Capítulo 11

84 9 3
                                    

Cuando Jung-Su se removió entre las cobijas, Dong-Sun lo miró inquieto. Se había dedicado a velar su sueño sin pensar en qué decir una vez que se despertara. Seguía sin poder creer lo que había sucedido, él nunca se hubiera imaginado ver a su esposo de aquella forma: quebrantado y lleno de dolor. Sólo recordarlo lo hacía estremecerse.

Luego de que Jung-Su cayera al barro y perdiera la consciencia, Dong-Sun lo había cargado y llevado a su casa para asearlo y recostarlo en su cama. Esperaba que su salud no se viera comprometida seriamente. Había tenido algo de temperatura al principio, pero se le había bajado con los fomentos de agua fría que el doctor le había sugerido por teléfono antes de ir a ver al chico.

Se veía tan vulnerable y frágil mientras dormía, que él sentía el irracional impulso de acariciarlo y acunarlo en su pecho. El amor que sentía por él era una llama que no se extinguía con nada, completamente renuente a apagarse; y se creyó el peor masoquista de la historia, un hombre que vivía de las ausencias y se alimentaba del desamor.

—Dong-Sun... —susurró Jung-Su débilmente.

Él se acercó de inmediato a su lado. El chico parecía incluso más delgado y completamente pálido.

—Estoy aquí.

Jung-Su hizo el esfuerzo de abrir los ojos para comprobar que era verdad. Dong-Sun lo miró, pero no había enojo ni reproche en su mirada, solo una genuina preocupación mientras parecía comprobar si se encontraba bien.

—Lo siento... —volvió a susurrar el castaño.

Dong-Sun cubrió sus labios con un dedo.

No pretendía ser un gesto tierno, era solo que temía que si su esposo comenzaba a hablar —además de perder fuerzas—, él mismo no iba a resistir esa conversación, no así. No con Jung-Su luciendo como jamás lo había hecho: tan roto como él.

—Estás débil, necesitas descansar. El médico que vino hace un rato a verte dejó unas vitaminas y otras cosas por si tienes algún malestar.

El chico asintió tomando entre sus manos la de Dong-Sun, que aún estaba pegada a sus labios. El roce cálido y suave les hizo temblar un poco a los dos. Era un roce que ambos anhelaban. ¿Cuánto tiempo había pasado desde que los delgados dedos se habían enroscado alrededor de su mano? Parecía que había sido en otra vida, o como si hubiera sucedido en una dimensión en la que él se había sumergido para evadir su realidad.

Lo inoportuno de la sensación de pertenencia sólo le recordó que era artificial y que aún no decidía si creer en él o no, y que quizá aún creyendo, las cosas no podían ser así de fáciles como tocar sus manos y abrir la puerta del cielo para él.

—Descansa un poco más, pediré que te suban algo de comida que aconsejó el doctor —dijo tratando de sonar lo más distante y práctico posible; pero cuando estuvo a punto de separarse para salir de la habitación, Jung-Su sostuvo con un poco más de fuerza su mano, indicando con eso que no quería que el contacto se acabara.

—No te vayas, quédate conmigo.

Dong-Sun se quedó estático, quería que Jung-Su acabara con su juego y se marchara, porque era demasiado irreal que aquel fuera de verdad su esposo. No quería perder el piso como alguna vez lo había hecho creyendo que el chico era decente y amoroso; pero también estaba esa loca idea rondándole en la cabeza desde que el castaño había aparecido en el viñedo, de que tal vez esa vulnerabilidad que le estaba transmitiendo era real.

Todo era demasiado confuso y él no se creía tan capaz de saber qué hacer. Había pensado que pedir el divorcio iba a ser el punto de partida. Incluso había dejado mucho más dinero a Jung-Su de lo que se había acordado en un principio, ¿y él simplemente había ido ahí a decirle que no lo tomaría?

In Repair © [BL]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora