Capítulo 26: 9 de julio

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 No me podía sacar a Verónica de la cabeza, por lo que podía notar, parecía que ella también sentía algo por mí, porque prestaba atención a lo que decía, estaba al tanto de mis gustos y se me quedaba viendo nerviosa con una sonrisa en su rostro.

Quizás eran imaginaciones mías de tantas novelas de romance que he estado leyendo en Wattpad, pero no podía dejar de pensar su forma de actuar conmigo, estaba segura de que algo le pasaba conmigo.

Ahí me acordaba de lo que me decía papá y me sentía fatal. Por eso trataba de recordar la manera de actuar de Matías, para sentirme celosa y olvidarme de Verónica.

¡Carajo! Así de mal estaba. Pero funcionaba...

Ella se reía con las cosas que Matías decía, se dejaba revolver el cabello y siempre estaba cerca de él; al recordarlos apretaba la mandíbula de los celos que me hacía sentir su relación con él.

Todas mis ilusiones desaparecían cuando me comparaba con él.

Matías siempre se preocupaba por ella, la ayudaba y apoyaba en todo, nunca la había dejado sola. No como yo que rechacé a Vero por culpa de Milagros, durante esa semana, y ahora volvería a hacerlo por mi padre, que en modo de amenaza, apretando y lastimando mi brazo, me había prohibido juntarme con ella.

Matías Nievas había sido el único que estuvo de su lado la semana después de la fiesta, era su amigo y siempre buscaba hacerla feliz. Quizás Mati merecía a Vero más que yo. Y Vero merecía a alguien seguro de sí mismo como él. Yo tenía demasiados complejos, dudas y problemas como para mantener una relación con ella.

Mi padre lo había dejado claro y no quería que volviera a verme cerca de ella, ni de sus amigos. De enterarse de que me gustaba ella, sería terrible para mí, porque me repudiarían en casa y me odiarían por el resto de mi vida.

No podía concebir la idea de quedarme en la calle por decir que me gustaba una chica, aún dependía de mis padres a pesar de tener dieciocho, todavía tenía que terminar la escuela y no tenía idea de lo que iba a hacer después.

No podían enterarse de que me gustaban las mujeres. Jamás.

«No, no, no... ¡Ni Dios permita que se enteren!».

No podía tener una relación con Verónica, ni con ninguna otra mujer, no mientras viva bajo el mismo techo que mis padres. Por eso, decidí olvidarme de ella y alejarme, para que no se hiciera ilusiones conmigo.

Derramé algunas lágrimas al planteármelo, pero sentí que eso sería lo mejor para ambas. Por eso, con todo el dolor que me generaba esta decisión, comencé a rechazar las invitaciones de los chicos para ir a su casa.

—Hoy vamos a lo de Vero con las chicas del taller de música. ¿Querés venir? —dijo Matías en el primer recreo, después de la hora de matemática.

—No Mati, gracias. Hoy no puedo, tengo unas cosas que hacer con mi familia —mentí, no tenía nada que hacer.

Salvo jugar con Caramelo en el patio y escuchar como Agustín, desde su cuarto, insultaba y hablaba a los gritos con sus amigos de la play.

—Bueno, otro día. —El castaño sonrió y se fue con Julián a seguir con lo suyo.

Sentí un peso en el pecho porque sí quería ir a verla, pero era mejor así. Ella podía ser feliz con Matías y yo seguiría con mi vida, tratando de ocultarle a mi familia lo que era.

***

Unas semanas pasaron y el mes de julio llegó, el nueve era el día de la independencia y como estaba en el taller de decoración tenía que ayudar a montar una casita de Tucumán de papel y cartón en el escenario del salón de actos.

Aquel último añoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora