Capítulo IV

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El alba se hacía presente y tocaba con su cálida luz los verdes bosques que conformaban el reino Rubí. Era la primera hora del día y la veterana curandera iba llegando a la cueva seguida por sus reyes, llevaba con sigo en un caballo una tina echa en madera, redonda y de tamaño grande, además de un segundo carrito lleno de productos de aseo, ropa que concidero adecuada y un buen desayuno, el jóven muchacho debía despertar pronto.

- Sra. Chiyo - llamó el Rey - tenga cuidado - dijo una ves llegaron a la cueva.

Ella asintió, siguió avanzando una vez la entrada estubo despejada, serca de entrar, fue detenida por las palabras de su Rey.

- Estaré en el castillo continuando mi labor, mi hijo debe continuar con los suyos y mi esposa no estará disponible asta dentro de dos días, si ha de necesitar algo mi segundo general estará aquí en todo momento - dice.

- Por supuesto -  y espera a que se retiren para continuar.

El camino era igual de largo y oscuro que el día anterior, pero la preocupación y curiosidad la llevaron a sentir más corto la senda.

Izuku dormía con profundidad envuelto en pieles en el nido echo por dragones, sin embargo, el frío llegaba a cogerlo de sus huesos y la dureza e irregularidad del suelo llegaba a sentirse a través de la funda. El sonido de cascos galopar fueron despertando de a poco su difusa mente y más pronto que tarde se despejó por completo. 

Nervioso, tomó asiento en su lugar, esperando a saber quién era el que se acercaba, asta que del fondo apareció la silueta de la misma mujer mayor del día anterior seguida de dos caballos.

- Buenos días muchacho - saluda Chiyo, caminando despacio a su dirección.

El peliverde no menos confundido solo asintió a los dicho por la contraria.

- Ven - llama la mujer al borde del nido - debes comer - concluye, sacando del carrito un par de platos llenos de comida.

El olor de alguna carne en guiso llegó a la nariz del pecoso, quien entusiasmado se aproxima y coje el plato ofrecido.

- Gracias - agradece, pone el plato sobre sus piernas, junta sus manos y cierra sus ojos, ora y agradece a Dios los alimentos pronto consumidos, mientras que la contraria observa curiosa.

La anciana mujer observa como el pequeño Omega come con entusiasmo la carne de cerdo, sonrió, se dió la vuelta y busco un pequeño bolso de cuero al fondo del carrito, con cuidado lo saco y camino de vuelta con el pecoso.

- Joven - llamó, mientras apartaba el plato ya vacío de sus manos - acércate.

Izuku no comprendía, pero ver cómo pedía cercanía con sus manos algo nervioso obedeció, pudo contemplar como sacando un colgante y un par de aretes. Eso lo hizo temblar, pues sus orejas no estaban perforadas, y al verlo mejor pudo contemplar que su tamaño era mayor.

Chiyo el día anterior había ido con el mago real, pidiendo un par de accesorios envueltos con un hechizo traductor, a la curandera le urgía poder comunicarse con su paciente.

El peliverde estaba por negarse cuando sintió una leve caricia en sus rizos, vió hacia arriba y contempló a Colmillo, suspiró, aún sentado en el borde del nido acepto lo que la contraria quería que hiciera.

Chiyo con cuidado tomo el colgante y lo abrochó por detrás de la nuca del pecoso, sus manos se movían de forma delicada, tranquila, buscando no asustar al pequeño Omega, pues si algo pudo apreciar el día anterior fue que el niño que atendía sufrió mucho, tanto, que desconfía de todos y de todo, lo menos que quería brindarle al Omega era más temor del que a vivido.

Tesoro Perdido e Invaluable.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora