó las manos hasta los hombros y las enlazó detrás de su nuca, mirándolo y deseando besarlo.

Lo deseaba tanto que no temía ser rechazado.



Pero un rechazo parecía ser lo último en lo que Kyuhyun pensaba. Fascinado vio cómo sus labios se iban aproximando a el y su excitación iba creciendo hasta convertirse en un rugido en sus oídos. Pero de pronto, Kyuhyun alzó la cabeza y miró a la puerta.



—¿Qué pasa? —dijo Sungmin con la voz ronca.



Kyuhyun señaló la puerta, y Sungmin pestañeó y recordó que había escuchado a su sobrino decir su nombre. Cohibido al darse cuenta de lo concentrado que había estado, miró a Kyuhyun que no parecía en absoluto molesto por la interrupción.



La realidad lo asaltó de pronto y se apresuró en recuperar la compostura. Era normal que Kyuhyun no se sintiera frustrado, pues era él, el que tenía una fijación erótica, no Kyuhyun. Sin duda él disfrutaba besándolo como disfrutaría besando a cualquiera.

La idea le pareció horriblemente deprimente.





—Tío Sungmin —repitió la vocecita quejosa de Jeno—. ¿Por qué no me contestas? Tengo que sacar algo del armario.



—Estamos... —comenzó Kyuhyun, pero Sungmin lo interrumpió, temiendo que fuera uno de esos adultos que dicen toda la verdad a los niños.



—Deshaciendo las maletas, Jeno —dijo Sungmin intentando parecer normal—. Puedes entrar, corazón.



—¿Es necesario? —susurró Kyuhyun medio en broma, y Sungmin se sintió mejor. Así que le había molestado la interrupción.



Jeno abrió la puerta y corrió al armario.



—Papi me dijo que me cambiara de camisa, pero me dijo también que no abriera la puerta o podría ver más de lo que quiero ver.



El chico rebuscó en los cajones haciendo volar unos cuantos calcetines y siguió hablando. —Le pregunté qué quería decir con eso y se echó a reír y me dijo que era muy joven para entenderlo.



—Y es verdad —Sungmin disimuló aunque estaba convencido de que el niño merecía una respuesta honesta. Pero no podía ofrecérsela. Ni el entendía lo que sucedía entre Kyuhyun y él, difícilmente podía explicárselo a un niño de seis años.



—Será mejor que bajemos —dijo, aunque lo que realmente quería hacer era esperar a que
Jeno saliera y seguir besando a Kyuhyun.

Pero ahora era imposible que el niño abandonara su cuarto, seguro cómo estaba que allí sucedían cosas interesantes. Por otra parte, no quería que Kyuhyun creyera que se moría por besarlo de nuevo. Así que tendría que simular algún accidente para volver a sus brazos.



Sungmin sonrió maliciosamente mientras salía del cuarto seguido por Kyuhyun y por Jeno que no les perdía de vista.

¿Podría utilizar el viejo truco de simular un tropiezo o estaba muy visto?

No. Por desgracia si tropezaba yendo delante de él, se arriesgaba a matarse en la escalera sin que Kyuhyun pudiera agarrarlo a tiempo. Más tarde quizás...





En ese momento, lanzó un grito de terror y se agarró frenéticamente al pasamanos cuando su pie pisó algo que se movía. No sólo se movía sino que lanzó un aullido que le heló la sangre mientras saltaba y se lanzaba escaleras abajo como un destello de furioso pelaje negro.



—¿Qué ha sido eso? —Kyuhyun lo agarró por detrás, abrazando su cuerpo tembloroso.



—Cuidado con el gato, Sungmin —gritó Donghae desde la cocina—. Olvidé decirte que suele dormir en las escaleras.



—Eso no es un gato, es una catástrofe —la mano amplia de Kyuhyun acarició suavemente la espalda tensa de Sungmin para relajarlo.



—Es verdad —murmuró Sungmin contra su pecho, preguntándose cuánto tiempo podría seguir allí sin parecer estúpido—. Pero no puedo quejarme.



—Claro que sí —Kyuhyun acariciaba ahora su nuca para distender los músculos agarrotados por el susto. Sungmin se dejó hacer sin pudor.



—Lo que quiero decir es que no tengo derecho a quejarme. Yo encontré ese monstruo abandonado en la carretera el año pasado y el pobre de Hae aceptó adoptarlo.



—Pues podría haberlo educado —sonrió Kyuhyun y su aliento rozó su mejilla.



—Hmmm —murmuró Sungmin, intentando no mover un músculo para no distraerlo de lo que venía a continuación, es decir besarlo.

Debía acordarse de comprarle al gato un juguete nuevo como recompensa por su colaboración.

La idea se diluyó en su cerebro cuando Kyuhyun lo besó finalmente y sólo pensó en la firmeza y calor de sus labios, en el ardor que invadía su cuerpo mientras Kyuhyun lo abrazaba con seguridad. Separó los labios dócilmente ante la presión de la lengua de Kyuhyun y sintió que lo arrastraba un remolino de pasión sexual que no parecía tener fin. Era increíble que un simple beso provocara en el tales sensaciones. Se sentía como si hubiera echado a volar y no fuera a posarse nunca más en la fealdad de la vida.



