-Como nos conocimos-

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-Al contemplar esos edificios con departamentos y casas muy elegantes comprendí porque muchos de mis compañeros pasaban por aquí, estos hogares eran suyos, y en verdad deseaba ser uno de ellos. Mis pensamientos se interrumpen cuando paso de costado a una iglesia, una muy grande y por lo visto también muy bien cuidada, en el jardín de la misma había unas cuantas monjas que platicaban y se veían alegres, las que me miraron pasar fueron muy amables y me regalaron una sonrisa cálida que yo correspondí, nunca he sido apegada a la religión, sin embargo mi familia lo es un poco y basta decir que me abruman con sus cuentos, a pesar de eso, ellos no son de ir a las iglesias cada domingo ni nada de eso, por ende nunca he estado en una, más que cuando era muy niña y mi abuela paterna me llevó a una que ya no recuerdo muy bien, no voy a negar que esa iglesia en especial robó mi atención y despertó mi curiosidad queriendo pasar cada día por ahí, solo para curiosear.-

La rutina de la joven era muy sencilla pero aun no se acostumbraba, pasó unos años sin convivir con jóvenes de su misma edad y que, en ese momento había olvidado como se sentía ir a la escuela, ella no quería hacerlo pero su madre insistió para "empezar su vida."
Tenía que confesar que le aterraba la idea del futuro y ser mayor de edad, pero para eso aún faltaba no muy poco. La falta de socialización pasó por diversos problemas en su educación que la estancaron y limitaron a estudiar en casa, no era lo más divertido que pudiera hacer pues en esa edad cualquier adolescente sentiría que desperdicia su juventud entre cuatro paredes, al menos eso pensaba ella, se desesperaba y luego se resignaba a pasar su vida entera encerrada y sintiéndose sola, siempre en un bucle. El cambio de país le dio una nueva esperanza, un comienzo en blanco y aunque dudaba de que fuese una buena idea, le aterraba el fracaso. Igualmente, no imaginaba las miles de posibilidades que tendría por comenzar desde cero.
La ciudad en donde comienza no es muy grande, Georgetown, Washington. No muy conocida pero es lo que estuvo al alcance.
Desde aquella vez que visualizó esas casas tan grandes y esa misteriosa iglesia siguió pasando por ahí sin importar que el camino fuese más largo y un tanto más enredado para llegar a su departamento, al cabo de unos días, caminado como de costumbre de reojo visualizó a dos hombres, uno de ellos bajo en estatura y despreocupado que escuchaba con atención lo que le decía el hombre blanco, con semblante cansado, cabello negro, mirada profunda y de complexión alta que angustiado, sujetaba el hombro de aquel sujeto al que le hablaba, fue ahí, mirando a ese hombre delgado y cansado que sus pupilas se dilataron observándolo a él que no le dirigió la mirada.
Quedando cautivada volvió a casa, escuchando la voz de su madre que al instante le parecía irritante, quejándose que le hacía falta más dinero, que necesitaba tiempo, que estaba cansada y que ella como su hija nunca hacía nada.
Ella, evidentemente molesta, no estaba escuchando realmente lo que su madre acostumbraba a gritarle si no que su mente daba constantes vueltas a la imagen de aquel hombre pálido y claramente mayor.
Después del sermón no justificado de su madre, cuando esta se calma trata de seguir con normalidad, apresurándose para poder ir a descansar, ya no quería estar más con ella, ansiaba que fuese el segundo día para ver si de nuevo se encontraba con él, que analizándolo bien de acuerdo a sus recuerdos, parecía más algún padre o cura del mismo lugar, cada vez desglosando más sus pensamientos trataba de saber si un padre en las iglesias que ha visto a lo largo de su relativamente corta vida podría verse así de joven, pues según sus deducciones aquel hombre no tendría más de 30 años, o quizá menos. Quería respuestas, quería aprender más, así fue hasta que se quedó dormida.

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