Anahi miró su maleta, y cerró los ojos
- Acepto... -el sonido de su voz retumbaba en su cabeza.
Había aceptado. Ricardo la había mirado con una sonrisa y se había puesto de pie rápidamente, aunque con lentitud, mostrando quien mandaba allí.
- Bien... te recogerán nada más llegar allí, no te metas en su cama, deja que él mande, deja que él decida. Nosotros le hemos dicho que eres buena, no nos decepciones.-
Quiso reír. ¿Qué era buena? Pero si era vírgen...
No era una mojigata, pues sabía del tema, había leído mucho y estaba informada. Pero eso no la ayudaba a asimilar lo que se le venía encima: había aceptado acostarse con un completo desconocido.
No sabía como sería. Podría ser calvo y gordo, un bruto que hiciera de su primera vez un trauma. También podría ser una persona tierna, que al verla reacia la dejara ir. Pero sabía que no había muchos hombres que dejaran escapar lo que tenían.
Por lo menos rogaba que no se diera cuenta de su inexperiencia, esperaba no cometer errores, y mandar a su hermano.....a la carcel.....
- Has de acostarte con un rico empresario, solo satisfazlo, y tu hermano será libre. -¿Cómo? -preguntó ella poniéndose de pié, sintiéndose ofendida.
-No te alteres, muchacha -sonrió el tipo- Piénsalo; solo una noche, y tu hermano se librará de todo culpa. No lo acusaremos de nada.
-¿Y cómo puedo estar segura? -preguntó desconfiada.
-Firmaremos un contrato...
-Un... un contrato -el viejo asintió.
-Firmaremos, si tu cumples con tu parte, yo cumpliré la mía, retiraré todos los cargos, tu delincuente hermano quedará libre... solo tendrías que estar una noche.
-Una noche... ¿y vendría de regreso?
-Claro... te daré los pasajes, de ida y vuelta.
«Solo una noche» reflexionó ella. Su virginidad no era importante... si alguna vez lo había sido ese día había
pasado a la historia, tenía tan poco tiempo en su vida, que no creía encontrar al hombre de sus sueños por la calle, así que... ¿qué mas le daba?
-Nada más me acuesto con él, y mi hermano será libre. Se quedará sin cargo alguno.
-Deberás compartir la noche con él... lo que te pida, deberás de dárselo... cumple, y tu hermano será libre. ¿Qué dices?
Pensó en su padre, quien sufría del corazón, su pobre madre quien pasaba sus días al cuidado de su amado esposo, una disgusto más, y él podría sufrir un nuevo ataque, su madre moriría de pena... Recordó la cara avergonzada de su hermano, cuando había ido a pedirle ayuda.
Alzó la cabeza, con ojos decididos, y los clavó en los de aquel hombre, quien sonreía ya victorioso.
-Acepto -dijo.
Anahi cerró la maleta, y sus ojos ardieron de rabia. No tenía idea de lo que sucedería. Pero todo fuera por el bien de su familia.
-Señor Herrera... -susurró ella cogiendo fuerzas - allá voy.
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