Capitulo 5

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De la garganta de Anahi surgió un gemido, al sentir la lengua de Alfonso adueñándose de su boca, su cuerpo ardía como el fuego, y se sentía consumir.
Él la había colocado sobre su regazo, y sus manos vagaban por su frágil cuerpo, sin que ella pusiera resistencia alguna.
Él dejó de besarla para mirarla a la cara, su rostro sonrojado, sus labios entreabiertos, jadeantes, sus ojos medio cerrados. Su respiración agitada. Miró con atención la mujer que tenía entre sus brazos, y sintió como su cuerpo estaba preparado para ella, su erección palpitante pedía atención.
Anahi lo miró suplicante, y él no pudo más que besarla prolongadamente, aumentando sus ansias de ella.
Deslizó su mano por debajo del vestido, acariciando la suave piel de sus muslos con calma, una calma que no tenía, ascendió y ascendió, hasta que llegó a tocar la tela de las braguitas. Sintió como Anahi se tensaba y se extrañó.
Los nervios...
Volvió a hacer que su mano bajara, iba demasiado rápido, debía controlarse. Cargó Anahii en sus brazos, y se dirigió hasta la habitación, donde lo tenía todo preparado. Depositó a la chica sobre la cama, mientras seguía explorando el interior de su boca sin cansarse, ella que se había colgado de su cuello, respondía al beso con el mismo entusiasmo.
Las manos de Alfonso vagaron por su cuerpo, y buscaron el cierre del vestido, hizo que ella se incorporara y se deshizo de la prenda, dejándola en ropa interior.
Anahi tembló de excitación y de miedo. Los nervios le estrujaban el estómago, y tenía todas las sensaciones a flor de piel.
Miró a Alfonso que se desnudaba, y quiso salir corriendo, más lo único que hizo fue observar cada trozo de piel que iba siendo descubierta. Era fuerte y musculoso, y sintió su boca hacerse agua a la vez que se imaginaba acariciándolo...
Se le cerró la garganta cuando lo vio echarse mano al cinturón. Y tembló cuando los pantalones cayeron hasta el suelo, junto con los calzoncillos quedando completamente desnudo.
Él se acercó a la cama, y ella se echó a un lado, había agachado la mirada en cuanto su rostro se había sonrojado.
-Ven aquí -murmuró Alfonso mirándola con ansias.
Estuvo a punto de negar con la cabeza pero Alfonso la sujetó y la arrastró junto a él. Ella no sabía que hacer. Lo miró a los ojos, y sus manos temblorosas se posaron en el pecho masculino, mientras evitaba bajar la mirada hacía la parte de Alfonso que le resultaba más amenazante.
Él la miraba con curiosidad... no entendía a Anahi, más lo último que quería en ese momento era comprender, quería actuar.

Recorrió la espalda desnuda de Anahi con la yema de los dedos y la sintió temblar cuando le desabrochó el sujetador.

-Cualquiera diría que tienes miedo... -musitó él.
Una risa histérica escapó de la garganta de la rubia.
-Que... que tontería -musitó.
-Si, ¿verdad?
Él expulsó de su mente cualquier pensamiento. Ella no tenía por qué tenerle miedo, estaba acostumbrada a eso, si le gustaba jugar a la chica inocente que lo hiciera con otro, él no estaba para ese tipo de juegos.

La aferró con fuerza y la besó con fiereza, con desesperación y agresión, ella gimió bajo su boca, y él redujo la fuerza del beso, haciéndolo más suave pero igual de apasionado.
Anahi se había asustado ante la fuerza del beso, pero luego no pudo evitar rendirse a él, no comprendía a su cuerpo, por más que quería negarse a ello, repelerlo, le era imposible, y en parte lo agradecía, pues así no sería tan horrible.
Las manos de Alfonso la liberaron del sujetador sin que ella se diese cuenta. Dejó de besarla, e hizo un camino suave con sus labios, acariciándole el cuello hasta llegar a sus senos. Dejó que su lengua la acariciara, antes de atrapar uno de sus pezones, para mordisquearlo, lamerlo, jugar con el, antes de ir a por el otro.
Anahi posó sus manos en la cabeza de Alfonso, intentando así que él no fuera a ninguna parte, desde luego sabía cómo enloquecer a una mujer.
Su nombre escapó de su boca en un susurró, entre sus gemidos y jadeos, la respiración agitada retumbaba en la habitación.
Al terminar con sus pechos, él bajó dejando un reguero de besos por su vientre, hasta alcanzar la tela de las braguitas, de las cuales se deshizo mientras ella intentaba pensar con claridad. No estaba muy concentrada, las sensaciones la manejaban, un jadeo ahogado escapó de su garganta, cuando sintió las manos de Alfonso separando sus pliegues, y un grito ahogado resonó en la habitación, cuando él posó su lengua sobre ella.
Arqueó la espalda sin darse cuenta y luchó mientras respiraba cada vez con más dificultad.
-Estás tan mojada -canturreó él.
-Alfonso -jadeó ella.
-Eres tan apasionada -prosiguió, antes de dejar su lengua caer sobre ella.
Su sexo se contraía con violencia, anunciando la llegada de un primer orgasmo, y él estaba anonadado por su respuesta tan pasional...
Enterró su lengua en su interior, y dejó que los gemidos de la chica lo hipnotizaran, haciendo que acelerara podo a poco sus lamidas, hasta que ella gritó cuando un poderoso orgasmo arrasó su cuerpo.

Ella estaba temblorosa, jadeante y desorientada. Acababa de experimentar un placer increíble, y aún no se creía que Alfonso fuera el causante.
Él la miro mientras se colocaba el preservativo, estaba ansioso por poseerla, le acarició la cara interna de los muslos mientras le separaba las piernas más, y se situaba entre ellas, condujo su pene hasta su entrada y se enterró en su interior de una sola embestida.

Un grito escapó de la garganta de la chica, el dolor era agudo y las lágrimas se le saltaron. Abrió los ojos y se encontró con la cara de sorpresa de Alfonso quien la miraba con la boca abierta.
Ella volvió a unir sus parpados, víctima de la vergüenza.
No se lo creía... ¡aquello no era cierto! Anahi no podía ser... virgen.
Más su reacción no había sido la de una mujer experimentada, se movió un poco en su interior y la vio hacer una mueca, debía retirarse de ella ya. ¡Ya!.
Su impaciencia había sido la culpable de aquella situación, se había adentrado en su interior de una sola y potente embestida, que había hecho que ella gritara... de dolor.
Miró sus ojos empañados en lágrimas, y una sensación extraña lo invadió.
-Anahi...
-Lo siento... -susurró ella, aún con los ojos cerrados.
Él se inclinó sobre ella, y le besó los parpados con suma ternura, ella se sorprendió pero no abrió los ojos, los tenía llenos de lágrimas, y ya no era de dolor. Era de humillación.
No había esperado que él entrara en ese momento en ella, y lo había hecho con fuerza.
Se sentía humillada, mal y estúpida.

-Anahi -susurró mirándola.
-Alfonso yo...
-Shh... -siseó él- mírame...
Ella negó con la cabeza, no quería.
-Será m...
-Por favor, mírame -ella lo hizo, algo en su tono de voz, hizo que ella abriese los ojos- ¿te duele? -preguntó suavemente.
Ella negó con la cabeza, ya no le dolía, el dolor había desaparecido rato atrás.
-No -susurró muy bajo.
-Bien...
Comenzó a moverse en su interior, saliendo de ella muy despacio, Anahi creía que iba a retirarse e iba a protestar, pues el placer comenzaba a invadirla. Pero entonces, él comenzó a hacerse paso de nuevo en su interior. Haciendo que ella jadeara.
-¿Estás bien? -preguntó Alfonso, moviéndose, entrando y saliendo.
Anahi asintió y emitió un gemido, cuando él entró totalmente de nuevo en su interior. Se movía controladamente, aguantando su propia pasión, no quería lastimarla.
Pero de pronto ella habló...
-Más rápido -pidió, y él gruñó.
-No quiero lastimarte.
-No me lastimas -jadeó ella, sintiéndose cada vez mejor, más próxima.
En un impulso rodeó la cintura de Francisco con las piernas, y le dejó un mejor acceso.
Él comenzó a moverse con más rapidez, profundas embestidas que la hacían gemir de placer, Anahi se enganchó a los hombros de Alfonso y se movió con él debajo suyo. Podía notar como Anahi se contraía a su alrededor, abrazándolo, y apretó los dientes para no alcanzar el orgasmo en ese momento. Ella murmuraba palabras que él no comprendía, pero sabía que estaba perdida en el placer.
Gritó, Anahi gritó mientras su cuerpo se sacudía y un segundo orgasmo se apoderaba de su cuerpo, y él aceleró sus arremetidas permitiéndose buscar su propia liberación que llegó pocos segundos después.
Se dejó caer sobre el cuerpo de Anahi, y la abrazó. Para después levantarse e ir a tirar el preservativo.
No pudo evitar que su mente se llenara de pensamientos en el trayecto, debían hablar, la incredulidad aún era parte de él, no entendía como ella podía ser virgen... si su tío se la había mandado. Quizás...
Decidió que era mejor no pensar nada, no esa noche. Pero hablaría al día siguiente con ella. Tenía que resolverlo todo.
Salió del baño y se la encontró dormida sobre la cama, una sonrisa se dibujó en su rostro, y muy a su pesar, no se pudo negar, que le encantaba haber sido su primer amante...
Un pensamiento egoísta, se recriminó.
Sin embargo, mientras se metía en la cama y la abrazaba, no pudo volver a recordárselo.

-Mía... -susurró.

El Trato (AyA) -Adaptación-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora