𝐂𝐫𝐞𝐜𝐞𝐫

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Siete, ocho, llegando así el noveno mes de la vida del pequeño Julián. Conforme pasan los meses cada vez se parece más a Lionel, las expresiones de disgusto e incluso su sonrisa.

Las peleas de comida son una costumbre, el pequeño disfrutaba de complicar las acciones de su Papi, fingía aceptar el juego del avioncito para que en el último segundo, el pequeño diera una manotazo a la cuchara.

— ¡Julián! — Lionel trata de no reírse, pero los ojitos llenos de alegría de su hijo estrujan su corazón.

Julián suelta una contagiosa risita, extendiendo sus manitas hacia Lionel.

— Una cucharadita más, pulguita. —

El niño parece disgustado por la idea de seguir sentado en aquella silla.

— ¡Pa-pi! — Sus palabras suenan torpes, pero ya no son solo sonidos sin sentido o expresiones mudas acompañadas de movimientos.

Lionel siente saltar su corazón de alegría, era la primera palabra de su bebé, no, él era la primera palabra de su bebé. Alza a Julián entre sus brazos, repitiendo una y otra vez lo orgulloso que estaba de su pequeño niño.

—Ya no crezcas Juli.— Suspira con nostalgia, siente que su niño cada vez crece más rápido. Deseaba poder congelar el tiempo, no quería que llegara el día de tener que colocarle una mochila en su espalda y verlo correr lejos.

Faltaba tanto para todo aquello que agobiaba su mente, pero a la vez se sentía tan cercano.

— Te amo tanto, mi pulguita. —

Lionel llena de besitos la carita de su niño, escuchando como el pequeño de nuevo repite su primera palabra. Esa misma tarde decide anotar cada palabra de Julián en la misma libreta en la que había escrito por primera vez su nombre.

¿La calma dura para siempre?

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El sol cae por el oeste, escondiéndose entre las nubes que adornan el cielo. Solo una suave melodía que suena en la radio inunda aquel hogar, mueve ligeramente sus caderas al ritmo de la melodía mientras sostiene a su niño en brazos.

Julián dormía plácidamente sobre su hombro, cuando unos golpes en su puerta lo hicieron salir de su pequeña burbuja.

Frunció su ceño ante la repentina intromisión en su hogar, dirigió su mirada al reloj que colgaba de la pared.

"20:00 PM"

Aún faltaba media hora para que Guillermo saliera del trabajo. Un mal presentimiento lo hizo estremecer, apagó la radio tratando de hacer el menor ruido posible.

Parece que todo se congela en aquel momento, como si la muerte tocara su puerta. A pesar de ser una noche de verano el aire parece descender de manera irreal su temperatura, hasta el punto de calar en sus huesos.

Los golpes no se detienen.

Temeroso se acerca a la puerta, nota que no tiene seguro. Deja de respirar en ese momento, acerca su mano hasta la llave, girándola lentamente hasta escuchar el leve "click" que lo hace sentir seguro.

— Abre la puerta, sé que estás ahí.—

Su corazón se detiene de golpe, siente como si un balde de agua fría cayera sobre él. Conocía aquella voz a la perfección, rápidamente coloca la pequeña cadena.

"Es solo una broma de muy mal gusto."

Trata de convencerse a sí mismo, los golpes parecen ser más fuertes, parecía estar decidido a derribar su puerta. Con piernas temblorosas corre hasta su habitación cerrando la puerta tras él, deja al pequeño sobre su cuna rezando por que nada malo le pase.

𝐇𝐈𝐉𝐎 𝐃𝐄𝐋 𝐂𝐎𝐑𝐀𝐙Ó𝐍 [𝙼𝙴𝚂𝚂𝙸𝙲𝙷𝙾𝙰]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora