Final

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[Recuerden que este fanfic es una adaptación y como tal hay hechos que no puedo cambiar ya que afectaría la trama así que fijamos que mi esposo Takemichi cumpleaños en diciembre]

(...)

Ahora estaba viajando entre las nubes. Su pequeñita bebé descansaba en su regazo, cubierta por una cobija azul casi celeste que tenía mucho significado para él y su bebita, una manta cualquiera le daba muchos sentimientos.

Takemichi siempre había sido su manta, su cobija, su refugio, porque envuelto entre sus brazos el frío se alejaba, la calma lo inundaba y él se acurrucaba entre la suavidad de su tacto.

Takemichi era la perfecta manta, aquella que Mikey no supo apreciar desde el principio, aquella que el omega maltrató creyendo que no era merecedor de su acogedor calor, prefiriendo quedarse con el frío al que ya se había acostumbrado. Y aún así, maltratada y adolorida, su manta volvía a él para abrazarlo una vez más, para calmarlo de todo dolor, para abrigarlo y darle la sensación de que regresaba a casa.

Y Mikey quería que su bebé también tuviera su propia manta, aquella que la hiciese sentir a gusto con la suavidad de su roce como si estuviese en una tarde tranquila en casa y no en su primer vuelo de avión. Aunque en aquel caso era literal, y no metafórico como lo era con Takemichi.

En fin, le gustaba.

Y allí estaba, atravesando aires europeos, arribando hacia Italia solo para ver al jodidamente hermoso amor de su vida.

Los planes habían sido cambiados. Se suponía que a Takemichi lo trasladarían a Japón en cuanto fuese posible y allí sería su reencuentro con todos, pero, debido a las ansias de Mikey, decidieron trasladarse ellos a Italia para acompañarlo en su recuperación.

Y Mikey estaba emocionado, aunque temeroso. No sabía en que condiciones se encontraba Takemichi ahora mismo, no sabía que tan lastimado estaba externamente. Solo sabía que apenas lo vería se echaría a llorar.

Tras aterrizar en Roma, Mikey y su bebé, junto a Haruchiyo y una pequeña porción de la familia de Takemichi, se dirigieron en autos escoltados por guardaespaldas hacia el hotel en el que se hospedarían durante su estadía allí.

Mikey ni siquiera sintió ganas de curiosear su cuarto de hotel, ni de detenerse a contemplar los increíbles lujos de este, ni la maravillosa vista. Sólo tenía mente para Takemichi. Por lo que, apenas cambió el pañal de su pequeña y la alimentó, la dejó al cuidado de Haruchiyo, listo para partir hacia el hospital, el cual, al parecer, no quedaba muy lejos de allí.

Fue una alegría para Mikey saber que el hospital sólo estaba a pocas cuadras, por lo que podría visitarlo sin problema cada día y regresar para estar con su hija.

Mikey ya estaba allí, a escasos minutos de ingresar a la habitación en la que se recuperaba Takemichi. El corazón del omega latía desbocado, sus manos sudaban un poco por el nerviosismo, por la incertidumbre, por el desespero.

Se encontraban atravesando un corredor de ambiente frío y aséptico, escuchando las palabras de un médico que los guiaba. Pero Mikey no entendía su dialecto, mas no importó, nada importó un segundo después, cuando sus pies ya pisaban el cuarto de Takemichi y sus ojos vislumbraban la figura de su alfa tendido en aquella camilla, rodeado de monitores, conectado a cables y a tubos repartidos por su cuerpo.

Su corazón se oprimió al instante, y sus ojos se cristalizaron.

—Mitchy... —murmuró con su voz quebrada, dejando que las lágrimas resbalaran por sus mejillas mientras se acercaba con cautela.

Los azules ojos de Takemichi brillaron y una débil sonrisa asomó en su pálido rostro, el cual para sorpresa de Mikey no llevaba ningun rasguño.

—Amor... —apenas consiguió decir Takemichi con su voz rasposa, moviendo ligeramente una de sus manos que descansaban sobre la sábana.

𝗌𝗎𝖻𝗅𝗂𝗆𝖾 𝖽𝗈𝗆𝗂𝗇𝖺𝖼𝗂ó𝗇 ; 𝘁𝗮𝗸𝗲𝗺𝗮𝗶Donde viven las historias. Descúbrelo ahora