Los brazos de Kyuhyun lo estrecharon con más fuerza al sentir su temblor. Estaba asombrado de lo maravilloso que le resultaba besarlo.

Casi le asustaba pensar en lo que pasaría si hacía el amor con el. Quizás explotara de placer. Pero valía la pena morir así.


Una extraña sensación que nada tenía que ver con Sungmin penetró en su conciencia, rompiendo su euforia. Intentó ignorar la molestia, pero allí seguía. De manera que tuvo que alzar los ojos y se dio cuenta de que había unos ojos castaños mirándolo fijamente.


¡Jeno!

La imagen del niño fue más eficaz que una ducha fría.





—¿Qué está haciendo con mi tío Sungmin, señor? —preguntó Jeno.



Kyuhyun dejó ir a Sungmin muy a su pesar y respondió, intentando no mostrar su irritación. —¿No te ha enseñado tu papá que no se hacen preguntas personales a los desconocidos?



—No —contestó Jeno con sencillez—. ¿Por qué lo estabas besando así?



—No te preocupes por eso —dijo Kyuhyun crecientemente cohibido.

¿Eran todos los críos igual de curiosos?

Su experiencia con niños se limitaba a emitir exclamaciones de admiración cuando sus amigos le relataban las hazañas de sus pequeños. En el hogar de acogida donde había crecido los niños estaban separados por edades y nunca había tratado con los más pequeños.

Si todos eran como Jeno... Kyuhyun sintió un estremecimiento al considerar la idea y se alegró, por una vez, de su decisión de no tener familia. Imaginar a un hijo suyo mirándolo con la cara de absoluto desprecio con que lo miraba Jeno era una idea aterradora.



—Jeno, ponte los zapatos, nos vamos en cinco minutos —dijo Hae desde el piso de abajo. Esperó hasta que Jeno hubo desaparecido para disculparlo:



—Perdona por su curiosidad. Es un poco precoz.



Kyuhyun mantuvo una expresión impasible pero tenía ganas de decirle a Hae que si el niño no dejaba de interrumpir sus intentos de besar a Sungmin, iba a descubrir los peligros de la precocidad.



—¿Te importa esperarnos en el salón, Kyuhyun? —añadió Hae—. Min, necesito tu ayuda para sacar una gelatina. Siempre se me rompe.



—Claro —Sungmin lo siguió a la cocina aunque le dolía separarse de Kyuhyun.



—Es una pena que a Kyuhyun no le gusten los niños —comentó Hae tendiéndole a Sungmin un molde.



—Sí que le gustan —dijo Sungmin automáticamente, aunque no tenía ni idea de si era cierto.Simplemente tenía que defenderlo.



—Pues no parecía encantado con el pobre Jeno —insistió su hermano—. Lo miraba como si fuera a comérselo.



Sungmin deshizo el molde y logró poner la gelatina en una fuente sin romperla.
—No puedes reprocharle que se enfade cuando ha sido interrumpido dos veces cuando
intentaba besar a su novio.



—Puede ser —dijo Donghae—. Debo admitir que se me ha olvidado cómo se siente uno en los primeros meses de noviazgo. Hyukjae y yo no dejábamos de tocarnos. Y pensar que ahora... —suspiró sin terminar de hablar.



—¿Pasa algo?



—No, nada en absoluto —dijo Hae con una obstinación que dejó más preocupado a Sungmin—. Todo está bien. Tengo un grupo estupendo en el colegio, uno de los mejores. ¡Odiaría dejar de dar clases! —su voz se endureció al decirlo.



Sungmin lo miró con sorpresa ante su tono vehemente.
—¿No hay razón por la que debas dejarlo, verdad? —preguntó con cautela.



—Hay gente que cree que los puestos de profesor crecen en los árboles. ¿Te acuerdas de todo el tiempo que estuve haciendo sustituciones antes de conseguir un puesto fijo? ¡Seis años, creo!



—Claro —Sungmin se preguntó qué significaba aquello. ¿Tendría su hermano problemas laborales? Pero se lo hubiera contado.



—Oh, cielo, mira qué hora es —comentó Hae mirando el reloj de cocina—. Tenemos que salir corriendo. Debes estar deseando llegar a casa de Ying y enseñar esa piedra. Por no hablar del propio Kyuhyun.



—Espero no parecer tan vanidoso —dijo Sungmin, pero lo cierto era que se moría de ganas de presentarse con Kyuhyun ante sus familiares, y sobre todo ante algunos de los más pesados. Aunque luego se iban a reír al saber que su compromiso se había roto.


Frunció el ceño mientras se dirigía en busca de Kyuhyun. Tendría que inventar una buena excusa si todo salía mal, pues no quería hacerlo pasar por un canalla. El pobre no se merecía que su familia lo despreciara más adelante.

✨UN JEFE MUY ESPECIAL | KyuMin.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora