Capítulo IV

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El toqueteo insistente sobre la puerta del gran maestro, despertó a lo que parecia quedaba de este.

Diluc Ragnvindr, el magnate más grande de todo Mondstadt, era un desastre de pies a cabeza en su cama.

La ropa estaba desperdigada por doquier en su habitación y su pijama apenas estaba bien puesta, en lo que ahora era el cuerpo descuidado del hombre.

“Maestro Diluc, Maestro Diluc, despierte por favor, ¡Ya es de mañana!”

Los llamados persistentes de la criada jefa del viñedo no le dejaron más opción que empezar lo que sería un pesado día.

“Ah… ¿ya es lunes?..”

“¡Si! Por cierto..”

Una pequeña pausa fue hecha por la criada, que después con un tono de voz nervioso y preocupado, continuo sin más.

“Charles el día de hoy aviso que no iba a poder trabajar en la taberna, por asuntos personales, por lo que pidió que usted lo remplazara en su lugar”

Cabe decir que después de eso hubo un largo silencio que lleno la habitación, Diluc no paraba de pensar en lo que iba a pasar si él iba después de… eso, ¿Acaso el estaría ahí? ¿Qué iba a hacer si pasaba eso?

Después de un rato, Adelinde hablo de nuevo.

“Sabe que si tiene algún inconveniente, puede decirme”

Por alguna razón eso hizo sentir avergonzado al pelirrojo, ¿Con que cara iba a hablarle a Adelinde sobre lo que sucedió? El definitivamente no quería darle más problemas de los que ya seguramente tenia siendo la criada jefa, después de todo K-…

Espera..

¿Por qué es que le importa tanto?

Diluc dio un suspiro largo y determinado a acabar con todo esto, se levantó de la cama.

“Está bien, iré.”

“¡Perfecto! Lo esperare abajo junto al desayuno, maestro”

La alegría y alivio en la voz de la criada le dieron un tipo de aliento al magnate para seguir adelante, a pesar de lo que le esperaba no se veía muy prometedor.

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Maldición.

Estar en la taberna no le había traído más que inconvenientes al pelirrojo.

Su presión sanguínea no había hecho nada más que subir, el miedo lo asechaba y el tintineo de la campana que avisaba la entrada de un nuevo cliente no lo dejaba en paz.

Cada que alguien entraba, cada que alguien pedía, cada que alguien se iba, Diluc tenía el miedo de que fuera él.. Pero..

Simplemente no estaba ahí.

Después de todo Diluc fue el que le dijo que no lo dejara verlo por un tiempo pero.. Tsk, si el venia, juraba que lo iba a matar a golpes.

La noche pasaba y el asiento particular del capitán seguía vacío.

Agh, ¿Qué importa? Después de todo, no tenía tiempo para esto, por lo que se volteo para limpiar una copa para distraerse.

Lo que no se espero fue una risa molesta que recorrió toda la espina dorsal del pelirrojo, haciendo que se volteara al instante asustado.

“¡Tu!-”

Pero el sorprendido fue el, al ver que era un cliente.

Un simple cliente.

Kaeluc - Solo..quédate aquíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora