AMARALMA ｡⁠.ﾟ⁠+⁠ #margus

1; No existes

Desde hace media hora que Marcos estaba en la misma posición en la que cayó sobre la lona, tendido como un trapo, haciendo respiraciones profundas para mantener la calma y con los ojos clavados en el reflector del gimnasio que de repente se apagó haciéndole saber que pronto tendría que levantarse e irse. El silbato aún pitaba como un fantasma en sus oídos y su cuerpo comenzaba a doler a medida que se enfriaban sus músculos. Lo habían hecho mierda. Y no era como si fuera la primera vez que lo hacían mierda en un entrenamiento en la jaula o que no supiera aceptar una derrota amistosa, de hecho podría aceptarla cualquier día, pero… ¿justo hoy?

Justo hoy que todo venía saliendo mal, empezando por los tres exámenes sorpresa que tuvo en la mañana y que en los tres le fue horrible, siguiendo por el tráfico asqueroso que le hizo llegar tarde a todos lados, agregándole que no supo qué carajo le agarró y discutió con cada persona que se le cruzara en frente el día de hoy, y con todo eso, casi no había tocado un bocado decente de comida. Exhalando con pesar se puso de pie antes de que las paredes de la jaula se le vinieran encima, que sería lo que le faltaba.

Fue el colmo que al llegar a la puerta de su departamento de estudiante se encontrara con una boleta informándole sobre el próximo pago del alquiler. Y en su celular textos maliciosos disfrazados de chistes de parte de sus amigos insinuando el rumor de que si no se ponía las pilas había alguien yendo por su puesto de campeón nacional… pero la verdadera gota que rebalsó el vaso fueron los mensajes de sus padres preguntándole qué tal le fue en el día y recordándole lo orgullosos que estaban de él.

Arrojó el aparato al sillón de su sala sintiendo náuseas y fue a encerrarse en su pieza. Afuera ya era de noche, pero ni se gastó en prender la luz porque todo el peso de la gravedad que de repente sentía sobre los hombros no lo dejaba hacer otra cosa que no fuera escarbarse la cabeza con el desastre que fue hoy. Muchos pensarían "solo es un mal día, mañana se arregla" pero Marcos sentía que no podía permitirse ni un solo error, le aterraba no poder cumplir la perfección que le prometió a Dios.

Dios.

Motivado por la presión en su pecho y como si hubiera sido empujado por una fuerza sobrenatural, Marcos se encontró arrodillado en el medio del cuarto, iluminado por las luces artificiales de la ciudad que se colaban en el suelo y en la pared a sus espaldas a través del balcón.

—Dios, por favor…— murmuró, bajando la cabeza y juntando las manos para pedir por una señal, una ayuda, algo… no podía seguir así.

Juraba estar concentrado en rezar, pero le llegó el pensamiento intrusivo menos esperado: los ojos celestes de aquel desconocido de la foto en su bolsillo pasaron por su cabeza como un flash, lo suficientemente poderoso como para provocar que detuviera toda plegaria y abriera los ojos instantáneamente, dejando la mirada fija en el suelo sin entender la razón de lo anterior.

Fue entonces que le sorprendió oír pasos que se acercaban, para luego ver los pies descalzos de alguien frente a él. Dejó de respirar por unos segundos y alzó la cabeza con lentitud, casi con miedo para ver quién era. Sin embargo, las luces del afuera no lo dejaban apreciar más que una silueta.

—... ¿Dios?— preguntó con la voz temblorosa.

—Marcos, levántate y anda.

El silencio se hizo eterno mientras Marcos recordaba bien esa frase de la biblia, al mismo tiempo que divagaba en que la voz del Todopoderoso no era como la había imaginado.

Aún así, antes de que pudiera responder o hacer algo, el visitante se largó a las carcajadas, y mientras se retorcía de la risa, salió del incógnito de las luces cegadoras y se dejó ver.

—Dale, Marcos, ¿por qué Dios te iba a decir levántate y anda?

—... ¿Entonces no sos Dios?

—Pero no, hermano.