Capítulo 9

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Dong-Sun llevaba tres días sin volver a casa y Jung-Su sentía que comenzaba a enloquecer.

Bien, él había dejado muy en claro desde el principio que el hombre no iba a conseguirlo, captaba eso, pero no estaba en sus fuerzas el poder detener el torbellino que arrasaba con todo dentro y fuera de él. No podía dejar de darle vueltas a su actual posición. Apenas unas semanas antes, él ni siquiera habría notado la ausencia de su marido si no hubiera sido sólo por la ausencia del desayuno en la mesa; pero ahora todo su cuerpo —y lo que supuso sería su psique— estaban colapsando ante la idea de que Dong-Sun estuviera decidido a alejarse.

¿No era eso lo que había querido desde el principio?

La noche en la que habían intimado después de casarse, él había determinado empujar fuera toda cosa personal y cualquier lazo formándose, y era difícil como el infierno explicarle a su esposo las cosas como habían funcionado en su mente si ni siquiera él podía poner orden para entenderlo del todo. Para Jung-Su, Dong-Sun representaba algo que no podía concebir de la vida; era como el presidente del club de los buenos, por lo tanto, según los principios Lim, era el más malo de todos.

El mismísimo instante en el que el aliento del hombre había hecho contacto con su piel desnuda, un sinfín de emociones se habían disparado en él como si de un espectáculo de fuegos artificiales se tratara. Había sido tan intenso que su cerebro se había quedado en pausa y él solo había nadado en la excitación superficial de ser tocado, lamido y penetrado por alguien que sabía muy bien cómo hacerlo.

Todo el centro y eje de Jung-Su había girado por unos segundos alrededor del hombre que le había prometido ante todo el mundo amarlo, protegerlo y entregarle todo, y él no había podido manejar eso. Ahora se encontraba en medio de un calvario personal en el que no podía moverse hacia ninguna parte, no podía llamar a Dong-Sun de nuevo, no podía irse de su casa, no podía tampoco estar del todo estático.

Jian lo había llamado hasta el cansancio esos días y él simplemente no había cogido el teléfono, tampoco para contestar a su padre que seguramente solo estaría buscando dinero y no precisamente saber cómo se encontraba su hijo.

Jung-Su estaba solo y sabía que merecía eso.

¿Qué más puede merecer el hijo de un charlatán que se había replicado en frialdad? Si creía en el fondo que su padre merecía la cárcel o un psiquiátrico, tenía que admitir que él merecía la soledad que estaba sintiendo. Él podría gritarle a todos que solo era un niño comparado con toda la experiencia de este mundo, pero lo cierto era que él había dejado de serlo desde que debió ser considerado uno.

Había pasado más tardes sacando a su padre de los casinos o involucrándose con gente viciosa para salvarle el culo, de lo que había pasado construyendo una ciudad con piececitas de Lego. No había tenido la oportunidad de quejarse o creer que eso estaba mal, hasta que años después alguien se lo había dicho de frente.

La vida que él llevaba era una versión retorcida de lo que debería haber sido.

De cualquier forma, él no iba a poder culpar a su padre por siempre, tampoco a su madre por haberse ido y haberlo dejado con él. Algún día iba a tener que empezar a enfrentar las consecuencias de sus actos sin escudarse en ser la víctima de una historia patética de un padre que crió a un hijo como se pone un pavo en engorda. Él había sido criado para salvar la ruina de los Lim, y los Lim eran solo dos. No había desde el principio nada qué hacer al respecto.

—¡Jung-Su, abre la maldita puerta!

El grito y los golpes lo sobresaltaron. Le tomó un momento darse cuenta que era Jian el que parecía a punto de derribar su puerta. Con todo el esfuerzo del mundo, se levantó del sillón frente a la terraza y se encaminó para abrirle.

In Repair © [BL]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora