Capítulo#3: Primer día

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El día anterior al inicio del curso todos los inscritos recibimos un mensaje con el que nos convocaron a todos a las seis de la mañana a una ubicación que seguramente sería el campus. Ese día dormí lo más temprano posible y programé mi alarma para las cinco.

Dormí como una roca, motivo por el cual de milagro la alarma me logró despertar. De un salto me levanté de mi cama lleno de energía y motivación. Hice unos cortos estiramientos y un poco de ejercicio antes de bajar a preparar el desayuno. Corrí a la tienda a comprar un par de panes y una docena de huevos. Me apresuré para preparar el desayuno y serví el de mi madre. Tapé su tasa de café y cuando vi el reloj lo único que pude hacer con el mío fue armar el sándwich y tomar lo más rápido que pude mi café. Subí saltando las escaleras y me puse una chaqueta sobre la ropa con la que me dormí la noche anterior. Afortunadamente, tuve una reunión con unos amigos y era ropa de calle, así que me salvé de ir con pijama. Con lo que me faltaba por desayunar en la boca corrí a la estación del tranvía. Choqué a un par de personas y por el tiempo que tenía no podía detenerme a disculparme, solo balbucear una disculpa de la que no se entendía nada. Estando en la pasarela de abordaje vi como las puertas se empezaban a cerrar, así que salté y por poco logré entrar. Todas las personas que estaban en el vagón me miraron sorprendidos. En cambio, yo solamente les devolví una mirada relajada como si hubiera sido pan comido para mí y sin decir nada me acerqué a uno de los asientos para continuar con mi desayuno.

El tranvía pasó rápidamente por toda el área residencial y se adentró momentáneamente en la tierra de nadie. Todo el mundo guardó silencio y se sentía la típica pesadez que había en la tierra de nadie. Ese silencio abismal típico se acabó una vez que entramos un túnel y se encendieron las luces del vagón. Miré mi reloj y me sorprendí al ver que tenía el tiempo justo para llegar. Saliendo del túnel ya nos encontrábamos en el área general. Había enormes edificios y a lo lejos se podía ver el enorme campus en el que pasaría la mayor parte de los próximos tres años de mi vida.

Se abrieron las puertas del vagón y casi instintivamente empecé a correr con todas mis fuerzas hacia el campus. El camino era prácticamente en línea recta, así que no desaceleré por nada. Llegando a una intersección escuché la bocina de un auto con el que me estaba por embestir. En lugar de detenerme corrí más rápido y al encontrarlo puse mi mano sobre su capó y me impulse en el aire, culmine toda esa maniobra aterrizando perfectamente al otro lado de la calle y continué corriendo sin decir nada.

Finalmente, lo había logrado, crucé la puerta con aún siete minutos de sobra. Talvez debí detenerme en esa intersección, pero la acrobacia me despertó completamente, así que estuvo bien. Levante la mirada y frente a mí ya se estaban por terminar de formar las filas. Como aún faltaba para que sean las seis nadie me dijo nada, así que lentamente me uní a una de las filas.

El reloj marcó las seis y fue entonces que un militar salió del edificio que se encontraba frente a las filas. Agarró una hoja de papel que posiblemente tenía un discurso inspirador escrito por otra persona, pero solamente lo leyó por encima y luego la tiró a la basura. Se colocó justo en el punto medio entre las filas, se aclaró la garganta y empezó un breve discurso:

--Buenos días, desde hoy comenzarán el curso de preparación de tripulantes -saludó en un tono algo amigable --Apenas termine mi discurso se les asignarán sus habitaciones, sus horarios y los turnos para realizar tareas dentro de nuestra infraestructura. Todos los que están en este curso, podrán entrar en "El Dynasti" junto con sus familias o algunos acompañantes. Ustedes están siendo entrenados para poder asegurar el viaje del Dynasti a otro planeta y que todos sobrevivan. Los que no aprueben este curso se quedaran en la tierra con sus familias. Eso es todo.

--Ahora todos retírense al comedor para que se les asignen las habitaciones. -gritó un soldado que empuñaba un bláster.

Ordenadamente, cada una de las filas empezó a caminar hacia el comedor, cuando fue el turno de la fila en la que estaba solamente seguí a los demás. Al acercarme al edificio me di cuenta de que era un edificio enorme, era incluso más grande que un estadio de fútbol. Debido al increíble tamaño de todos los edificios en mí se despertó una curiosidad, curiosidad por saber cuántas personas eran parte del curso junto conmigo en este campus.

Erythros: Curso de tripulación (reescribiendo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora