Tu imperio incluye las ruinas chinas en las profundidades de la isla Rook. Durante muchos años has estado viviendo aislada y sola, contenta contigo misma y con tu pequeño mundo.
Pero este maravilloso mundo es sacudido por Vaas, quien inesperadament...
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La respiración de Vaas se hizo pesada y tropezó mientras se escondía debajo de una gran hoja de helecho y casi tropezaba.
Pero rápidamente recuperó el equilibrio. Quería mirar hacia atrás por encima del hombro, pero antes de que pudiera buscar a sus perseguidores, sintió un dolor cegador en la parte superior del brazo izquierdo. Buscó a tientas la fuente y pudo sentir sangre caliente entre sus dedos. Un tiro limpio en profundidad. Pero mientras huía no podía hacer mucho al respecto, solo apretaba los dientes y esperaba encontrar pronto un escondite.
Porque tenías toda la razón. Jenson, el traidor podrido, había tendido una emboscada a Vaas en su propio campamento y asegurado su lugar como líder. Pudo aclarar las cosas con Jenson, eso no sería un gran problema, al menos eso esperaba.
Pero que tuvieras razón y hubieras anunciado esta traición le molestaba. No te había tomado en serio y ahora esto. Ahora corría por la jungla, con una herida de bala en el brazo y perseguido por su propia gente. ¡Qué haría él para estar a salvo bajo tierra, contigo en el templo, y que le curaran esa herida!
─ ¡¿Vaas?! ─
Por una fracción de segundo vio tus grandes ojos sorprendidos, luego se estrelló contra ti y ambos aterrizaron de cabeza en el siguiente arbusto.
─ Vaas, que dem- ─
Mantuvo tu boca cerrada y te atrajo hacia él, pegada al suelo. Ambos escuchaban voces y gritos a lo lejos, que parecían acercarse.
─ No vas a creer- ─
Te susurró.
─ ¡Jenson es un maldito imbécil! ─
Lo miraste con una mirada amarga y enojada y apartaste su mano ensangrentada de tu rostro. Asqueado, te pasaste el dorso de la mano por la boca y resoplaste con enfado.
─ ¿Hablas en serio? ─
Le susurraste, pero luego escuchaste atentamente a los piratas acercándose más y más. Tus ojos se posaron en la parte superior de su brazo, en el que se abrió una profunda herida. Lo alcanzaste y él se estremeció bajo tu toque, pero una mirada de enojo tuya fue suficiente para mantenerlo quieto.
─ Suave a través, ¿eh? ─
Gruñiste y estabas a punto de hurgar en tu bolsillo en busca de una hierba adecuada cuando te detuviste.
Probablemente este no era el lugar adecuado para atenderlo, de nuevo.
─ Aquí no. Ven. ─
Te pusiste de pie y le diste la señal de que te siguiera. Ambos simplemente a través de los arbustos de la jungla, con cuidado de no hacer ruido. Hasta ahora todo bien, el silencio no fue un problema, hasta que escuchaste un ladrido salvaje. ¡Perros! Tus ojos se posaron en el brazo de Vaas y en el pequeño y delicado rastro de sangre que dejó.
