6: queriendo en silencio

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El tiempo no le había dado la razón a Natalia, afortunadamente.

Pero ahora el problema era otro.

A estas alturas, luego de dos mes de intento por sostener algo "casual", Juliana y Valentina habían entrado en un estado extrañísimo de amistad.

El asunto es que lejos de deberse al ofrecimiento inicial de tener sexo sin ataduras, en este tiempo había existido nada de eso y mucho de otras cosas que ahora tenían a Juliana bajo una nube densa de incertidumbre.

Las reuniones con la directora habían llegado a su fin y venía una etapa de descanso por las fiestas de fin de año. Así que, ante la terminación de sus citas post-reuniones, Valentina había tenido la iniciativa de empezar a escribirle por WhatsApp a Juliana.

Le había dicho una noche de domingo que no recordaba muy bien cómo se llamaba el EP que le había recomendado la última vez que se encontraron. Juliana le dijo el nombre y Valentina sugirió hacer una videollamada para escucharlo juntas.

A pesar de que el EP era corto, la charla siguió y siguió y cuando Juliana se dio cuenta, eran las 5:00 a.m. del lunes.

Luego, al pasar de los días, sus mensajes escalaron a... ¿citas?

Primera: ir a cenar. ¿La excusa? Ese restaurante podría ser una buena locación, si no, un referente de iluminación. La autora de la excusa fue Juliana.

Segunda: caminar por los jardines del centro de la ciudad. ¿La excusa? Valentina quería comentarle un inconveniente que estaba teniendo con la actriz que interpretaría al interés amoroso de su protagonista. Lo pudo haber hablado por mensaje, sí, pero sostuvo que caminar le ayudaba a despejar la mente.

Tercera: acompañarse a la biblioteca a buscar bibliografía recomendada y leer en silencio. ¿La excusa? Ninguna de las dos sabía realmente de dónde había surgido pero había sido una visita enriquecedora, sin duda.

Y quizás hubiesen sido encuentros en efecto amistosos pero todo estaba en el detalle:

Se besaban al saludarse y despedirse en cada ocasión. Se besaban en los labios, cabe recalcar.

Y además:

Durante la cena ignoraron completamente la estructura y disposición lumínica del restaurante. La caminata por el jardín la hicieron todo el tiempo tomadas de la mano. Y mientras se hacían compañía al leer, se sentaron una junto a la otra en un sofá de cuerina verde que estaba retirado del público de la biblioteca, tocando inconscientemente sus manos, brazos o espaldas.

También estaba el hecho de que Juliana tuvo que comprar más y más rollo porque quedaba para el recuerdo las fotos que se hacían la una a la otra.

Y frente a la ausencia de sexo...

Juliana no sabía muy bien qué estaba ocurriendo. O por qué no estaba ocurriendo.

Le daba un poco de vergüenza admitirlo pero cuando Valentina propuso tener algo casual, había esperado que eso incluyera ese tipo de intimidad. Es más, creía que se trataría solo de ese tipo de intimidad.

La última vez que la vio en persona fue una tarde de viernes a principios de diciembre, en su cuarta cita, donde estaban recostadas sobre una manta en el pasto del exterior del Museo de Arte Moderno de su ciudad.

Valentina estaba acostada boca abajo y Juliana boca arriba, sintiendo el costado de la otra mientras reían por alguna estupidez. Cuando reinó nuevamente el silencio, Valentina se apoyó en sus codos y se acercó para besarla, Juliana la recibió feliz e hizo lo que se le había vuelto costumbre, tocar los suaves pelitos rubios de la parte de atrás de su cabeza, donde acababa el cuero cabelludo y empezaba el largo cuello de Valentina.

Siento que no sientas | JuliantinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora