1: el talego

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—¿Pedimos alitas de pollo?

—Solo para ti, no tengo hambre. —Respondió desinteresadamente, aún concentrada en la película que se reproducía en el TV de la sala.

Gustavo la miró con esos ojos preocupados que la hacían sentir como una niña pequeña. Él sabía qué era lo mejor para ella. Todos lo sabían menos ella misma, al parecer. Esa era la única mirada que él y su madre le habían estado ofreciendo por los últimos dos años.

Valentina no tenía que girar la cara, sabía que no tenía que mirar de soslayo porque esa preocupación era lo único que se encontraría en su hermano menor.

Él bloqueó el teléfono, decidiendo no ordenar nada. Se quedaron en silencio terminando de ver la película que Valentina escogió, al menos podía tener algún arbitraje sobre eso, sobre qué ver un viernes en la noche.

El teléfono de Gustavo volvió a ganar la atención de ambos, esta vez le entró una llamada. Gustavo contestó en seguida al ver que se trataba de uno de sus amigos, Valentina tiró su cabeza hacia atrás, dejando en evidencia su molestia. El menor captó el mensaje y se fue a continuar la conversación en otro lugar de la casa que compartían.

Ambos parecían gotas de agua, Gustavo ligeramente era más alto que ella. Ambos delgados, de tez pálida, ojos azules y pelo castaño, casi rubio a la luz del sol. Solían pasar por mellizos a veces pero Valentina se aseguraba rápidamente de aclarar su diferencia de edad, quizás más para recordárselo a él. El menor tenía una barba incipiente y el pelo corto, estilizado hacia un lado.

Valentina siguió observando la película pero entonces se dio cuenta de que realmente no estaba disfrutándola, ni siquiera podía recordar el nombre del protagonista. ¿Realmente había elegido ella la película? Tomó el control remoto y apagó la TV, se levantó y se perdió en el pasillo contrario, yendo a su habitación.

Se quedó en la penumbra del cuarto, lo único que alumbraba su rostro era la luz que desprendía la pantalla del móvil.

Unos 10 minutos después Gustavo apareció, quedándose en el marco de su puerta y encendiendo la luz. Valentina frunció el ceño y se llevó la palma de la mano sobre los ojos, tratando de hacer una sombra que aliviara el dolor provocado por la repentina luz intensa que no pidió.

—Vienen Andre y Cris.

—Sabes que Andre se pone insoportable-

—Sí, sí, les dije que estabas enferma. Vienen y nos vamos.

—Gracias, —volvió a tomar su teléfono, mirando las fotos que le aparecían en el feed de Instagram. —Diviértanse.

—Trataré de volver temprano.

—No tienes que hacer eso, puedo estar sola una noche.

Gustavo pareció apretar los labios, fue evidente que prefirió reservarse su comentario.

—¿Adiós? Ve a pasarla bien, jovencito. Es como si tuvieras dos trabajos.

—¿Dos trabajos? —Preguntó confundido.

—Sí, —Valentina bajó el teléfono y lo miró fijamente. —Uno es, bueno, lo que te ocupa de 9:00 a 5:00 y el otro es paternarme.

—¿Qué?

—Necesitas salir y pensar en otra cosa así sea por una noche. Cierra la puerta, por fa.

Su hermano suspiró fuertemente y dio la vuelta, azotando la puerta al perderse por el pasillo. Segundos después regresó. —Me preocupo por ti, —ella sabía que el tipo no se iría así sin más.

Valentina automáticamente dejó caer su teléfono a un lado y se llevó una almohada a la cabeza, ya habían tenido esta misma conversación demasiadas veces.

Siento que no sientas | JuliantinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora