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—Si aquí es seguro, ¿por qué nos marchamos tan lejos si podrías haber venido aquí desde un principio? —preguntó Mikey cuando hubo terminado de curiosear la nueva habitación que compartirían. No era tan grande, pero era realmente preciosa.

Había pasado al menos una hora desde que la familia de Takemichi le había dado la bienvenida a aquella mansión. Y un cuarto de aquella hora, Mikey tuvo que quedarse en la sala sin su alfa, sentado en un cómodo sofá, siendo el centro de atención de todas aquellas personas que casi ni recordaba.

El omega respondió con cierta timidez cada una de las preguntas que le hacían. Y es que la mayoría estaba realmente interesado en Takemichi acerca de él, pues que Takemichi llegara de pronto con un omega marcado y embarazado era algo que sorprendió a muchos. En especial porque Takemichi siempre se había mostrado como un alfa al cual le asqueaban las uniones.

Y Mikey habría deseado que su alfa estuviese a su lado para salvarlo cuando la situación se ponía incómoda para él, pero Takemichi tuvo que encargarse de un asunto algo urgente con su hermana, por lo cual no pudo estar junto a él.

Mikey nunca preguntó qué fue lo que pasó con la hermana de Takemichi.

—Pues... es que me repudiaba la idea de vivir aquí, con toda la familia. Yo prefería tener mi propio espacio. Y como era tan orgulloso, independiente y solitario, me era más cómodo pasar una larga temporada en el exterior a que estancarme aquí y asquearme de como los demás son felices con sus parejas —explicó y se acercó a su omega para abrazarlo por detrás, deslizando sus manos con suavidad por los costados de su hinchado vientre—. Pero como ya estoy del lado de los felices, ya no tengo problema.

Mikey rió suavemente, sintiendo unas ligeras cosquillas al tener los labios del contrario sobre la especial marca de su cuello.

—Ya veo —sonrió, volteándose con el único fin de besar los labios de su alfa, quien aún continuó con sus manos sobre la panza de embarazo que se interponía adorablemente entre ellos—. Ahora que ya estamos aquí, ¿puedo reunirme con mi mamá y mis amigos? Muero por verlos.

Takemichi titubeó, poniéndose tenso al instante.

—Uhm... sí, bueno, aunque primero hay algo que tengo que decirte sobre tus amigos.

(...)

Mikey estaba furioso, y no intentaba siquiera disimularlo. Sus feromonas de enojo se dispersaban por todo el espacio que presentaba aquel auto que, rodeado de seguridad, se dirigía a la antigua mansión Hanganaki.

Su alfa le pedía con voz suave y tranquilizadora que se calmara, pues tal enojo le afectaría al bebé, pero cada vez que Takemichi intentaba acariciarle, Mikey le gruñía, amenazador, como si él fuese el alfa de la relación.

Ya no quería ser acariciado o mimado por Takemichi. La rabia que había invadido su ser no se lo permitía. Tan sólo quería ver a su mejor amigo, quería saber en qué estado se encontraba Haruchiyo y averiguar qué había ocurrido con Mutō.

Al llegar a la mansión, una empleada los recibió, asustándose por la alteración y el desespero que desarrolló Mikey al tratarla, exigiendo que le dijese la ubicación exacta de su mejor amigo de inmediato. La beta respondió a balbuceos y Takemichi se limitó a darle una mirada de disculpas, mientras su omega ya se lanzaba hacia las escaleras. No tardó en alcanzarlo.

Ambos llegaron al primer piso, donde Takemichi tuvo que guiarlo para encontrar la habitación en la que, según la empleada, se encontraba Haruchiyo. Mikey, tan decidido e imparable, ni siquiera pidió permiso; abrió la puerta de un saque, sobresaltando a un omega que, sentado con las rodillas pegadas a su pecho, se situaba sobre la cama.

𝗌𝗎𝖻𝗅𝗂𝗆𝖾 𝖽𝗈𝗆𝗂𝗇𝖺𝖼𝗂ó𝗇 ; 𝘁𝗮𝗸𝗲𝗺𝗮𝗶Donde viven las historias. Descúbrelo ahora