Bien temprano hice la comida para dejarle todo listo a mi querida abuela, ella sólo tenía que pasarla por el microondas y cenar, al día siguiente yo me encargaría de lavar los platos y acomodar todo.
—¡Ay! Mijo' no te preocupes tanto por esta vieja, andá nomás.
—Cualquier cosa llámame —advertí señalándole la heladera donde estaba pegado el número de mi celular escrito en letras grandes—. Sabés que no molestás.
—Dale, Juli, andá y disfrutá tu día. —Ella se acercó lentamente a darme un beso en la mejilla. Tuve que agacharme para que me alcanzara.
Mi abuela era la única persona de mi familia que se preocupaba por mí y que siempre estuvo tanto en mi infancia como en mi adolescencia. Me destrozaba pensar que algún día ella no estaría más... La única de la familia Espinoza que me aceptaba y quería lo mejor para mí.
—Chau, abue. —Me despedí al salir de casa.
—Cuidate mucho y pasalo bien, ¡feliz día! —Saludo con toda la ternura que la caracterizaba.
Salí en la bicicleta directo a la casa de Verito, por el camino me encontré con Matías que llevaba una mochila enorme con quién sabe qué para pasar el día en El Lago, ya que era el día del estudiante y el comienzo de la prima-verga, por eso estábamos yendo a esa fiesta.
Había mucha emoción con esa fiesta, por ser la última como estudiantes de la secundaria y toda la mar en coche. Debía admitir que también me generaba entusiasmo, pero no por la fiesta en sí, sino por la gente que iba a ir.
Bueno, por una persona que iba a estar ahí...
Nacho Funes.
Nuestra relación era totalmente clandestina, casi nadie sabía de nuestro amor. Desde un principio habíamos comenzado a jugar frente a todos a que nos detestábamos, pero empezaba a cansarme de eso.
Nunca había estado en una relación formal, todas mis parejas habían sido fugases y eso nunca me había afectado o importado. Pero Ignacio Funes nunca había sido fugaz, él había permanecido siempre junto a mí y nuestra relación iba creciendo día a día. ¡No quería seguir ocultando algo tan lindo! Pero Nacho sí quería ocultarlo.
Me dolía, pero lo entendía y lo respetaba, sabía bien por lo que había pasado con su familia conservadora. Por eso jamás lo presionaría a hacer pública nuestra relación, por él estaba dispuesto a seguir escapándome de su casa en las madrugadas como un ladrón.
¿Pero por cuánto tiempo sería así?
No quería ocultarle cosas a mis amigos, tampoco se sentía bien esconderme en los arbustos de su casa cuando la camioneta de su familia llegaba durante el alba. Era peligroso y podría traernos problemas en cualquier momento.
La concha de la lora.
No quería pensar en el futuro, pero no podía evitarlo. Quería concentrarme en disfrutar el presente, si podíamos estar juntos este día del estudiante estaría feliz. Solo eso pedía...
El Lago era un bonito lugar turístico con campings, balnearios y espacios recreativos; motivo por el cual se organizaba la fiesta de la primavera y el estudiante ahí. Me gustaba visitarlo, tenía en mente estudiar turismo, ya que esta localidad donde crecí poseía muchos sitios así, además, alguien a quien admiraba había trabajado en la naturaleza de nuestro pueblo y me había inculcado muchas cosas.
El camping estaba pasando los árboles del bosquecito donde todos quería ir a coger, ahí se veía la cabaña con los baños y cocinas, donde uno podía cargar el agua para el mate o comprar hielo para las conservadoras. Más atrás estaban todas las carpas de los que venían a pasar el día al lugar.
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Aquel último año
Teen FictionA Verónica Leiva le entusiasma empezar su último año de secundaria, su objetivo es disfrutarlo a más no poder junto a sus mejores amigos y el próximo año marcharse a la universidad para comenzar una nueva etapa. Cuando las clases están a punto de e...