YO, ENTRE TUS LUNAS
𝕹o me llamaba en lo absoluto la idea de seducir hombres por diversión, aburrimiento, necesidad, entre otras cosas. Terminaba siendo lo mismo. Si no había razones, no lo hacía y, además, en los libros de Matemáticas y Física no estaba escrita la fórmula precisa para acceder al cerebro de un hombre cuya alma era una atmósfera pesada, cuya sangre se asemejaba al gin tonic, y su saber algo de dimensiones astronómicas que se asomaba en cada módulo que se iba haciendo más corto con el pasar de las semanas.
Lo tenía ante mí; al hombre hermético. Me olfateé el cuello de la camisa y me fijé en su maletín. Negro, aburrido, en el cuero no había marcas visibles de desgaste y tampoco había hebillas plateadas cerca del cierre con el que de vez en cuando jugueteaba.
Irradiaba una felicidad irracional. Él no, yo. «¡Bienvenidos a la Tierra!», escuché en algún lado, quizás en alguna zona apartada de mi mente. La voz sonó tan fuerte como para irrumpir el sueño pesado de alguna persona agotada, pero nadie pegó brincos en sus sillas o separó los codos del pupitre; todos miraban en silencio el pizarrón. Sin embargo, encima de mí se inflaba un globo imaginario que amenazaba con explotar cada vez que el aire dentro suyo aumentaba con las ideas de querer aproximarme a su escritorio; era el error. Leí que el interés terminaba en picadas. Intereses amorosos, como ebrios conductores en una carretera, sobreviviendo a la noche, lluvia y alcohol, estaban destinados a accidentarse de las peores maneras.
—Sacamos ratones del cuarto. ¿Hacen nidos? Había pedazos de tela en el rincón donde acumulo las cajas de los zapatos que ya no uso y estaban destrozados. Olía a muerto y Hayami no logró cazarlos, pero de que hubo ratones en el cuarto, los hubo. Umiko —llamó Chieko; yo andaba en las nubes, a lo sumo fuera del Sistema Solar, rozando el cinturón de Orión. Vi un planeta solitario que abría el maletín a medias. Mi curiosidad era arrastrada igual que el cierre sin hebillas plateadas—. ¿Me estás escuchando?
Despabilé. La parte trasera de mis muslos se sintió fría al acomodarme mejor en el asiento. Los ratones en la casa de Chieko aparecieron por detrás de mis rodillas y se metieron dentro de mi cuerpo. Mi piel sufría un cosquilleo intenso.
—¿Qué pasa?
—¿En serio? Te estuve hablando y no me has escuchado. ¿Estás bien? —Se paró a dos metros de la entrada. El aula debería haber estado vacía de no ser por él y ese bendito maletín negro. La gente desapareció en menos de un segundo; creí que todos aún estábamos observando todas esas fórmulas. ¿Qué había ahí? ¿Apuntes? ¿Fotos? ¿Ideas para sus clases? Chieko sonrió. No era de extrañar que suponga que algo malo estaba pasando; sonreía para hacer tiempo en lo que buscaba palabras amables que decir en voz alta.
Negué con la cabeza.
—Me estresa el trabajo... Supongo que es lo normal. ¿Qué ocurrió con los ratones del cuarto? ¿Tu madre? Les tiene terror, ¿cierto? La habrá pasado mal cuando limpiaron todo y descubrieron el escondite.
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𝐉𝐔𝐏𝐈𝐓𝐄𝐑 𝐃𝐄 𝐌𝐈𝐄𝐋 | 𝗮𝗸𝗶 𝗵𝗮𝘆𝗮𝗸𝗮𝘄𝗮
Fanfiction𝐉𝐔𝐏𝐈𝐓𝐄𝐑 𝐃𝐄 𝐌𝐈𝐄𝐋 | Aki Hayakawa era como el planeta Júpiter. El planeta más grande del Sistema Solar, hecho del gas de la melancolía con un toque de desbarajuste. Enorme, devastador y, aun así, indiferentemente de que destilara una atra...