Capítulo 6

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La claridad de la habitación, hizo que Anahi abriera los ojos totalmente relajada, rodó por el colchón, y estiró todos los músculos de su cuerpo. Hasta que su mente cayó en la realidad, y dio un salto en la cama, sintiendo pánico.
Lo primero que hizo fue oír por si estaba Alfonso , se mantuvo en silencio, atenta. Hasta que sus ojos cayeron en el reloj de la mesita de noche y se levantó de un salto completamente desnuda.
-Dios santo... -murmuró, aún incrédula.
Era imposible que fuera esa hora, no podía ser esa hora, porque si lo era entonces había perdido el avión y no podía regresar a su casa. Caminó sin molestarse en cubrirse, por todo el piso, buscando relojes, que no encontró.
-¿No tienes relojes o qué? -escupió en forma de pregunta, mirando por todos lados.
Miró y miró hasta que encontró uno. Y vio que efectivamente; había perdido el vuelo...
Sin perder más tiempo se apresuró a buscar su ropa, ni siquiera se molestó en ducharse, lo único que le importaba era poder regresar.
Una vez estuvo vestida, y se hubo cepillado el pelo, salió de aquel departamento, y se encontró en la calle... sola. Sin idea alguna de cómo llegar.
Maldijo en silencio.
¿Cómo se le había ocurrido ir a un lugar, y no tener unos datos para poder localizarse?
Volvió a subir hacía el departamento, y cuando fue a abrir la puerta, cayó en la cuenta, de que no tenía llave.
-¡Miier.., miier..., miier..., joder!
Las maldiciones manaban de sus labios, y apoyó la cabeza sobre la puerta dando un cabezazo. Debía haber alguna forma de regresar a aquella casa, en la que encontraría su maleta, y su dinero, de forma que podría regresar al aeropuerto, y montarse en un avión directo a su casa.
Las lágrimas cayeron por sus mejillas con impotencia. Ni siquiera tenía su bolso, él había dicho que no le haría falta.
Lo que no le había dicho era que pensaba dejarla sola, sin un medio de transporte, ni una mísera moneda.
El silencio le inundaba y un pitido comenzó a retumbar en su cabeza sin cesar, se le embotaba, y la presión la quería hacer gritar. Se mordió los labios con fuerza y probó el sabor de su propia sangre. Las lágrimas caían y caía, y se sentía como una niña estúpida y perdida. Se apoyó contra la pared, y resbaló hacía el suelo, con los ojos cerrados, mientras las lágrimas seguían derramándose.
Debería de haber alguna solución, la que fuese.

No cogía el teléfono. Y él comenzaba a exasperase. ¿Dónde se había metido Anahi ? ¿Por qué no contestaba? Volvió a telefonear, y no contestó... un sentimiento llamado preocupación se apoderó de él.
Normalmente no tenía de quien preocuparse, y no lo hacía.
Esa mañana le había costado mucho trabajo dejar la cama caliente en la que estaba ella, que dormía profundamente, como un ángel.
Él la había despertado a media noche, con intención de volver a tomarla, y así había sido, su respuesta apasionada lo había llevado a la cima, con un orgasmo poderoso del que aún no se olvidaba, ni tampoco olvidaba su voz, y su imagen, que lo torturaban. Más se había levantado, se había duchado, y había ido a la empresa por unos papeles, a pesar de que era sábado, le gustaba madrugar, e informarse. No tenía nada más que hacer.
Excepto pasar el día con ella en la cama.
Esa idea lo había torturado tanto, que por algún rato se había enfadado con si mismo. Por último, había decidido hacerlo, total, su tío le había pagado para que se acostara con él ¿no? Así que la había llamado para decirle que lo esperase... pero ella no contestaba.
No había contestado ni la primera llamada, ni la segunda, ni la tercera, y después de una espera larga, de cinco minutos... no había contestado la cuarta.
«Se ha ido» Si, ella se había ido...
Para estar seguro y así aclarar sus dudas había llamado a su casa, y le habían dicho que sus cosas seguían allí, y ella no había aparecido...
Volvió al trabajo... o eso intentó, pues su mente retransmitía una y otra vez la misma imagen, la misma persona... su voz murmurando su nombre retumbaba en su mente con potencia.
Sin poderlo evitar, había vuelto a descolgar el teléfono.
Y ella seguía sin contestar...
¿Y si se había resbalado en la ducha...? ¿Y si le había pasado algo? Tal vez hubiese salido y estaría de regreso... o tal vez, se había perdido.
Aquella imagen lo torturó. El imaginarla sola, por aquellas peligrosas calles... tan inocente y despistada...
Colgó el teléfono con fuerza, y desechó aquellos pensamientos. Anahi no era ninguna ingenua... más había sido virgen...
-¿Y qué? -se preguntó- que sea virgen no significa que sea tonta...
Pero si era una desconocida en una gran ciudad.
Se levantó con frustración, y después de pasar la mano por su pelo, cogió su corbata, las llaves de su coche, y cerró de un portazo la puerta de la oficina.
Tenía que dar con ella, ya.

