¿Eres...mi mellizo?

XIV. Las lagrimas de un zorro perdido

Cuando la noche llega, los depredadores salen por sus presas para cazarlas cuando menos se lo esperan.

Pero aveces la presa está preparada para enfrentarlo y luchar por su vida sin miedo alguno, aunque su alma tiemble por dentro.

Daniel no iba a dejar que otra vez lo tomarán por sorpresa. Aunque claro, no podía enfrentarse a ellos, eso era una idea estúpida qué lo llevaría a una muerte segura, pero si se defendería con lo que tenga y a la vez se aseguraría qué no le hicieran nada a su amigo.

Hoshumi intentaba mantener un aire de seguridad en su cuerpo aunque en su interior estuviera muerto de miedo. Lidiar con Yakuzas es como lidiar con los mejores jugadores de volley en partido el cual estas a nada de perder, pero en este caso aquí cualquier fallo que el tenga perderá la vida.

Trago en seco y encajo sus uñas en las palmas de sus manos en un intento de controlar los nervios qué podían delatar el miedo que sentía.

—¿Estas bien?— Dan pregunto al peliblanco quien notó como empezaba a apretar la mandíbula y rechinar los dientes. Korai lo miró y asintió para después volver a dirigir su mirada  al bosque qué estaba frente a ellos.

Ambos comprendían sus sentimientos y el hecho de que ahora llevaban una relación más amena y por así decirlo de "amigos" podían sentirse más tranquilos el uno con el otro. Pero eso no quitaba qué el miedo de lo que fuese a ocurrir.

Pasaron los minutos y finalmente llegó el carro que más terror les causaba. Abrieron una de las puertas y salió el mismo hombre de siempre que venía a recoger esa información de suma importancia.

—¿Y bien? ¿Ahora si traen algo que valga la pena que escuche?— dijo intimidante como siempre, pero esta vez como un reflejo Dan cubrió a Korai para que quedara detrás suyo.

—Los hermanos se han vuelto más unidos que antes, pasan mucho tiempo con un grupo de chicos de otras escuelas y parece que entre ellos se han hecho muy buenos amigos— respondió con seriedad, intentando que su voz no se quebrara.

—Dime, Danieru o bueno...debería llamarte— aquel hombre lo tomó bruscamente de sus mejillas, el castaño no pudo hacer nada para impedirlo— Aristoteresu. ¿Son los mimos chicos de la vez pasada? o ¿el grupo ya extendió?

En cuanto el iba a pronunciar una palabra, fue interrumpido por ese hombre.

—Mejor que me lo diga el otro mocoso— rápidamente cambió su agarre a su cabellera para azotar al chico contra el suelo con fuerza.

—¡Danieru-kun!

—¡Los nombres mocoso! ¡Si no quieres también acabar como el!

—S-suna Rintarou, S-s-satori Tendo...Oikawa To-toru— Korai no podía articular bien sus palabras, ver como su amigo era arremetido contra el piso sin que pudiese mover y que de su mejilla comenzara a brotar sangre al haber frotado su mejilla con la tierra para presionar al chico. Solo sentia un inmenso pavor— Y-y también Kozume K-Kenma, Hinata Shoyo y Sugawara Koshi. Y-y los que ya te habíamos mencionado antes.

El hombre solo lo miro y finalmente soltó a Dan. Rápidamente se paro y estaba en modo de defensa, preparándose para atacar. El solo soltó una carcajada que los dejo helados a ambos.

—Ustedes hacen más entretenido esto. Esta bien, estamos satisfechos con esto que nos acaban de decir. Solo... les pediremos que si ese...grupito planea una reunión donde los mellizos se vayan a reunir, tienen que avisarnos y ustedes tienen si o si que ir. Seguirán recopilando información después de que pase este campamento y cuando sea la hora, les daremos nuevas ordenes. ¿Esta claro?— finalizo con una sonrisa cínica, a lo que ambos solo asintieron— Aunque, antes de irnos...Hoshiumi, a ti no te he dejado un recuerdito— el hombre chasqueo sus dedos y sin poder reaccionar, uno de los hombres que siempre los acompañaba tomó a la fuerza a Korai atrayendo lo hacia el y cubriendo su boca, de un instante al otro el hombre había pasado un cuchillo por el pecho del chico. El peliblanco soltó un grito ahogado, la sangre mancho su camisa blanca que ahora tenía una rasgadura que iba desde su pecho a la clavícula.