𝐀𝐥𝐟𝐚𝐣𝐨𝐫

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Semanas después llegó su cumpleaños número 18.

Parecía que el cielo reflejaba todo lo que sentía, una fuerte tormenta azotaba las frías calles de Rosario, la lluvia eran todas las lágrimas que no había podido soltar en todo ese tiempo.

Era el primer año donde el silencio se adueñó de toda su vida, siempre tuvo fiestas de cumpleaños no estaban llenos de lujos pero lo llenaba de una agradable sensación de calidez en su corazón.

No hubo mensajes felicitándolo, sintió una parte de él romperse ese día. Fue un golpe duro tener que madurar tan pronto, aquel día comprendió que los amigos se cuentan con los dedos de las manos y sobran bastantes dedos.

"Feliz cumpleaños a mi, feliz cumpleaños a mi..."

Su voz se perdía en los fuertes truenos que reinaban en el cielo, con dedos temblorosos acariciaba su pancita mientras continuaba con su pequeño festejo, solo eran él y su hijo frente a una pequeña velita algo desgastada.

No logró conseguir un pastel aquel día.

-Es hora de pedir un deseo.

Cerró sus ojos,tratando de no soltar todo el huracan de emociones que escondía dentro de él. Su labio tembló ante el sollozo que escapó por sus labios. Su mundo estaba en llamas y nadie podría salvarlo, finalmente su máscara se había caído al suelo, suplicaba que Dios lo escuchara.

"No me dejes hacer esto yo solo."

Fue su único deseo, siendo testigo de éste una llama desgastada que se desvaneció en aquella penumbra.

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El silencio de la noche, un dolor amargo que cae por el oeste, el viento le hace recordar que las noches no son eternas, es como la ventana que se deja abierta esperando que tras de ella encontrar lo que todo el mundo anhela,por eso solo los sueños suceden por la noche .

El dolor en ellas parecía siempre estar acompañadas de memorias que anhelaba que dejaran de recorrer su pequeño mundo.

Unos golpes en su puerta llamaron su atención, se levantó con cuidado tratando de no hacer algún movimiento brusco. Abrió sin prestar mucha atención, hacía bastante tiempo que no recibía una visita en su hogar. Frente a él un muy empapado Guillermo se encontraba respirando de manera frenética, tratando de recuperar todo el aire perdido en su pequeña carrera contra la lluvia.

Él había perdido esa carrera.

- Guille ¿Estás bien?

Se alegraba de ver al de cabello rizado, pero la forma en la que se encontraba le preocupaba bastante. Solo recibió un asentimiento agitado por parte del rizado, no escuchó su voz hasta que todo el aire regresó a sus pulmones.

- Creí que no te encontraría despierto.

En los labios de Guillermo se formó una débil sonrisa, rebuscó algo en su mochila esperando que su pequeño obsequio no fuera otra víctima de aquella tormenta que aún caía sin piedad.

- Recordé que hoy era tu cumpleaños, por eso me apresuré para salir del trabajo y te traje un pequeño detalle.

Extendió la pequeña cajita hacia un muy sorprendido Lionel, el cual no sabía qué decir. No se imaginó que la única persona que lo recordara fuera el joven al que le había robado parte de su cena en una noche de invierno.

Abrió la pequeña cajita encontrándose con un alfajor un poco aplastado por el abrupto camino acompañado por una velita nueva, adornada con un pequeño post-it arrugado.

"Espero que te guste, no logré encontrar una pastelería abierta c:"

No fue capaz de contener una melodiosa risa, sus hormonas le hicieron una mala jugada, comenzando a caer gruesas lágrimas por sus mejillas.

Era un regalo que a pesar de lucir improvisado significaba bastante para él, se puso un poco de puntitas colocando sus brazos alrededor del cuello del más alto, poco le importaba si terminaba igual de empapado que el más alto.

- Es el regalo más bonito que me han dado, muchas gracias.

Guillermo correspondió el abrazo, recorriendo con sus manos la poca cintura que quedaba del cuerpo ajeno. Recargó su mentón entre los suaves cabellos castaños, dejando salir un suspiro lleno de alivio al saber que su regalo había alegrado un poco su corazón.

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"Estas son las mañanitas que cantaba el Rey David, a los muchachos bonitos se las cantamos aquí..."

Ambos se encontraban envueltos en toallas, Lionel frente a su nueva velita y Guillermo cantando y grabando con una cámara algo antigua. Su bebé también quiso formar parte del momento, moviéndose un poco ante la cámara.

Era el primer recuerdo que tenía de su embarazo.

Nunca quiso ver las ecografías que su doctora le daba al final de sus consultas, muchas veces pretendía solo olvidarlas o dejaba que el viento se las llevara al salir del hospital, solo guardaba la primera que le dejó ver que su mundo cambiaría en un abrir y cerrar de ojos.

- Vamos Lio, sopla la velita. -

La voz de Guillermo lo regresó a su pequeño mundo, sus ojitos brillaron al no sentir la soledad en aquellas cuatro paredes. No sabía si se podía pedir un doble deseo en el mismo año, pero aún con aquella duda pidió una vez más lo que más anhelaba su corazón.

-¿ Qué pediste Lio?

- Si te lo digo no se cumplirá.

Tomó del relleno del alfajor, embarrando un poco de este en la nariz del rizado antes de darle una mordida a su obsequio. Guillermo lo miró con falsa molestia en sus ojos, se levantó de entre las toallas, atacando los costados de Lionel con sus escurridizos dedos logrando su objetivo.

Escuchar a Lionel reír una vez más.

Aquellos actos solo demostraban que ambos no dejaban de ser unos niños atrapados en la vida de adultos. Jugando a que sabían lo que harían al día siguiente, pretendiendo que la incertidumbre del mañana no los angustiaba con cada mes que se acercaba a su fin.

Un niño que pronto cuidaría de otro y un niño que anhelaba cumplir su sueño de poder ser un gran portero.

Solo les quedaba vivir el hoy y disfrutarlo en su pequeño mundo.

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𝐇𝐈𝐉𝐎 𝐃𝐄𝐋 𝐂𝐎𝐑𝐀𝐙Ó𝐍 [𝙼𝙴𝚂𝚂𝙸𝙲𝙷𝙾𝙰]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora