La Llegada

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No había forma de medir la velocidad ni el tiempo. La nave recién fabricada solo se movía con gran prontitud hacia su objetivo, el objeto K3; ese planeta azul con grandes partes multicolores que eran tan difíciles de descifrar, y que a su vez, emanaba ciertas cantidades de un material que no había sido identificado aún. Ya estaba muy cerca, lo podía sentir por la temperatura y el cambio de atmósfera. De pronto la velocidad ya era medible, y hasta cierto punto lenta. El individuo a bordo, siguiendo todas las instrucciones previamente enseñadas, intentó mantener el control de la nave, pero fue inútil en un campo totalmente ajeno. La explosión fue inminente.

Recobrando los sentidos, y con un poco de miedo, abrió las compuertas de su nave. Lo pudo sentir de inmediato; el cálido roce del sol, la brisa acariciando su piel, y una sensación distinta del tiempo. Solo habían desperdicios a su alrededor, y mientras su capa externa se adaptaba a las nuevas percepciones y posibles amenazas, el individuo continuó caminando sin rumbo. Ya en las calles de un lugar no conocido, tuvo su primer encuentro con otro ser vivo. Desde la distancia, le pareció muy inofensivo. La nueva criatura solo caminaba cubierto de telas, y expulsando sonidos, mientras sostenía un aparato con una de sus extremidades. De pronto, y sin pensarlo muy bien, el cuerpo del intruso se convirtió en un espejo reflector de lo que estaba mirando. Como por selección natural, se ajustó de manera hábil para no levantar sospechas de su reciente llegada.

Con la apariencia de un humano, y caminando por las calles de la ciudad, se dio cuenta que algo le faltaba; la manera de extraer información. El único método eficiente sería a través de la comunicación. Como un sistema operativo, comenzó a extraer cada palabra que escuchaba: "¡Qué tal!" "Un café, por favor." "¡Púdrete!" "Un meteorito ha caído." "¡Qué tengas un buen día!". Y en menos de diez minutos, adquirió más vocabulario que cualquier diccionario en el mundo. 

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