-¡Anahi ! -había sido un grito, un grito ahogado que había escapado de su garganta al ver el cuerpo de Anahi echo un ovillo en el suelo. Se acercó a ella corriendo, y se arrodilló para estar a su altura- ¿estás bien? ¿Qué te han hecho? ¿Quién ha sido? Dímelo...
Por su mente no hacían más que pasar imágenes de Anahi siendo atacada, de Anahi huyendo... y peores imágenes que lo hizo gruñir.
Ella alzó la vista como una niña perdida. No estaba segura de que ese fuera Alfonso , el tiempo la había absorbido y ella ya se había situado en mil y una situaciones. El que él estuviera allí, ya era algo de lo que no estaba cien por cien segura. Alzó la mano y tocó su rostro.
-Alfonso?... -susurró.
-Si, soy yo... -él la miraba, su rostro bañado en lágrimas, sus ojos rojos al igual que su nariz. Pasó la yema de sus dedos por aquella suave cara, e intentó así eliminar su mirada perdida- Anahi ¿Qué te ha pasado? Cuéntamelo...
-La puerta -dijo ella- la calle, y no tenía nada, y no podía entrar... no sabía -dijo, y los ojos se le llenaron de lágrimas.
-Ya, ya -siseó él, tomándola en brazos.
Abrió la puerta, y entró en el interior del departamento. Donde le dio un poco de agua para que se tranquilizara.
-Alfonso -lloriqueó ella, nuevamente.
-Llamaremos al médico.
-No -dijo Anahi . Mientras sus ojos cansados se cerraban.
-Shh...
El doctor no tardó en llegar, y tras examinarla, le dijo a Alfonso que Anahi no tenía nada grave, tan solo se había llevado gran un susto, que la había dejado así, él curioso lo miró incrédulo. ¿Tan solo un susto?
-A muchas personas les pasan... estaba asustada, y se vio sola. No sabía qué hacer ni dónde ir.

Alfonso despidió al doctor con cortesía y después se acercó a Anahi que dormía sobre la cama. Se había encargado de cambiar las sábanas antes de que llegara el hombre. Ya que aún permanecían en ellas, la prueba de lo sucedido la noche anterior. Después había acostado a la muchacha ahí, donde seguía, se había levantado para que el doctor la examinara, y había vuelto a dormirse...
Se sentó a su lado, y le acarició el rostro con cuidado, las marcas de las lágrimas estaban en sus mejillas aún, y tenía los labios entre abiertos. Un suspiro escapó de Anahi, y él deseó atraparlo con un beso...
El extraño deseo lo hizo reflexionar... no había bastado con tenerla una noche. Quería más de ella, se lo pediría...
No tenía ni idea de cuánto le había pagado su tío, pero él le ofrecería más... la idea le ponía los pelos de punta. Pero la deseaba con desesperación, y de todas formas, ella valía todo el dinero del mundo, y más.
A parte, había otra cuestión por resolver; su virginidad.

-¡El avión! -Anahi se despertó de un salto, tenía una pesadilla, se incorporó en la cama, para volver a caer hacía atrás, le pesaba la cabeza. Pudo ver el rostro de Alfonso y se calmó un poco, se movió sobre el colchón y sus músculos internos se quejaron. Su rostro se sonrojó ante el recuerdo de la noche anterior.
Y hablando de recuerdos... ¿Qué hacía dentro del departamento? Ella había salido...
-Tenemos que hablar... -Anahi se escondió bajo las sábanas. Pero recordó su avión perdido y reunió valor.
-Alfonso ... he perdido... he perdido el avión. Necesito... necesito que hables con tu tío, y que...
-No será necesario.
-¿Qué? -ella se incorporó en la cama- tienes que llamarlo, me levanté tarde, perdí el vuelo y no sabía que hacer...
-¿Por eso estabas echa un ovillo fuera del piso?
Anahi recordó tenuemente todo el episodio, sus lágrimas, su miedo, su desesperación, se había sentido tan perdida... recordaba un señor, y unos brazos fuertes transportándola.
-Yo... -comenzó mientras agachaba la cabeza y las lágrimas llenaban sus ojos.
La voz rota de Anahi hizo que él se sintiera mal, pero se controló.
-No importa. Lo que tengo que decirte es otra cosa.
-Tienes que llamar a Ricardo -insistió ella.
-He dicho que no es necesario.
-Pero...
-Anahi ... querría que te quedaras más tiempo...
-¿Qué? -su voz retumbó.
-Si es por dinero...
-¡Si, claro! -exclamó ella, indignada- eso es lo único que me preocupa.
-Pues que no te preocupe... te pagaré lo que quieras.

El Trato (AyA) -Adaptación-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora