Parte Siete

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24 de junio, 2016

Las personas dicen que el primer beso es importante, el recuerdo siempre prevalece en tu mente. No importa con quien haya sido, un extraño o conocido, siempre dejara una huella en tu corazón.

Ese verano fue diferente; aun sentía la perdida de Tsumiki, y el dolor lo acompañaba por largos momentos. Sin embargo, la presencia de ese hechicero era reconfortante, como si envolviera a Megumi en una capa protectora, cálida y segura.

Sin notarlo, la ausencia del hombre comenzaba a molestarle y los momentos junto a él se volvían un tesoro.

—Atrápenlo—arrojando una pelota, observo a los lobos ir tras ella. Estaba sentado cerca del arroyo; tratando de ignorar la inquietud de su pecho; generada por la presencia del alfa dominante.

Satoru estaba sentado a su lado, demasiado cerca. Sostenía un libro entre sus manos, aunque la página seguía siendo la misma desde hace veinte minutos. Las feromonas del hombre se esparcían suavemente, y poco a poco se fue quedando dormido.

—Megumi—llamo al sentir el peso en su hombro. —¿Estas dormido? —pregunta, apartando un mechón de cabello oscuro. —Sabes, hay algo que he querido decirte desde hace mucho tiempo—pasa un brazo sobre los hombros de Megumi, acercándolo; sin notar que el joven acaba de despertar. —La verdad es que tengo miedo por saber cuál sería tu reacción. No quisiera que te alejaras de mí, pero cada vez es más difícil—respira profundo. —Me gustas, demasiado. Estoy enamorado de ti desde—su corazón se acelera. —...siempre.

Megumi tuvo que esforzarse demasiado para que sus feromonas no lo delataran; su alfa empezó a brincar de la felicidad, y el calor del cuerpo de Gojo comenzó a consumirlo.

—Sé que debería arriesgarme, pero no quiero perderte. No puedo. —Gojo se levanta con cuidado, se despide de los lobos y se marcha. Ijichi probablemente ya lo está esperando en la entrada, para llevarlo a su siguiente misión. De repente, es detenido por una mano más pequeña y delicada. —Megumi.

—Eres un idiota—su tono es una mezcla entre felicidad y enojo. —Siempre tomas lo que quieres, y nunca pides permiso. Eres un hombre egoísta, irresponsable, caprichoso y...

—Lo sé. —El hombre lo mira con cariño; sus ojos azules brillan. —Pero jamás me comportaría de ese modo, no contigo. Tu opinión, tus sentimientos, siempre serán importantes y siempre tendrás la última palabra.

—Está bien. Entonces—se acerca al hombre. —Bésame.

—No. —«Tierno» piensa al ver las mejillas sonrojadas del menor. —No deseo que te sientas obligado a corresponderme. En estos momentos, tú y mi hijo son las personas que más me importan, y jamás me atrevería a lastimarlas.

—Satoru—gruñe con molestia. Sus manos viajan hasta el cabello blanquecino, y debe ponerse de puntitas para que su rostro se acerque al del hombre. —Me gustas. Así que—relame sus labios. —...te ordeno que me beses.

—Si lo hago—sus manos sujetan la cadera del Zenin; acercándolo a su cuerpo. —No dejare que nadie más vuelva a tenerte. Serás para siempre y por siempre mío.

—Estamos de acuerdo—sonríe. Los labios de Satoru se posan sobre los suyos; una dulce caricia, simple, suave y delicada. Hace que Megumi vea fuegos artificiales; su corazón bombeando a toda velocidad cuando la lengua del hombre asalta su cavidad bucal.

Se siente como si flotara en el aire, como si nada pudiera tocarlo, solo él. Solo Satoru.

14 de febrero, 2017

—¿En qué estás pensando? —pregunta, acariciando el cabello del mayor con ternura. El hombre lo abraza con más fuerza; el peso de su cuerpo sobre el suyo es agradable. —Satoru...

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