octava

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―¡NO! ¡Estás, idiota, descerebrado, mal programado, estúpido y de todo si piensas que aceptaré!

¿Pero cómo? No podía creer que casi aceptaba. De cualquier lado que lo vea (y trata de no verlo por el que le gusta) Según Hyunjin eso no era correcto. No se podía andar por la vida así, cogiendo con sus amigos.

Jisung soltó un suspiro pausado y se dio media vuelta, para dejarse tendido sobre el sofá de su sala de estar.

Claro, ignorando la gravedad de sus problemas y asumiendo que los demás tienen que cargar con el peso de ellos... tal y como lo haría Julio César de Carlagreta. Pensó Hyunjin.

Estúpido Julio César, estúpido Jisung.

Tomó aire profundamente cuando el azabache desapareció de su vista, dejándolo ahí, parado en la entrada, como un estúpido saco en el perchero. Nunca ha tenido un perchero, ¿Por qué hacía tal comparación? Como sea, era un saco maltratado.

―Piensa en algo, Hyunjin piensa bien antes de que todo tu enojo se esfume, te sientas arrinconado y termines sintiéndote como niña tonta desilusionada.            

Jisung y el nunca fueron el tipo de amigos que discutiera seriamente, es decir, sí, discutieron y es normal, pero jamás fue algo al extremo de ser serio. ¿Ahora se supone que están enojados? ¿No es al revés? Se supone que primero te enojas y luego va el sexo, no, el sexo y que luego te enojes por haberlo hecho. Era una lógica confusa.

Hyunjin tenía la cabeza hecha un lio sobre lo que pasaría entre ellos, ¿será que las cosas cambiarían? Soportaron tantas cosas juntos, por qué de la nada tuvieron que hacer lo que hicieron y terminar de esa manera. ¿Era su mala suerte lo que lo había llevado a terminar de ese modo? Lo normal sería reprobar, chocar un auto, olvidar ir por tu hermano menor a la escuela, cosas comunes. No tener sexo con tu mejor amigo, so es tema aparte.

Se sentía como si hubiera hecho algo muy malo, tan malo, pero tan malo... Pero no sabía por qué era malo o por qué lo hizo. Porqué sí le gustó tanto, no podía sentirse como la mierda en este momento.

―Hyunjin... ―la voz de Jisung viajó hasta sus oídos, profunda, seria y ronca.

Escuchar su nombre salir de esos labios jamás le había perturbado tanto. Le perturba porque le gusta como se escucha, le perturba porque no debería gustarle como suena su propio nombre con la voz de su mejor amigo, le perturba porque hace que recuerde lo que habían hecho.

Su voz...como cuando lo escuchó gimiendo su nombre.

¡Estúpido Julio César! Por hacerme sentir esto.

Aunque probablemente este insultándolo a él, porque su enorme y perjudicial orgullo se niega a aceptar la verdad; de que en realidad el único estúpido era el, por estar tan enredado en pensamientos revoltosos y sintiéndose así.

―¡Soy un estúpido!―después de gritar su innegable afirmación para que se escuchara por toda la casa, ignoró el llamado de Jisung y se dió la vuelta para caminar rápidamente hasta la puerta.

Tarde fue cuando se acordó que el seguro multifuncional instalado en la casa de Jisung era demasiada tecnología para él. Su peor enemigo, el que nunca lo deja salir de la casa de Jisung, el que nunca aprendió a abrir.

Talvez si su amigo no fuera sexomne y no hubieran tenido sexo, le hablaría para que gentilmente le abriera la puerta para despedirse con un cálido apretón de manos y un "hasta luego, hermano".

―No eres un estúpido...―Está bien. Es un gesto amable de tu parte, pero eso no lo hace sentir menos mal, ni le hace las cosas más fáciles.

Hyunjin necesitaba preguntarle algo, y era ¿Por qué había hecho lo que hizo? ¿Por qué fue hasta su cama e hizo lo que hizo totalmente consciente?

Sexomnia〃Hanjin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora