Tu imperio incluye las ruinas chinas en las profundidades de la isla Rook. Durante muchos años has estado viviendo aislada y sola, contenta contigo misma y con tu pequeño mundo.
Pero este maravilloso mundo es sacudido por Vaas, quien inesperadament...
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─ Toma, come algo. ─
Pones a Vaas un pequeño plato de madera con trozos de mango y plátano en la mesita al lado de la cama plegable.
Te ignoró, por supuesto, mirando fijamente la fría pared de piedra en el otro extremo de la habitación. Te encogiste de hombros por dentro y te comiste un trozo de mango. Si no quería, entonces no lo obligaría.
Solo que sin comida, y especialmente sin vitaminas, su herida no sanaría muy rápido. ¡Qué hombre tan terco, de verdad! ¿Qué pensó que pasaría? ¿Que por algún milagro pudo volver a caminar de repente? En primer lugar, esto fue impedido por la ausencia absoluta de milagros en el universo. Además, estaba tan noqueado por los analgésicos que no podía pararse sobre dos piernas sanas.
Después de otro breve vistazo al pirata, te acercaste a la puerta desquiciada del templo y silbaste fuerte una vez entre dientes. Después de unos segundos, podía escuchar un fuerte aleteo y un cuervo domesticado se posó en su hombro. También algunos loros siguieron tu llamada, pero se asustaron por el fuerte croar de tu mascota.
─ No siempre seas tan malo con ellos. ─
Le regañaste a Noir. Habías criado a este pájaro domesticado desde muy joven cuando lo habías encontrado solo en uno de los túneles. Noir era tu único amigo aquí abajo, aunque solo fuera un pájaro. A veces te traía pequeños tesoros, pero solo si recibía un regalo a cambio. A veces desaparecía durante semanas, pero siempre volvía a ti.
Ahora se sentó en tu hombro, inflándose y presionando sus garras exigentemente en tu hombro.
─ No tengo nada. ─
Le dijiste, pero él graznó fuerte y le pusiste un pequeño trozo de mango frente a su pico. Él lo golpeó, pero lo dejó caer de inmediato y te miró insultado desde sus pequeños ojos negros como botones.
─ No te gustan los mangos, lo sé. ─
Suavemente acariciaste su brillante plumaje y miraste a través de la puerta de regreso a tu casa. El altar estaba lleno de pequeños frascos de medicinas que habías comprado para vampiros en Bad Town. Morfina y antibióticos, sobre todo. Un hueso roto como ese era peligroso porque no eras médico.
Arreglar una fractura no era para profanos y, sin embargo, lo habías hecho. ¡Mucho podría haber salido mal! La embolia grasa era solo una de las pesadillas posibles. Por supuesto, habías pensado en conseguir un médico aquí, pero no querías poner en peligro tu imperio.
Sentiste que Vaas te miraba y lo miraste. Sus ojos marrones se posaron en Noir, que estaba saltando arriba y abajo inquieto por la visita en tu hombro. Graznó brevemente, luego voló hacia la estructura del techo y observó al hombre herido desde una distancia segura.
