Got Love For Sale

162 9 15
                                    

Paul se encontraba sumido en la melodía del nuevo disco que acababan de lanzar. A solo una semana de partir de gira, sabía que debía mentalizarse para estar fuera de casa durante más de cuatro o cinco meses. La soledad se cernía sobre él como un manto pesado.

—¿Qué canción se supone que sigue? —murmuró para sí mismo, mientras sus ojos recorrían la lista de temas. Un suspiro escapó de sus labios al ver el título de la siguiente pista. Era una indirecta clara de Gene: "Got Love for Sale". El álbum parecía estar impregnado de insinuaciones entrelazadas, donde las palabras se convertían en dagas, a excepción de las canciones de Ace y Peter, que parecían flotar en un mundo aparte.

No era el primer álbum repleto de ataques sutiles y desaires entre él y Gene; "Destroyer", el álbum anterior, también había estado lleno de esas tensiones, aunque no tanto como este nuevo trabajo. La música lo sacó de sus pensamientos, y aquella letra lo transportó a aquel día fatídico en el que Gene pronunció aquellas palabras que resonaban en su mente como un eco doloroso.

La confusión entre la admiración y el resentimiento lo consumía, mientras cada nota parecía retar su corazón a recordar lo que preferiría olvidar. ¿Estaría realmente dispuesto a perderse en la tormenta emocional que esta gira prometía?

Días antes

Eran más de las doce de la tarde y Paul seguía sumido en un sueño profundo. La puerta de su habitación estaba asegurada, y a Gene no le importaba si Paul no despertaba; para él, era lo mejor. Sin embargo, lo que ignoraba era que Paul soportaba el dolor de cabeza más intenso que jamás había experimentado. Las cortinas estaban tan oscuras que bloqueaban la luz del día, un alivio para Paul, ya que cualquier destello lastimaba sus ojos cansados.

No desayunó ni comió; se pasó el día encerrado en su mundo de tormentos. La fiebre le consumía el cuerpo y su voz sonaba tan ronca que apenas podía pronunciar palabra.

—¡Maldita sea, Paul! ¿Aún no te levantas? La casa está hecha un asco. ¡Párate a ordenar, por Dios! —gritó Gene mientras golpeaba la puerta con frustración—. ¡ABRE LA PUTA PUERTA, PAUL!

El silencio se hizo pesado en el aire hasta que el eco de los golpes finalmente penetró en la mente de Paul. Se levantó lentamente, sintiendo cómo cada movimiento era un desafío. Gene alzó una ceja al verlo aparecer, su mirada cargada de desprecio.

—Gene, no puedo hacer nada... me duele la cabeza horrible —logró articular Paul, su voz rasposa traicionando su estado.

—Genial —replicó Gene con desdén—. Aparte de tu "dolorsito" de cabeza, te quedas ronco justo en medio de la grabación del álbum —se cruzó de brazos, su frustración palpable como un rayo en el aire.

Un silencio tenso llenó el espacio entre ellos. Paul sintió cómo la presión crecía; sabía que su enfermedad había desatado la ira de Gene, pero también comprendía que esa rabia escondía algo más: una preocupación disfrazada de desprecio. En ese momento, se dio cuenta de lo intrincada que era su relación: amor y odio entrelazados.

—Lo siento... solo mañana me apuraré —suspiró, sintiendo el peso de las palabras en el aire—. Mañana todo estará en orden, aunque deberías ayudar tú también.

—¿Yo?! Jajaja, no, Stanley, esta es tu casa —sonrió, una chispa de desafío brillando en sus ojos—. Tú debes mantenerla limpia.

—Entonces vete —las palabras se escaparon de su boca sin pensar—. Ya no quiero que vivas aquí.

—¿Qué dijiste?!!

La mirada de Gene cambió en un instante. La fiebre que ardía en el pecho de Paul lo impulsaba a hablar sin medir las consecuencias. Cuando se dio cuenta de lo que había dicho, miró a Gene con miedo; ya era demasiado tarde para una disculpa. Tenía razón: Paul había comenzado a pagar la casa solo, mientras Gene apenas contribuía con la comida y algunas cosas más, como el papel higiénico o el agua y gas. Pero los gastos mayores recaían sobre Paul.

I still love youDonde viven las historias. Descúbrelo ahora