Una tarde de amigos.

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Un día más en el set. Sin duda aquel rodaje estaba siendo bastante divertido, y a ella siempre le había encantado La Bella y La Bestia. Todo iba perfecto, hasta que hacía dos semanas le habían dicho que tenía que cantar en algunas escenas.

Lo hacía muy bien, sin duda, pero siempre había sido tímida al cantar para más personas. Recordó fugazmente cuando cantaba para su padre el día de su cumpleaños. Una lágrima resbaló por su mejilla al recordar los viejos tiempos.

Sin duda amaba a su familia, pero ser una chica de veinticuatro años -en una semana cumpliría veinticinco- con una larga carrera de actriz y miles de cámaras detrás de ella, no se le hacía demasiado fácil estar en contacto diario con ellos.

Le encantaba su trabajo, pero siempre solía alejarla de la gente que más quería. Primero, de sus padres y de Alex; luego, al culminar el rodaje de Harry Potter, la separó de sus amigos del set.

-Emma, ¿estás bien? -le preguntó una compañera del set.

-Estoy bien, gracias. -dijo volteándose a continuar el ensayo.

Las horas pasaron, y ya se encontraba manejando su Mercedes a una pequeña cafetería que le habían recomendado como muy discreta y sin tantas personas, lo cual a ella le había encantado.

Al llegar al lugar, se respiraba un ambiente tranquilo y relajado, era de esas típicas cafeterías que salen en las películas donde la chica está leyendo un libro junto a un gran ventanal de vidrio que da vista hacia la calle.

Iba vestida normal, algunas de las pocas personas que habían allí, murmuraron entre ellos, pero no hicieron más. Varias de allí eran celebridades, y aquel lugar era un sitio exclusivo que se encontraba en una zona donde solamente acudían personas famosas; así que podía estar tranquila. Sí había alguno que otro fan que era una celebridad, pero a lo mucho le pedirían una foto o algo por el estilo.

Iba cómodamente vestida con una blusa negra y una falda floreada corta, llevaba unos botines de color marrón. Su cabello castaño lo llevaba suelto, y hasta poco más arriba de la cintura, lacio. Llevaba un poco de maquillaje y los labios en un tono rosado ligero.

Se sentó junto al ventanal para poder tener vista hacia afuera, aunque corriese el peligro de que algún paparazzi la viera. Iría sacando de una vez el bolígrafo para firmar autógrafos -pensó divertida.

-Señorita, ¿desea tomar algo? -preguntó una chica sacándola de sus cavilaciones.

Emma miró rápidamente la carta que estaba frente a ella, y habló.

-Eh, sí. Un capuchino por favor. -sonrió.

-¿Algo de comer? -preguntó la mesera, amablemente.

-De momento no. En un rato veré que pido, gracias. -la mesera asintió y rato después le llevó su pedido.

Se la pasó pensando algunos minutos, cuando recordó algo. De su bolso sacó un libro. Lo abrió, buscando la esquina doblada para encontrar la parte donde se había quedado. Ella era una fiel amante de los libros, tal como Hermione.

Sonrió al encontrar la página, y leyó mientras daba algunos sorbos a su bebida.

"La amo, la amo y la amo; y ya nada podrá separarme de usted" -murmuró mientras leía aquella parte, sonriendo como adolescente. Sin duda aquel libro la había envuelto, y a pesar de haberlo leído como mínimo cinco veces, jamás dejaba de sentir ese latir en su corazón cuando Darcy le decía a Elizabeth aquellas palabras.

Levantó la mirada hacia la ventana, sintiéndose observada y sonrió al descubrir a Tom, saludándola desde afuera.

El chico le saludaba agitando la mano derecha y sonriendo, con la otra mano en el bolsillo. Iba casualmente -pero bien vestido- al igual que ella. Camisa de algodón negra, pantalones de mezclilla oscuros doblados, y, -nótese la ironía- unos Toms de calzado.

Sanando Nuestras Heridas [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora